Estás conduciendo camino a tu trabajo y un automóvil se te atraviesa en la vía, inmediatamente juzgas al conductor y dices: ¡Qué egoísta! Un niño pequeño arma un berrinche en el supermercado, ves a su madre y piensas: ¡Le falta carácter! Un compañero de trabajo comete un error por descuido y asumes: ¡No tiene sentido común!
Nuestro ego hace que todos los días juzguemos a los demás. Esto ocurre ya sea que estemos conscientes de ello o no. Cuando interactuamos con otros evaluamos en silencio su moral, sus ideas y sus acciones porque tenemos envidia, necesitamos sentirnos superiores o porque simplemente nos molestan sus acciones.
Criticar a los demás nos hace sentir mejores con nosotros mismos, pero eso realmente no nos conduce a ningún lado. No nos ayuda a crecer, no fortalece nuestra conexión con otras personas y no trae más Luz a nuestra vida. El juicio es una trampa emocional que alimenta el ego y nos roba la oportunidad de construir cosas positivas a nuestro alrededor. Karen Berg dice: “La verdad es que, en el minuto en el que caemos y juzgamos a otros, a nosotros mismos o a la situación que enfrentamos, perdemos la oportunidad para ver y actuar de forma inmediata ante la oportunidad de reconectar con la Luz”. Pero al dirigir nuestros pensamientos hacia lo positivo, podemos romper con el hábito de juzgar a los demás y abrirnos al crecimiento espiritual.
Observa cómo te sientes cuando alguien recibe reconocimiento por su trabajo duro. ¿Te sientes genuinamente feliz por esa persona o resalta las fallas que percibes en ti? Los celos pueden surgir cuando otras personas tienen algo que nosotros queremos y, para sentirnos mejor al respecto, juzgamos los métodos por los cuales lo obtuvieron. Cuando esto suceda, pregúntate si has trabajado lo suficientemente duro o has sido lo suficientemente proactivo para alcanzar tus sueños. Este tipo de comparación puede ser una motivación poderosa.
Los celos forman parte de la naturaleza humana. Sin embargo, nosotros controlamos si caemos en esos pensamientos y sentimientos negativos o si utilizamos la situación para impulsarnos hacia adelante para alcanzar aquello que anhelamos. De acuerdo con Karen Berg: “Cuando podemos ver nuestra realidad a través del lente de la responsabilidad personal en lugar de hacerlo a través del lente del juicio y la culpa, obtenemos la capacidad para liberarnos de las influencias del karma que hacen que repitamos los mismos patrones una y otra vez”. La próxima vez que sientas envidia cuando alguien ha recibido una bendición, intenta felicitarlo; incluso si es incómodo para ti.
Luego pregúntate cómo puedes sembrar semillas para futuras bendiciones en tu propia vida.
Cuando nos comparamos con alguien más, podemos comenzar a sentir que tenemos muchas deficiencias. Surgen sentimientos negativos y puede que comencemos a acostumbrarnos a buscar las fallas de los demás. Sin embargo, juzgar los talentos naturales, las características o las bendiciones de otra persona nos lastima más a nosotros al final. Si bien esto puede hacer que nos sintamos bien a corto plazo, hacerlo impide nuestro crecimiento y obstaculiza la transformación espiritual.
Haz un esfuerzo consciente por dirigir tu atención hacia los aspectos positivos. Busca el bien en los demás. Al cambiar tu costumbre de juzgar por el hábito de ver el bien en todas las cosas, será más fácil que detengas tu ego antes de que comience a actuar. También es importante recordar que cuando tenemos la costumbre de juzgar a otras personas, es muy probable que también nos juzguemos muy duro a nosotros mismos.
Conectar con otros y diseminar positividad siempre debería ser nuestra meta.
Michael Berg dice: “Estar plenamente conscientes de nuestras propias intenciones y motivos ya es bastante difícil, entonces ¿cómo podemos evitar juzgar la vida de otra persona?... Si comprendemos que nuestro entendimiento del mundo espiritual es limitado, resulta tonto imaginar que podemos ver a través del intrincado universo espiritual para observar los misterios del destino de otras personas”. Cada individuo debe recorrer su propio camino de vida, el cual naturalmente tiene éxitos y fracasos únicos. Cuando dejamos de juzgar a otros, abrimos espacio para nuestra propia transformación.