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Ir (o no ir) con audacia a donde pertenecemos

Monica Berg
Febrero 28, 2022
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“La verdadera pertenencia no exige que cambies quien eres. Exige que seas quien eres”. — Dra. Brené Brown

En su libro Braving the Wilderness, la Dra. Brown describe la pertenencia como la práctica de creer y pertenecer a uno mismo lo suficiente como para “encontrar santidad tanto en ser parte de algo como en estar solo en el desierto”. Pertenecer es, en este sentido, un audaz acto de valentía. Si bien a veces puede significar hacer lo que más tememos, otras veces, la verdadera valentía significa NO hacer (o pensar o apoyar o decir) lo que otros esperan de nosotros. Este es el desierto en el que nos adentramos valientemente solos, a pesar de las burlas, las risas o los lobos salvajes que nos instan a renunciar a nuestras mejores inclinaciones.

Al igual que la felicidad y otros objetivos de crecimiento personal, el valor es un trabajo interno. No proviene de ser empujados o presionados. Desde nuestros primeros pasos como niños pequeños (porque, ¿qué acto es más valiente que tambalearse sobre pies inexpertos?), nos levantamos y avanzamos cuando estamos preparados. La autora Glennon Doyle recuerda la historia de una mujer que presenció cómo una familia presionaba a uno de sus hijos para que saltara al agua desde un acantilado. La presión era implacable mientras todos gritaban: “¡Salta! Salta!”. La lucha interna del niño era palpable y molestó profundamente a la mujer. Por el contrario, Doyle compartió otra historia entre padres e hijos que era muy diferente. En este caso, se oyó a una niña expresar su ansiedad por “tener que subirse a una montaña rusa” en una próxima salida al parque. El padre le respondió: “No olvides que si decides subir a la montaña rusa mañana, eso es valiente; pero si decides no subir a la montaña rusa, eso también es valiente”.

Yo también he experimentado las dos caras de la moneda de la valentía. Ha habido algunos que han intentado silenciar mi voz, hacerme sentir pequeña y callarme. Si les hubiera hecho caso, no estarías leyendo este blog; ¡ni yo estaría hablando o escribiendo o compartiendo mi amor por la Kabbalah con el mundo! Pero no los elegí a ellos; me elegí a , aunque a veces esas voces parecían más fuertes y poderosas que la mía. Tenía un profundo conocimiento, arraigado en la conexión con el Creador que he sentido desde la infancia, de que había un potencial sin alcanzar dentro de mí. Y la única forma en que podía esperar revelarlo sería subiendo mi propio volumen.

No ocurrió de golpe. Durante años trabajé detrás de un escritorio, escribiendo textos de marketing para atraer a personas a los estudios de Kabbalah. Mientras tanto, anhelaba conectarme de una manera diferente, usar mi voz y mi aprendizaje más allá del marketing. Quería ayudar a los demás a expandir su conciencia, ayudarlos a encontrar su propia valentía. Una vez más, los detractores me dijeron que no podía hacerlo. Incluso después de haber empezado a compartir mi mensaje, me dijeron que me hiciera más pequeña para que la gente se sintiera más cómoda a mi alrededor. (Lo hice hasta que dejé de sentir entusiasmo por levantarme a la mañana.) Ahora comparto a través de muchos canales diferentes, y todo porque elegí lo que me funcionaba y lo que no, en lugar de permitir que la falta de fe de otros dirigiera mis acciones.

Según el Dr. Colin Torney, de la Universidad de Glasgow, “el desafío [radica] en evaluar las creencias personales cuando se contradicen con lo que hacen los demás”. La investigación de su equipo en la Universidad de Exeter demostró que los seres humanos confiamos cada vez menos en nuestros propios instintos y, por tanto, nos dejamos influir más fácilmente por los pensamientos y comportamientos de los demás. En un segundo estudio, dirigido por el Dr. Jens Krause de la Universidad de Leeds, se pidió a los participantes que “deambularan” por una zona determinada. ¿Los resultados? Solo se necesita un 5 % de la multitud para cambiar la dirección del grupo. El 95 % restante simplemente lo sigue, sin siquiera darse cuenta.

Cuando las decisiones individuales pasan a un segundo plano frente a las de la multitud, nos olvidamos de quiénes somos, lo que puede ser perjudicial y hasta peligroso (¡todos conocemos la presión grupal y las turbas enfurecidas!). Ser valiente significa escucharnos a nosotros mismos, en lugar de definir la valentía según la definición de alguien más. Como dijo Doyle, “‘ser valiente’ significa vivir de adentro hacia fuera. [Significa] volverse hacia adentro, sentir el conocimiento y hablarlo en voz alta”.

La Kabbalah enseña que este “conocimiento” es un espacio al que todos podemos acceder. Para llegar a él, tenemos que dejar de lado el rugido de la multitud, por grande o pequeña que sea. Allí se encuentra el centro silencioso y oculto que a menudo es esquivo en nuestras ocupadas vidas. Algunos piensan que es la sabiduría del Creador que nos habla a nosotros y a través de nosotros. Otros lo llaman nuestra brújula interna. Sea cual fuere el nombre, cuando lo escuchamos, sabemos lo que es correcto para nosotros. Sabemos si debemos decir “sí” o “no”, si debemos hacer una pausa, cambiar de rumbo o seguir adelante. Lo sabemos, incluso cuando esa otra voz —la alimentada por el exterior— nos hace cuestionar y juzgarnos: “No seas cobarde”, puede decir, o “¿Qué te pasa? Nunca pertenecerás si no lo haces (o si lo haces)...”.

En su libro Hábitos de alto impacto, Brendan Bruchard dice que la valentía comienza con “reconocimiento de la lucha”. Una vez que reconocemos que estamos luchando con una decisión, un pensamiento o una acción, podemos procesarla constructivamente. He aquí algunos pasos para invocar tu valentía interior:

· Empieza por silenciar las voces externas (aunque estén cerca).

· Encuentra tu centro de tranquilidad; sintoniza con ese “conocimiento” interior.

· Pregunta qué es verdaderamente lo mejor para todos los implicados.

· Escucha la respuesta y actúa en consecuencia.

Esa orientación universal ha llevado a muchos a realizar cambios positivos, hasta históricos, en el mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el médico Desmond Doss se negó a usar armas, alegando su estricta adhesión religiosa al mandamiento “No matarás”. Cuando su unidad fue atacada en la cima de una colina, se negó a asumir la pérdida. Corriendo desarmado en medio de un intenso fuego, montó una camilla y bajó a decenas de heridos para ponerlos a salvo. Su valentía estuvo tanto en el hacer como en el NO hacer. Salvó 75 vidas sin usar un arma. (¡No es de extrañar que Doss recibiera posteriormente la medalla de honor por sus acciones!). Muchos otros, también, se han mantenido firmes contra las presiones sociales, políticas y personales. Algunos han sido rechazados o castigados. Sin embargo, todos fueron y son héroes por su compromiso con su propia autenticidad.

Cuando nuestro hijo Josh nació con síndrome de Down, hubo personas que sugirieron que yo no podría manejar su diagnóstico y que, en consecuencia, no sería capaz de criarlo. Abandoné esas voces inmediatamente. En lugar de aceptar esa falsa narrativa de lo que NO podía hacer, invertí en una positiva. Me centré en el potencial que veía en mí misma como madre amorosa y en Josh como un ser humano productivo y hermoso en el mundo. En mi sudadera favorita se lee: “Subestimarme será divertido. Te animo a que lo hagas... eso me motiva”. En otras palabras, soy un trabajo en progreso, como lo somos cada uno de nosotros. ¡Y para hacer ese trabajo se necesita tanto valentía como audacia!

Un precepto común en los círculos espirituales y religiosos es “Ama a tu prójimo como a ti mismo”... o, cuando se invierte, “Ámate a ti mismo como a tu prójimo”. Porque cuando valoramos nuestros propios puntos de vista y nuestros deseos más genuinos, nos pertenecemos primero a nosotros mismos. Desde aquí, somos capaces de actuar desde un lugar más profundo y auténtico.

Así que... solo puedes decidir si quieres subirte o no a esa montaña rusa, apostar por ese cambio de carrera o saltar del muelle. Lo que menos importa es el camino que decidas tomar. ¡Lo que más importa es que la decisión —ya sea que inspire un aplauso estruendoso o un silencio absoluto— te acerque a la mejor y más auténtica versión de TI!


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