¿Eres esclavo de tu ego?
Antes de responder lo anterior, pregúntate a ti mismo lo siguiente:
* ¿Cuándo fue la última vez que quisiste algo sólo para ti?
* ¿Cuándo has sentido que necesitabas más, que merecías más?
* ¿Cuándo fue la última vez que te rehusaste a escuchar a alguien porque te sentiste más inteligente o mejor que la otra persona?
¿El mes pasado? ¿La semana pasada? ¿Ayer?
La verdad es que todos somos esclavos de nuestro ego. Tu ego constantemente te desafía en innumerables situaciones. Te encuentras en una reunión de trabajo sintiéndote abrumado por la necesidad de compartir tu conocimiento superior y tus ideas con el grupo, el cual claramente no entiende la situación tan bien como tú. O quizás estás conociendo a tus futuros suegros por primera vez. Ansioso por impresionarlos, interrumpes la conversación y divagas dando tu opinión acerca de la crisis política actual. O tal vez estás en un compromiso social y sientes miedo de decir algo que pueda hacerte ver como un tonto, así que mantienes tu boca cerrada y permaneces cerca de los canapés toda la noche.
En cada una de estas situaciones, tu ego está actuando debido al deseo de aprobación. Siente temor al rechazo, al fracaso o al quedar como estúpido. En esencia, tu ego es tu deseo de recibir para sí mismo. Nuestro propósito es trabajar para llegar a un punto más desinteresado, transformando ese deseo en un deseo de recibir para compartir.
Sin embargo, permitimos que nuestro ego tome la decisión por nosotros todo el tiempo. Nuestro ego es responsable cuando presumimos un auto nuevo o hablamos de otros en una reunión social. Pero nuestro ego también actúa debido a la inseguridad, instándonos a hablar o actuar para evitar que otros duden de nuestra inteligencia, de nuestras habilidades y de nuestros talentos. En cualquier caso, nuestro ego promueve el comportamiento impulsivo y reactivo.
¿Aún no estás convencido? Quizás estés permitiendo que tu ego tome las decisiones si te encuentras sintiendo remordimiento por tus acciones, atrapado en ciclos negativos de comportamiento o extremadamente preocupado por lo que otros puedan pensar. Considera la última vez que sentiste frustración, celos, inseguridad o resentimiento.
¿Pudiste permanecer en silencio cuando en realidad querías hacer una pataleta, pudiste permanecer neutral cuando querías actuar debido a los celos, o te empujaste a ti mismo a tomar el riesgo cuando te sentiste inseguro? Si la respuesta es afirmativa, ¡Genial! Si la respuesta es negativa, bueno, no seas tan duro contigo mismo. Ahora puedes ver dónde necesitas hacer el trabajo.
La verdad es que la mayoría de nuestro comportamiento es reactivo, pero existe una buena razón para ello. Sin momentos reactivos e impulsivos, no podríamos elevarnos por encima de esa conciencia y crecer espiritualmente. Ten en cuenta que ésta es una lucha constante, un empujar y jalar entre esclavo y amo. No hay días libres.
Éste es un trabajo importante. Al resistir el empuje de nuestro ego podemos conectarnos mejor con las personas en nuestra vida. El ego crea la ilusión de una división entre nosotros y los demás. Nos atrapa en un tipo de prisión, evitando que veamos la humanidad en otros y que sintamos empatía con sus experiencias, mientras nos volvemos extremadamente preocupados con las nuestras. Parte de nuestro trabajo espiritual en esta tierra es crear unidad con otros, derribar esas barreras para que podamos compartir con los demás.
Después de todo, como Karen Berg dice: “Ser esclavo de algo es negar el hecho de que eres parte del Creador”. Desvanece la necesidad de gratificar a tu ego y trabaja la empatía hacia otros.