Cuando nos vemos a nosotros mismos de manera espiritual, acostumbramos ver los aspectos en los que tenemos que crecer y lo que tenemos que hacer, y queremos convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos. Pero la verdad es que no necesitamos convertirnos en una mejor versión de nosotros, necesitamos convertirnos en una persona completamente distinta. Este es un regalo de Shavuot y, por ende, un regalo que sigue presente en este Shabat Nasó.
Hay una sección en la Idrá Rabá que habla sobre esta gran revelación y, mientras la leemos, despertamos nuevamente para nosotros no sólo la Luz de la Idrá Rabá que fue revelada en este Shabat, sino también, para ser más específicos, la Luz de los grandes secretos que se nos dan en este Shabat.
Rav Shimón les dice a los compañeros: “Cuando es el momento de revelar Luz, cuando es el momento de cambiar, deben hacer a un lado todo lo que estuvo presente antes”.
Este es el primer paso para realmente recibir la Luz y los regalos de este Shabat; significa que para convertirnos en este nuevo ser tenemos que eliminar por completo todo lo que había antes que queríamos mejorar un poco. Rav Shimón continúa con una pregunta: “¿Por cuánto tiempo aceptaremos seguir en este bajo nivel de conexión?”.
"Convertirnos en personas nuevas que perciban, sientan, saboreen y vean la Luz en todo."
Y todos nosotros, si de verdad queremos recibir el regalo de Shavuot y este Shabat, tenemos que decir mentalmente que ya no estamos satisfechos con sólo ser una mejor persona o una mejor versión de nosotros mismos. Tenemos que querer convertirnos en una persona completamente diferente y no seguir aceptando quienes somos actualmente. Esto debido a que el potencial que realmente tenemos en nuestro interior, el secreto que está dentro de nosotros, es alguien a quien no podemos vislumbrar hoy en día.
Me gustaría compartir una historia del Baal Shem Tov que se relaciona con esta revelación. Su vida tuvo varias etapas, la primera parte de su vida (de donde proviene esta historia), estuvo oculta. Durante este tiempo, él viajó por el mundo, pero no permitió que nadie conociera su verdadera esencia o grandeza.
La historia cuenta que en el tiempo en el que él comenzó a enseñar y diseminar esta sabiduría, recibió un mensaje que decía que había una persona destinada a ser su estudiante y llevar más allá todo lo que él había revelado. El estudiante se llamaba Dov Ber de la ciudad de Mezritch, también conocido como el Maguid de Mezritch. Sin embargo, el Baal Shem Tov no sabía qué hacer porque este hombre destinado a ser su estudiante era muy sabio y había estudiado durante toda su vida, pero tenía, por así decirlo, un ego saludable. No había manera lógica para que esta persona, Dov Ber de Mezritch, se acercara a aprender del Baal Shem Tov.
Dov Ber de Mezritch tenía un problema persistente en su pierna. Los doctores no podían ayudarle, y su esposa le dijo: “He escuchado que hay un hacedor de milagros llamado el Baal Shem Tov. Quizá si te acercas a él, podría ser capaz de curar tu pierna”. Pero Dov Ber de Mezritch le dijo que él había aprendido, estudiado y orado toda su vida y que dudaba que este hombre fuese capaz de ayudarle.
Así continuó por meses. Su pierna siguió empeorando y su esposa siguió diciéndole que le diera una oportunidad. Aceptó luego de varios meses quejándose y viajó a donde vivía el Baal Shem Tov. Llegó en la mañana y fue a ver al Baal Shem Tov, quien le contó que hacía unas semanas estaba viajando con sus caballos y estaba preocupado porque tras haber viajado durante tanto tiempo quizá no podrían encontrar comida para el conductor de su carruaje, Alexi. Pero, gracias a Dios, casi al final del día pararon en un pueblo y encontraron comida para él.
Luego el Baal Shem Tov se despidió de Dov Ber de Mezritch, quien salió molesto de la habitación. Se dio cuenta de que no sólo este hombre no lo ayudaría sino que también pensaba que él era un tonto. Llegó la tarde y el conductor de Dov Ber de Mezritch le dijo que las condiciones eran muy peligrosas para dejar el pueblo en ese momento y que era mejor esperar a que amaneciera.
A las seis en punto, el asistente del Baal Shem Tov tocó la puerta de donde se estaba quedando Dov Ber y le dijo que el Baal Shem Tov lo quería ver. Dov Ber de Mezritch se dio cuenta de que tenía que quedarse allí el resto del día, así que pensó: “Está bien, me divertiré”. Así pues, regresó a donde el Baal Shem Tov otra vez y este le dijo: “Olvidé contarte que, en el mismo viaje del que te estaba hablando, también olvidamos empacar heno y me preocupaba no tener comida para los caballos tampoco. Pero, gracias a Dios, en el mismo pueblo que encontramos comida para Alexi también había heno para que comieran los caballos. Sólo quería asegurarme de que no había olvidado contarte eso”. Dov Ber regresó a su habitación, se preguntaba cómo alguien podría admirar a este hombre y verlo como un maestro o hacedor de milagros.
Cerca de la medianoche tocaron su puerta y nuevamente era el asistente del Baal Shem Tov, quien le dijo que este quería verlo. Dov Ber de Mezritch pensaba: “¿Qué? ¿Acaso no me dijo ya todos los detalles del viaje?”. Pero como aún estaba atrapado en el pueblo, decidió ir, y esta vez el Baal Shem Tov le preguntó que si alguna vez había estudiado los escritos del Arí, Rav Isaac Luria, el gran Kabbalista. Dov Ber de Mezritch respondió: “Por supuesto, lo he estudiado toda mi vida”.
El Baal Shem Tov tomó uno de los libros, el Ets Jayim, de Los escritos del Arí, y le pidió que leyera y explicara una sección. Dov Ber comenzó a leer una sección que había estudiado durante toda su vida. La leyó lentamente para que el Baal Shem Tov pudiera entenderla, y le dio una larga y lenta explicación.
A la mitad de su explicación, el Baal Shem Tov le quitó el libro a Dov Ber de Mezritch y le dijo que todo lo que él había dicho era absolutamente incorrecto. Luego el Baal Shem Tov comenzó a leer el Ets Jayim y, mientras decía las palabras, Luz entraba a la habitación. Mientras decía los nombres de los ángeles que mencionaba el Arí, los ángeles comenzaron a entrar a la habitación. Cuando esto ocurrió, Dov Ber se desmayó.
El Baal Shem Tov cerró el Ets Jayim, el libro de Los escritos del Arí, y lo regresó al estante. Le dijo a Dov Ber de Mezritch: “Has estudiado durante toda tu vida, tienes toda la información, pero todo tu trabajo y conocimiento no tienen alma. Todo el trabajo que haces y la información que recolectas no significan nada si no eres capaz de inyectarles Luz”.
Y esta es la manera en la que el Maguid de Mezritch se convirtió en el primer y principal estudiante del Baal Shem Tov.
De esta historia recibimos la comprensión de qué es lo que tenemos que cambiar sobre nuestra vida espiritual. Tenemos que pedir que nuestro trabajo no sea como el que hizo el Maguid de Mezritch antes de conocer al Baal Shem Tov. Debemos preguntarnos: “¿Cuánta Luz saboreamos en nuestro trabajo, en nuestras conexiones?”. Si nos sentimos bien con nuestra vida espiritual y nos parece agradable sólo saborear un poco más o ver un poco más de la Luz, entonces no la recibiremos. Tiene que ser una necesidad, debemos llegar a un estado en el que digamos: “No estoy satisfecho y no lo estaré hasta que realmente pueda saborear la Luz”.
Recuerda, este regalo se nos dio en Shavuot. Sin embargo, para manifestarlo, es decir, para verdaderamente traerlo a nuestra vida, no podemos aceptar lo que había antes. No queremos que este Shabat tan sólo contribuya con quienes éramos. Queremos ser una persona completamente nueva que percibe, siente, saborea y ve la Luz en todo.