Todos hemos escuchado que no es bueno juzgar otras personas. Aún así, la mayoría de nosotros juzgamos a los demás en cierta medida y, a su vez, hemos recibido críticas hirientes en algún momento. Pero la razón por la que no deberíamos permitirnos involucrarnos en juzgar a los demás no es solamente porque es poco amable, sino porque en realidad tiene un efecto negativo en nuestra vida.
No solemos reconocer que lo que pensamos, hacemos o decimos afecta nuestra experiencia de vida. La sabiduría de la Kabbalah enseña que atraemos aquello en lo que concentramos nuestra conciencia. Cuando vemos oscuridad en otras personas, despertamos esa oscuridad en nosotros mismos. Si hoy juzgaste a diez personas —ya sea por su comportamiento, sus decisiones, sus creencias o cualquier aspecto de su personalidad— has atraído diez elementos de oscuridad a tu propia vida. Cuanto más juzgas a los demás, más juicio atraes sobre ti mismo.
He aquí tres consejos para comenzar a juzgar menos y amar más:
1. Cuanto más espacio haces para la mejora personal, menos espacio queda para la crítica. Una persona que se dedica a trabajar en sí misma no tiene tiempo o energía para juzgar a otras personas.
Revisa tu semana después de que haya transcurrido: ¿cuántas veces pensaste o hablaste desde el prejuicio? Esos pensamientos críticos roban plenitud y satisfacción de tu propia vida. Por otro lado, ¿cuántos pensamientos o palabras amables compartiste?
Concéntrate en tu propio crecimiento espiritual, en ser una persona más generosa, atenta y dadora, y tendrás poco lugar para la crítica.
2. La manera en la que juzgas a los demás revela las áreas de tu vida que puedes mejorar. La crítica proviene de nuestra relación con nosotros mismos. Las personas a quienes juzgamos pueden ser como espejos que nos muestran aquello que no somos capaces o no estamos dispuestos a ver sobre nosotros mismos. Alguien que está verdaderamente satisfecho con su vida no tiene la tendencia a juzgar a otras personas. No puedes juzgar severamente a otras personas a menos que lo hagas contigo mismo, lo cual es mucho más doloroso.
Un hostigador en el patio de recreo molesta a otros chicos como un medio para evitar que lo molesten a él, a menudo debido a algún tipo de inseguridad. Incluso como adultos, inconscientemente, actuamos de esta manera. Juzgar a los demás es un medio para desviar la atención de cómo nos sentimos con nosotros mismos.
La buena noticia es que esto puede ayudarnos a crecer. Piensa en las personas que más juzgas. Pregúntate por qué estás juzgándolas y cómo eso refleja algo en tu interior. ¿Es inseguridad con relación a un aspecto de tu vida o quizá sea envidia por la carencia que sientes en algún área? Convierte los momentos de crítica en oportunidades para la autorreflexión. Esto no solo te ayudará a dejar de juzgar a los demás, sino que también te mostrará las áreas en tu interior en las que puedes crecer.
3. Pregúntate si estás ayudando realmente o si simplemente estás juzgando. Nunca nos falta material para juzgar a las demás personas. A veces, nos sentimos justificados. Tenemos un enorme deseo de decir algo fuerte y sin restricciones a fin de “ayudar”. Quizá creemos que estamos ayudando a alguien cuando, en realidad, solo lo estamos criticando y destruyendo.
Es difícil separar tus propios deseos de los de alguien más cuando crees que tú tienes la razón. En estos momentos, pregúntate: “¿Son de ayuda mis comentarios?” y “¿Lo estoy haciendo desde el interés genuino?”. ¡Sé sincero! Muy a menudo, verás que tu “consejo” y “experiencia” son simplemente formas de exhibir tu superioridad o menospreciar a alguien.
4. No te juzgues tan duramente, no puedes crecer sin fallar. Juzgar severamente no es algo que reservamos únicamente para otras personas. Con frecuencia somos más duros con nosotros mismos. Nos mortificamos cuando cometemos errores, criticamos la forma en la que nos vemos y actuamos, y nos comparamos con los estándares más imposibles. Solo los ángeles deben ser perfectos; como seres humanos, estamos destinados a tener vidas complejas y encontrar la Luz en los lugares más oscuros.
Nunca se puede aprender algo sin primero fallar en ello. Cuando un niño aprende a andar en bicicleta, no intenta hacerlo con gracia o perfección; está concentrado en aprender algo nuevo. Cada vez que se cae, se levanta; hasta que con el tiempo domina el arte. Lo mismo ocurre en todas las áreas de nuestra vida. Estamos destinados a cometer errores. Nuestro trabajo en este mundo es caernos y levantarnos, aprender del fracaso.
El error que cometemos es pensar que debemos tener vidas perfectas. Entonces, cuando cometemos un error, permitimos que nos derrote y no crecemos ni aprendemos. Nunca crecerás hasta que aceptes tus errores. Recuerda: tus peores momentos están justo antes del comienzo de los mejores.
Cambiar comportamientos prejuiciosos es el trabajo de toda una vida. Requiere práctica. Al concentrarte en la autorreflexión y mejora personal, puedes dar grandes pasos cada día para convertirte en una persona menos crítica. Cuanto menos juzgues, más feliz y plena será tu vida.