De niños nos enseñan que compartir es parte de ser amables y altruistas. Es lo que distingue a los niños malcriados de los bien educados. La mayoría de nosotros todavía piensa de esta manera: compartimos nuestro tiempo, dinero y dones con otras personas porque es lo “correcto”. En realidad, cuando compartimos con los demás nos beneficia más de lo que creemos.
Compartir es lo más egoísta que podemos hacer (¡en un buen sentido!) porque nos da un número de regalos espirituales. He aquí tres beneficios que obtenemos de compartir:
1. Compartir se siente bien. Cuando compartimos con el verdadero espíritu de la generosidad, nos conectamos con el propósito de nuestra alma, ¡y eso se siente bien! Cuanto más experimentemos esa sensación, más nos motiva a buscarla.
Sin embargo, solemos incluir factores complejos en nuestro compartir que impiden que sintamos esa agradable sensación. A veces incluimos el prejuicio al evaluar si alguien es “digno” de nuestra generosidad. Por ejemplo, cuando veamos a una persona indigente pidiendo dinero, quizá pensemos qué va a hacer con el dinero antes de decidir dárselo o no. Tal vez hasta hagamos esto con personas que conocemos.
Otras veces, damos por obligación o porque queremos que la gente piense que somos generosos, no porque realmente queramos. Esto puede llevarnos a acumular resentimiento o comenzar a sentir que no tenemos opción en nuestro compartir.
Es importante que saquemos el prejuicio y el ego de nuestro compartir, o no podremos disfrutarlo. Si das con la conciencia correcta, recibirás su bendición inherente: la agradable sensación que aporta. Es como una pequeña recompensa por hacer lo correcto.
2. Te ayuda a disfrutar lo que tienes. Puedes ser la persona más rica del mundo, pero si no tienes a nadie con quién compartir, ¿puedes ser genuinamente feliz? Lo que hace que el dinero, el tiempo o cualquier otro regalo sea agradable es el aprecio que tenemos por ellos. Y la mejor manera de cultivar ese aprecio es compartirlos con los demás.
Puede costarnos mucho dar nuestro dinero, tiempo o dones a otras personas porque los consideramos demasiado preciosos y sabemos que son recursos limitados. Sentimos que los hemos ganado y los merecemos. Pero, en realidad, no somos dueños de lo “nuestro”. ¡Todas estas cosas son regalos que el Creador nos ha dado con el propósito de compartir! Al no compartirlas, pierden su vida y nosotros perdemos la alegría que aportan.
Compartir tus dones en realidad traerá más dicha y plenitud a tu vida. Busca maneras de compartir todos tus dones en todas las áreas de tu vida y observa la diferencia que esto produce.
3. Cuanto más compartes, más puedes recibir. La sabiduría de la Kabbalah enseña que cuanto más compartimos nuestros dones, más podemos recibir del universo. La energía es cíclica. Vuelve a nosotros. Si quieres más dinero, comparte más dinero. Si quieres más tiempo, comparte más tiempo. Lo mismos se aplica a cualquier bendición que tengamos.
Muchas personas meditan y estudian la espiritualidad, pero se quedan cortos al momento de poner en práctica las enseñanzas. Sabemos que debemos donar, dar y compartir, pero no siempre lo llevamos a cabo. Si no damos una porción de cada regalo que tenemos, no estamos creciendo y no podemos lograr lo que vinimos a hacer en este mundo.
Desde luego, compartir tiene un sentido distinto para cada persona. Un multimillonario no tendría problema en donar dinero a la caridad y ayudar a las personas financieramente, pero podría tener dificultades en dedicar tiempo a su familia y amigos. Cuanto más difícil es compartir, mayor es el efecto que tiene en nosotros.
Pregúntate: ¿qué es lo que más te cuesta compartir y cómo puedes compartirlo más?
Compartir no es solo parte de ser buena persona, es vital para nuestro crecimiento y felicidad. Obtenemos beneficios increíbles a través de compartir, mucho más de lo que podríamos obtener acumulando nuestros dones. Practica el dar y compartir en cualquiera de sus maneras hasta que lo hagas naturalmente. Adelante, sé egoísta.