La duda no es un tema existente en el mundo animal. Un ave aprendiendo a volar nunca considera la posibilidad de que podría caer, de que tal vez no se elevará por encima de los árboles. El ave simplemente sigue el curso de la naturaleza, expande sus alas y se lanza. En las primeras horas de vida, un potrillo dará sus primeros pasos sin siquiera preguntarse si tendrá éxito o no. Puede caer una docena de veces, pero al final un potro saludable caminará y galopará al lado de su madre. Los animales no se reprimen por la duda. Ellos están programados para la supervivencia.
Parece que los bebés humanos comienzan con la misma determinación para crecer y cambiar. Si bien toma considerablemente más tiempo para que un bebé dé sus primeros pasos, un niño que nace sin ninguna limitación física al final caminará, correrá y saltará sin importar cuántas veces pueda caer en el proceso de aprendizaje. Sin embargo, ¿por qué comenzamos a dudar de nuestras habilidades a medida que crecemos?
En el capítulo bíblico Shemot, Dios le habla a Moisés a través de un arbusto en llamas y le dice que lo ha escogido para poner fin al sufrimiento de los israelitas y para que los guíe en la salida de Egipto. Moisés protesta presentando todo tipo de razones del por qué no es apto para el trabajo. En su apelación final a Dios, Moisés manifiesta su impedimento para hablar, un detalle del cual Dios está muy consciente. La fe de Dios en Moisés no es suficiente para inicialmente inspirar confianza en él. Moisés duda que pudiera ser apto para la gran tarea que Dios pone delante de él y protesta. Continúa resistiéndose incluso después de que el Creador le aseguró que guiaría su discurso para que no fuera afectado al momento de pronunciar las palabras de Dios.
Con la guía del Creador, Moisés se transformó de un pastor al más grande líder que la historia ha conocido.
Cada uno de nosotros tiene el potencial de realizar grandes saltos hacia la transformación. Sin embargo, la duda en nosotros mismos impacta de manera negativa nuestra habilidad para crecer. Como Michael Berg señala: “La duda siempre se presentará a sí misma como una opción. De hecho, mientras más grande sea el milagro, más espacio habrá para la duda”. Nuestro propósito en la vida es crear un cambio y hacer del mundo un mejor lugar, no es una tarea pequeña. Así que, ¿cómo alcanzamos esto cuando enfrentamos la falta de fe en nosotros mismos?
Mantén la certeza
Nuestra fe en nosotros mismos comienza con nuestra certeza en la Luz del Creador. A pesar de cuánta oscuridad puede estar rodeando la situación, recuerda que la vida no se trata acerca de obtener lo que quieres; se trata acerca de obtener lo que necesitas. Así que, ¿tu jefe te pidió que realizaras una presentación en el trabajo y los discursos en público te ponen nervioso? Esto podría ser más que sólo una asignación laboral, podría ser precisamente el obstáculo que estás destinado a superar para crecer espiritualmente. “Cuando nuestra experiencia y nuestros conceptos preconcebidos no concuerdan, le abrimos la puerta a la duda”, dice Michel Berg. “Pero cuando nos vemos a nosotros mismos cediendo ante esa duda, podemos recordar la porción de Shemot. Podemos recordar a Moisés y beneficiarnos tanto de sus errores como del milagro de libertad que pudo traer a su pueblo”. Aparta los nervios y da todo de ti. Puede que te sorprendas a ti mismo.
Resiste la negatividad
Tu propia negatividad puede que sea el aspecto más difícil de combatir. Podemos ser nuestros críticos más duros y nuestros peores enemigos si permitimos que la duda en nosotros mismos tome el control. Cuando sientas que la negatividad comienza a escabullirse en ti, contraataca con compasión. Cambia el hablar de manera negativa sobre ti mismo por palabras de bondad. Recuérdate a ti mismo tus fortalezas y cualidades positivas. Como Michael Berg sugiere: “En cualquier momento en el que tengamos dudas acerca de lo que podemos hacer (dudas acerca de nuestro mérito o en nuestra habilidad de ayudarnos a nosotros mismos y a otros) sólo necesitamos pensar en Moisés. Si realmente entendemos esta enseñanza, veremos que estamos aptos para la tarea. Ninguna limitación debería hacernos pensar que no somos suficiente, cada uno de nosotros, incluso cuando la habilidad para comunicarnos está comprometida, puede convertirse en uno de los más grandes líderes de todos los tiempos”.
Rodéate de Luz
El entusiasmo es contagioso, así que cuando tengas problemas para armarte de valor y de positivismo para vencer la duda en ti mismo, acércate a aquéllos que más hacen brillar la Luz en este mundo. No estamos destinados a pasar solos por los desafíos. Los amigos y la familia pueden ser tremenda fuente de positivismo y pueden darnos fortaleza cuando más lo necesitamos. Exponer tus dudas sobre ti mismo ante otros puede ayudar a dispersarlas y te da un mejor sentido de perspectiva. Involúcrate en actividades que te generen alegría y realización. Al cambiar positivamente la energía a nuestro alrededor podemos comenzar a tener más confianza en nuestras acciones y en nosotros mismos.