La preocupación puede llegar a consumirnos. Nos distrae de todas las cosas buenas que ocurren en nuestra vida, enturbia nuestro juicio cuando necesitamos tomar decisiones difíciles y hasta nos vuelve irritables con las personas que amamos.
Si pensamos al respecto, la preocupación es el resultado de una falta de certeza; certeza de que el universo siempre obra a nuestro favor. Cuando comenzamos a dudar de ello, el temor se cuela y comenzamos un ciclo interminable de interrogantes. ¿Y si no logro terminar ese proyecto a tiempo? ¿Qué va a pasar si no puedo pagar mis cuentas este mes? ¿Y si no soy tan bueno en mi trabajo como pensé que era? ¿Y si la persona con la que estoy me dejó de amar?
Entonces, ¿cómo manejamos la preocupación?
¿Cómo reconocemos nuestros temores e inquietudes, pero los abordamos de forma sana y productiva?
Exploremos cinco formas de aliviar tus preocupaciones y redefinir tus ideas:
1. Escribe tus temores.
A menudo la preocupación puede ser ambigua y dispersa. Se puede sentir como si “todo” anduviera mal. Al sentarte y hacer una lista de las cosas que te preocupan, determinas lo que de verdad te está perturbando. Esto reduce tus temores en dificultades: ¡y sorprendentemente suelen ser dificultades manejables! Entonces en lugar de enfocarte en los obstáculos, puedes comenzar a enfocarte en cómo resolverlos.
2. Ejercítate.
Es importante que mantengas tu mente y tu cuerpo sanos cuando estás bajo presión. Hacer ejercicio mantiene el flujo sanguíneo y también el flujo de ideas. Hay una razón por la cual mucha gente dice que obtienen sus mejores ideas mientras están en la caminadora. Esto también te da una tarea de logro inmediato. Cuando termines la rutina de ejercicios, tendrás un sentido de logro y aptitud, lo cual es un estado mental mucho más saludable que uno de preocupación.
3. Medita.
El temor y el miedo nos mantiene atrapados en nuestra propia mente. Dedicar tiempo a la meditación te mantendrá centrado y sereno a fin de que puedas actuar desde un estado de sensatez. Los pensamientos negativos se pueden agudizar y multiplicar si no los atendemos. Al darle un descanso a tu cerebro, podrás tener una nueva perspectiva y te permitirá enfrentar la situación con una visión fresca. (Nota adicional: ¡Puedes combinar los consejos 1 y 3! Escribe tus temores en una hoja de papel y luego quémala mientras meditas en eliminar tus miedos. Verás lo ligero que te sentirás después. ¡No hay límites para el poder del pensamiento positivo!).
4. Convérsalo.
No hay razón para reprimir los problemas en tu interior. Busca un amigo, conocido, desconocido o profesional que te escuche. Puede que tengan consejos útiles. Simplemente hablar los problemas en voz alta con alguien inmediatamente puede hacerlos ver más pequeños y menos imposibles.
5. Considera las posibilidades.
Es fácil caer en la trampa de ver únicamente los peores escenarios posibles y sentir impotencia. Intenta considerar los mejores escenarios posibles en lugar de ello. ¡Tan solo considera la posibilidad de que todo podría funcionar exactamente como quieres! Asimismo, también considera que lo que quieres quizá no sea lo mejor para ti a largo plazo y que este proceso te está conduciendo a algo mejor de lo que puedes imaginar.
Es muy fácil formular una hoja de ruta de nuestra vida. Pensamos que sabemos exactamente a dónde tenemos que ir y cómo llegar. Pero, tal como la vida nos enseña, las cosas no siempre marchan de acuerdo al plan. Hay desvíos y baches en la ruta. Algunas veces regresamos en el camino y otras el destino no es lo que pensábamos que sería. En esos momentos es natural temer, preocuparse y estresarse por el futuro. Pero como seres humanos somos seres capaces y adaptables. Estamos diseñados para superar las dificultades.
Con certeza en que el universo siempre está obrando a nuestro favor, veremos que nuestros temores se convierten en bendiciones.