Hace unos años, estábamos en un viaje junto con otra familia. Los adolescentes estaban tomando lecciones de surf con un instructor y mi hijo mayor, David, nos preguntó si podía acompañarlos. Él tenía solo once años en su momento y mi esposo, Michael, no estaba muy contento con la idea porque David no era muy bueno nadando. Encima, David es acuario y, como verdadero acuario, sobreestimaba sus capacidades. Pero nos asomamos por la ventana y las olas estaban calmas. Además, estaría con un instructor todo el tiempo, así que lo dejamos ir.
"El asunto con la certeza es que tenemos que seguir fortale- ciéndola."
Una hora después, de casualidad veo por la ventana y las olas no estaban calmas. Bajamos a la playa, que quedaba a veinte minutos en auto, para supervisar a David. Cuando llegamos, el instructor dijo que hacía un buen rato que no lo veía. Una inspección rápida por la arena no logró calmar nuestra preocupación. Lleno de pánico, Michael corrió por toda la playa gritando el nombre de David. Yo, por otro lado, comencé a reírme.
Sí, es cierto. Mientras mi esposo corría por toda la playa gritando como un desquiciado, yo tenía las manos en la panza de lo mucho que me reía. Sé que suena insensible de mi parte. Intenté acompañarlo a buscar a David, pero me estaba riendo demasiado como para ir muy lejos.
Me reía y me reía, no por irrespetar la experiencia de Michael o porque no viera el riesgo potencial de la situación. Cuando Michael relata la historia, casi ocho años después, él ve que yo me reía porque mi alma había alcanzado un nivel de certeza que simplemente no me permitía entrar en pánico. Así que cuando surgen estos momentos, me río. De forma automática y sin ninguna manera de detenerme.
Mi maestro y mentor, Rav Berg, enseñaba que el caos es una decisión. Esto, por supuesto, no significa que no deberíamos sentir la frustración, la dificultad o el dolor de la pérdida. Después de todo, somos humanos. Certeza no es lo mismo que apatía. El objetivo es tener una certeza tan fuerte en el plan del Creador que aceptemos las situaciones difíciles con una calma inquebrantable. En cada momento tenemos una decisión: entregarnos al caos o aceptar la lección. Cuando tenemos certeza, podemos ver el crecimiento espiritual que nos espera del otro lado de la incomodidad.
"El único aspecto remanente de nuestro trabajo espiritual es crear certeza. ¡Crear un entorno en el que podamos recordar que nuestra conciencia está en control!” – Rav Berg
El asunto con la certeza es que tenemos que seguir fortaleciéndola. Una vez que hemos consolidado una fe auténtica en la Luz del Creador, tenemos que trabajar para mantenerla viva. Tener certeza no significa que hemos aceptado una invitación para flotar por la vida sin preocupaciones. Sin lugar a duda, seguiremos encontrando dificultades. Y cuando suceda, podemos tener todo tipo de sentimientos. Hasta podemos decir: “Esto no me gusta para nada”. Sin embargo, también podemos avanzar sabiendo que todo es precisamente como debería ser. La vida nos seguirá arrojando desafíos. Las preguntas que necesitamos recordar son: ¿qué debo aprender de esta dificultad? ¿Qué me está intentando decir el Creador? ¿Cuál es la oportunidad aquí?
Rav Berg dijo: “El único aspecto remanente de nuestro trabajo espiritual es crear certeza. ¡Crear un entorno en el que podamos recordar que nuestra conciencia está en control!”. David estaba considerablemente alejado del área en el que había comenzado. Estaba divirtiéndose muchísimo y no tenía idea de lo que nosotros habíamos pasado. Como padres, la intensidad con la que amamos a nuestros hijos nos hace vulnerables a muchos momentos de “sobresalto” al día. La certeza ayuda a calmar la preocupación y nos da claridad cuando la vida nos ofrece caos. Nos libera del miedo a fin de que podamos mantenernos abiertos a las lecciones que debemos aprender. Hay un plan superior en funcionamiento, uno que quizá no se asemeje al nuestro. Confía en que el proceso es el propósito.