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Diciembre 1, 2014
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“Si no sentimos el dolor de los demás y nos sentimos bien mientras todo esté bien para nosotros, no podemos estar conectados con la Luz del Creador”. -Michael Berg

Todo el tiempo cometemos errores, pero de vez en cuando cometemos grandes errores. En momentos como esos, sentimos pena o arrepentimiento y deseamos entendimiento de aquellos quienes nos rodean mientras pasamos por un momento difícil. Sin embargo, cuando vemos que otros cometen grandes errores, no siempre somos tan generosos de corazón. A algunos de nosotros nos cuesta mostrar compasión, estamos divididos entre la empatía y el juicio. La tentación de señalar las fallas de alguien o sus errores es grande aunque no tengamos malas intenciones. La palabra schandenfreude describe esta sensación de manera exacta: una sensación de placer derivada de los problemas de otra persona.

Aunque no siempre estemos conscientes de que nos da placer el infortunio de los demás, esa sensación puede inhibir nuestra respuesta hacia ellos, impidiéndonos sentir el dolor o la incomodidad que ellos sienten. Es difícil sentir la pena de los demás, por eso le vemos el lado bueno a las cosas. “Bueno, al menos no te…” o “Pudo haber sido peor…” pero eso no es lo que las personas necesitan oír. Este tipo de respuestas está pensada para hacer sentir mejor, pero no posee un sentimiento real. Nuestra falta de conciencia alimenta la desconexión en lugar de disminuirla y hace que los demás no se sientan nada mejor.

Nosotros somos más amables, más sensibles y fuertes cuando somos capaces de, emocionalmente, ponernos en la posición de alguien, en ese lugar difícil, de caminar en sus zapatos. La mayoría del tiempo la gente no espera que alguien arregle sus problemas. Sólo quieren ser escuchados. En lugar de intentar mitigar sus sentimientos, intenta decirles “¡Qué situación tan difícil! Te escucho y estoy aquí”. Al hacerlo, les hacemos saber que estamos realmente presentes. Las personas que pasan por situaciones difíciles necesitan conexión ante todo.

Según Michael Berg, “Cuando vemos que los demás pasan por situaciones difíciles, necesitamos sentir como si fuesen nuestras”. Este no es un ejercicio para ser más espirituales, es algo necesario para quitar el velo ilusorio que nos separa de los demás. Al hacerlo, les ofrecemos comprensión, una opción vulnerable, porque para conectarnos con alguien en problemas tenemos que conectarnos con el lugar en nuestro interior que conoce esa sensación.

Imaginar el dolor de los demás nos lleva a de pronto saber lo que necesitan y eso favorece una conexión con esa persona. Michael continúa explicando que “ese proceso refleja nuestra conexión con la Luz, entre más cerca estemos de sentir a quienes nos rodean, más nos acercamos a la Luz”.

Ocasionalmente, cuando otros comparten con nosotros, tenemos la oportunidad de ayudarles a aprender de sus errores. La comprensión hace la diferencia entre ayudar a alguien a tomar un mejor camino o aumentar su dolor. Michael Berg señala “Debemos preguntarnos si sentimos placer al decirle sus fallas a una persona o sentimos dolor. Nuestra acción será la misma en ambos casos. Les diremos exactamente lo mismo y de la misma manera, pero la diferencia es cómo nos sentimos en nuestro interior. ¿Somos comprensivos o sentimos placer con su incomodidad? La persona que verdaderamente ama a los demás, sentirá su dolor”.

La manera en la que le respondemos a la gente cuando está en dificultades es precisamente la misma energía que llamamos a nuestra vida cuando nos vemos en una situación similar. Si lo que buscamos es compasión y entendimiento, eso es lo que debemos compartir con otros. Sin conciencia, nos arriesgamos a terminar como arrogantes o moralistas cuando otros comenten errores, un juicio que seguramente se nos regresará cuando nos encontremos en esa situación. Al mostrar comprensión y sentirnos con la gente, podemos aliviar la incomodidad de los demás y traer Luz al mundo.


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