Los kabbalistas explican que hay tres maneras de conectarnos con las almas justas que dejaron este mundo y atraer su Luz: visitar su lugar de reposo, leer sus palabras de sabiduría o leer historias acerca de ellos. Con cada historia que leemos no solo atraemos la Luz que estas almas justas revelaron, sino también el regalo de la lección enseñada por el kabbalista.
Hace cientos de años, en Safed, vivía un mendigo desamparado que había llegado al final de su fuerza y un atareado panadero que se sentía distanciado del Creador. Desde la mañana hasta la noche, el mendigo intentaba recaudar dinero para comida y abrigo, apenas sobreviviendo. Horas antes del amanecer, el panadero trabajaba para preparar delicias horneadas, lo cual lo dejaba muy agotado al final del día como para orar y conectarse.
Un viernes en la tarde antes de Shabat, el panadero tomó dos hogazas de pan y las llevó al Salón de Guerra (sinagoga). Abrió el Arca y oró.
“¡Creador del mundo! Sabes cuán ocupado estoy. Trabajo todas las horas del día para sostener a mi familia y no tengo tiempo para estudiar u orar. Pero sé que has puesto una chispa divina en mi alma y quiero conectarme contigo y retribuirte algo. Horneé estas dos porciones de pan, y si las aceptas, sabré que puedo conectarme contigo a través de mi labor. Pondré todo mi amor y alegría en mi panificación y, a través de esta, compartir Tu Luz con los demás”.
El panadero se marchó con la esperanza en su corazón de que su oración sería aceptada.
Después de haber pasado hambre por días y perder la esperanza, el mendigo entró en el Salón de Guerra instantes después de que el panadero se hubiese marchado. Se arrodilló junto al Arca y oró.
“¡Creador del mundo! Estoy perdiendo la esperanza. Sé que hay una razón por la que estoy pasando por este desafío, pero no puedo hacerlo solo. Te imploro Tu ayuda. Por favor, provéeme alimento porque moriré de no tenerlo. No estoy listo para dejar este mundo, tengo mucho amor para dar y lo daré libremente. Por favor, ayúdame”.
El mendigo abrió el Arca y, para su sorpresa, ¡dentro habían dos hogazas de pan! Olían como recién salidas del horno, entregadas expresamente de manos del Creador. El mendigo estaba tan feliz que saltaba de alegría, dando gracias eufóricamente al Creador.
Después de la conexión de Shabat esa noche, el panadero se quedó para revisar si su oración y su pan habían sido aceptados. Estaba preparado para decepcionarse, ¡hasta que abrió el Arca y se emocionó al ver que las hogazas de pan habían desaparecido! Pasó todo el Shabat bailando y cantando con su familia y amigos. Esa semana la ciudad de Safed estuvo llena de mucha alegría.
La semana siguiente, el panadero volvió a hacer otra ofrenda al Creador. Espero que aceptes mi ofrenda esta semana también, pensó mientras se marchaba.
Momentos después, el mendigo regresó. ¡Las hogazas de pan del Creador milagrosamente lo habían mantenido lleno y satisfecho durante toda la semana! Pero ahora tenía hambre de nuevo y necesitaba el apoyo del Creador. Rogó para que el Creador le mostrase misericordia una vez más, y al abrir el Arca y encontrar dos hogazas más de pan recién horneado, saltó de felicidad.
Esto siguió de esta manera por veinte años, y todo este tiempo el panadero y el mendigo nunca se cruzaron en su camino hacia sus milagros semanales del viernes. Una semana, el cuidador del Salón de Guerra estaba tomando una siesta y escuchó la conmoción por parte del panadero. A escondidas observó cómo el panadero dejaba sus hogazas de pan y el mendigo entraba instantes después a recoger el regalo “del Creador”.
Esto es terrible, pensó el cuidador. No solo están poniendo comida en el Arca Sagrada, sino que esta estupidez es absurda. Los presentaré mutuamente para que puedan deshacerse del intermediario y simplemente compartir uno con otro.
La semana siguiente, detuvo al panadero y le dijo que esperase. Desde luego, el mendigo se presentó. El cuidador les explicó lo que estaba sucediendo.
“El Creador no está aceptando tu pan”, le dijo al panadero, “y el Creador no te está horneando comida”, dijo al mendigo. “Todo este tiempo ambos se han esquivado uno al otro por unos instantes. ¿Por qué simplemente no se ayudan mutuamente en vez de hacer un desastre en el Arca cada semana?”.
El panadero y el mendigo se marcharon desalentados después de esta conversación. Después de todos estos años, ¿y ni siquiera fue el Creador quien los estaba ayudando? Era tan solo una coincidencia. Al final no significaba que estuviesen conectados con el Creador. La magia había desaparecido y, con ella, la certeza de ambos.
El cuidador tuvo problemas para dormir esa noche. Rav Yitsjak Luria se le presentó en un sueño con un mensaje angustiante.
“Por veinte años hubo mucha alegría en los Mundos Superiores ante la simplicidad y la conexión que el panadero y el mendigo tenían. Ante su certeza. Ellos llevaron mucho amor a las personas a su alrededor. ¿Cómo pudiste decirles que era todo una coincidencia? ¿Quién más que el Creador crees que pudo arreglar para que, semana tras semana por veinte años, estos dos individuos nunca se cruzaran? Ahora se ha extinguido una gran Luz en el mundo. ¿Quién ha de revelarla ahora?”.
No todas las historias tienen finales felices, pero hay una lección valiosa para aprender de Rav Yitsjak Luria aquí. El Creador está en todo y en todos. Desde la hormiga más pequeña hasta la ballena más grande y desde las coincidencias más descabelladas hasta los eventos mejor planificados. Más importante todavía, dentro de nosotros hay un hogar para el Creador. Al igual que el mendigo y el panadero lo hicieron en su mayor momento de necesidad, nosotros debemos recordar que el Creador ya está en nuestro interior esperando que abramos la puerta.
Que el mérito de Rav Yitsjak Luria nos abra los ojos para ver al Creador en todo momento, situación, persona y coincidencia.