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Poner el juicio a un lado

Centro de Kabbalah
Agosto 6, 2013
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"...no favorecerás al pobre ni complacerás al rico, sino que con justicia juzgarás a tu prójimo....No odies en tu corazón a tu hermano. Corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por su causa. Ama a tu prójimo como a ti mismo…”.
Levítico 19:16-17

Juzgamos a otros todos los días. Ya sea bueno o malo, evaluamos en silencio la moral, apariencia, opiniones y comportamientos de otros. De hecho, un estudio de una profesora de la Universidad de Texas, Rebecca Bigler, encontró que los niños con tan sólo tres años comenzaron a hacer divisiones entre ellos basadas en las diferencias que observaban en la apariencia, teniendo preferencia por aquello similar a sí mismos.

Para hacer el estudio, Bigler le dio a niños en preescolar una franela roja o azul a cada uno. Las franelas fueron distribuidas al azar y crearon dos grupos de igual tamaño en cada salón de clase. Durante el tiempo que duró el estudio, los profesores no le prestaron atención a los colores o agruparon a los niños por color. Cuando se les preguntó cuál color del equipo era mejor, los niños prefirieron su propio color, argumentando que aquellos dentro de su grupo eran mejores, más inteligentes o más amables.

Según Bigler, los niños intentan categorizar todo y basar estas categorías en atributos visibles. Esta puede que sea una parte natural del desarrollo social del niño. Pero, ¿por qué no nos quitamos esta tendencia de juzgar a otros después de que envejecemos? Una vez que somos capaces de ver más allá de las características físicas y entender que un individuo es mucho más que una franela roja o una franela azul, ¿por qué seguimos juzgando? Algunas de las razones son celos, ego, y nuestra conducta reactiva. Sentir envidia por alguien, sentirse superior a otro, o simplemente molestarse por las acciones de otro son trampas emocionales que llevan al juicio. Comenzamos a criticarlos para sentirnos mejor sobre nosotros mismos.

Si estamos conscientes de los peligros del juicio, podemos intentar cambiar el lente hacia nuestro propio comportamiento, donde se puede producir el mayor cambio. Sigue leyendo y revísate a ti mismo, ¿eres culpable de caer en las siguientes trampas de juicio?:

Celos

Notar que alguien tiene algo que queremos nos lleva a juzgar los métodos con los que lo consiguieron. ¿Un amigo entra en una universidad de alto nivel? Bueno, yo también habría entrado si mis padres hubiesen tenido el dinero para pagarme profesores privados. ¿Un compañero de trabajo recibe un ascenso? Claro, ¡él juega golf con el jefe todos los fines de semana! ¡Son amigos! ¿Una colega publica un libro muy aclamado por las críticas? Claro, ella tiene mucho tiempo para escribir. No tiene que mantener a una familia.

Cuando alguien recibe reconocimiento por su trabajo duro, resalta los defectos que percibimos de nosotros mismos. Eso nos recuerda que no hemos trabajado lo suficientemente duro siento tan proactivos o buscando nuestros próximos sueños como deberíamos. Está en la naturaleza humana sentir una punzada de celos. Sin embargo, es nuestra elección satisfacer nuestros pensamientos y sentimientos negativos o usar la situación para impulsar un comienzo en nuestras ambiciones. La próxima vez que sientas envidia de las bendiciones de otro, sal de tu zona de confort y felicítalos. Luego échale un vistazo a tu propia vida. ¿Cómo puedes plantar semillas para futuras bendiciones en tu propia vida? Inspírate, no envidies.

Ego

El juicio es como una muleta en la que nos apoyamos cuando nos sentimos insuficientes. Los pensamientos negativos surgen cuando nos medimos nosotros mismos con otra persona. Los talentos naturales, características o bendiciones de otro pueden hacer que sintamos que nos falta algo. Buscamos sus defectos para hacernos sentir mejor sobre nosotros mismos, que al final termina haciéndonos daño. Reducir mentalmente a alguien puede que nos haga sentir mejor sobre nosotros mismos de manera temporal, pero alimenta el ego y dificulta nuestro crecimiento.

Cuando comiences a sentir que tu ego echa raíces, cambia tu atención hacia lo positivo. Comienza con algo pequeño intentando ver la belleza en lo mundano; cambia tu tendencia de ver el mal forzándote a ti mismo a pensar en los rasgos y habilidades de los otros. Cuando te concentras en lo bueno, tiendes a ver sólo lo bueno. Al formar el hábito de reconocer el bien en todas las cosas, estarás más equipado para detener el ego antes de que comience a hacernos sentir mal a nosotros mismos y a otros.

Naturaleza reactiva

El juicio puede surgir cuando nos desagrada el comportamiento de otros. La mayoría de las veces, este comportamiento es paralelo al nuestro. Somos culpables de las mismas actitudes y comportamientos que aborrecemos en otros, pero no reconocemos en nosotros mismos. Literalmente "no reconocemos como propio" a ese comportamiento.

Si comienzas a sentir que estás juzgando algo que alguien dijo o hizo, mira dentro de ti mismo y pregúntate: ¿cómo yo me he comportado de manera parecida en el pasado? ¿Qué características compartimos? ¿Cómo puedo cambiar esta tendencia en el futuro? Puede que te sorprenda encontrar que compartes más cosas en común con aquello que juzgas de lo que crees.

El juicio nos divide, cuando nuestra meta siempre debería ser conectarnos a otros y mostrar compasión. Cada individuo debe caminar su propio camino a través de la vida, que viene naturalmente con éxitos y fracasos únicos. Como Michael Berg dice en El Camino (The Way), "Tener una consciencia total de nuestras propias intenciones y motivos es muy difícil de lograr, así que ¿cómo podemos juzgar la vida de otra persona? ...Si aceptamos que nuestro entendimiento del mundo espiritual es limitado, es tonto imaginar que podemos ver a través de las complejidades del universo espiritual lo suficientemente como para penetrar los misterios de los destinos de las otras personas". Nuestra meta siempre debería ser hacer actos de compasión que no estén llenos de juicio, escuchar, ayudar y compartir.


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