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Compasión antes de juzgar

Centro de Kabbalah
Mayo 3, 2016
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Cada día encontramos oportunidades para ayudar. El hombre delante de ti en la oficina de correos deja caer algo, un desconocido en la acera se tropieza o una madre hace malabares para cargar a su hijo y abrir una puerta. Cuando nos sentimos particularmente abiertos, intervenimos para ayudar. Pero hay momentos en los que no lo hacemos. La mayoría de nosotros ni siquiera puede especificar una razón por la cual no asistimos a otras personas.

Dudamos en hacerlo pensando que quizá ofrecerles ayuda los avergonzará. O tal vez nos convencemos de que realmente no necesitan nuestra ayuda después de todo. En otros casos, nos negamos a tender una mano porque en silencio juzgamos a la persona.

Puede que no estemos conscientes de esto cuando ocurre. El momento llega y se va tan rápidamente que nuestra mente se concentra en otras cosas sin realmente pensar en la situación. Sin embargo, parte de nuestro trabajo espiritual es reconocer nuestra tendencia a evitar ayudar, entender por qué nos comportamos de esta forma y dar los pasos para convertirnos en individuos más generosos, compasivos y dadores. Un desconocido se tropieza y se cae, pero se levanta y sigue adelante. Pensamos: “Bueno, no necesitaba ayuda. Esa persona está bien”. Puede que esto sea cierto, pero ya sea que la persona se haya lastimado o no, la oportunidad de conectar con alguien y mostrar compasión se presentó.

Pregúntate qué clase de persona quieres ser. ¿El tipo de persona que preguntará “¿Estás bien?” o el tipo de persona que seguirá su camino alejándose de la situación?

“Es mucho más fácil buscar qué está mal en una persona o situación que buscar lo que está bien”, dice Karen Berg. Cuando vemos que alguien tiene necesidad, podemos enredarnos en el juicio, sopesando si se merece la ayuda o no. No es nuestro trabajo analizar sus decisiones o qué fue lo que ocasionó la serie de circunstancias lamentables. Nuestra obligación espiritual es simplemente ayudar.

Karen Berg pregunta: “¿Por qué cuando alguien cercano necesita nuestro apoyo, tiempo, cuidado o perdón, nos cuesta tanto darlo? Calculamos y decimos: ‘¿Esta persona lo merece? ¿Qué ha hecho por mí últimamente? ¿Podrá pagarme el favor en la misma proporción?’.

Pensamos de esta manera porque somos humanos y juzgamos. Naturalmente primero vemos lo que está mal en los demás, incluso en nuestros seres queridos, antes de ver lo que está bien en ellos”.

Estar conscientes de nuestros prejuicios puede hacer que dirijamos la lupa hacia nuestro propio comportamiento y generar el mayor de los cambios. Juzgamos a otras personas porque sentimos celos, somos reactivos o nuestro ego se interpone. Sentimos envidia, que somos superiores a los demás o simplemente sentimos que las acciones de alguien más nos molestan.

Todas estas son trampas emocionales que pueden hacer que emitamos juicio. Criticamos a una persona (consciente o inconscientemente) para sentirnos mejor acerca de nosotros mismos. Y cuando lo hacemos, debilitamos nuestra conexión con la Luz del Creador. Es de humanos sentir un pinchazo de celos ocasionalmente, pero es nuestra elección entretenernos con emociones y pensamientos negativos, o utilizar la situación como combustible para hacer cambios en nuestra vida.

El juicio puede surgir cuando no nos gusta el comportamiento de otra persona. Pero es importante tener presente que dicho comportamiento es a menudo paralelo al nuestro. Seguimos las mismas actitudes y comportamientos que aborrecemos en los demás, aunque no lo veamos en nosotros mismos. Tienes mucho más en común con aquellos que necesitan ayuda de lo que piensas.

El juicio nos separa. Nuestra meta debería ser siempre conectar con otras personas y mostrar compasión. Cada individuo debe recorrer su propio camino en la vida, el cual naturalmente viene acompañado desafíos particulares. Como Michael Berg dice: “Estar plenamente conscientes de nuestras propias intenciones y motivos es lo suficientemente difícil, entonces ¿cómo podemos juzgar la vida de las demás personas? Si aceptamos que nuestro entendimiento del mundo espiritual es limitado, es tonto imaginar que podemos ver a través de la complejidad del universo lo suficiente como para penetrar en los misterios del destino de otra persona”. Nuestra meta debería ser siempre ayudar con compasión, generosidad de corazón y sin juicio.


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