El Shabat y la lectura de Nasó tienen muchos aspectos importantes, pero hay una enseñanza que me emociona compartir porque se relaciona con una sección del Zóhar que creo que para la mayoría de nosotros es relativamente esotérica; es una sección que no suele ser entendida, ni siquiera en su nivel más literal o básico.
Parte de la lectura de la porción Nasó tiene que ver con la construcción del Mishkán, el Tabernáculo, el lugar del que los israelitas, y el mundo, recibirían toda su Luz. En su momento, todos los israelitas, excepto doce personas, participaron en su construcción. Estas doce personas eran los doce líderes, los jefes, de cada una de las doce tribus. Ellos se dieron cuenta de que perdieron la oportunidad de formar parte de un proceso maravilloso y, por lo tanto, tenían que hacer algo. Así pues, está escrito que los doce líderes, los doce jefes, se reunieron y le llevaron un regalo a Moshé destinado a usarse en el Tabernáculo.
Moshé les dijo qué llevar o qué construir a todas las demás personas que participaron en la construcción del Mishkán; todo fue ordenado por el Creador a los israelitas por medio de Moshé. Todos seguían órdenes. Sin embargo, los doce líderes no estaban siguiendo a Moshé. Ellos tenían su propia idea: llevar seis carretas cubiertas y doce toros que las guiaran, dos toros por carreta.
El Tabernáculo era erigido por completo cuando los israelitas permanecían en un lugar, pero cuando se levantaban para irse, tenía que ser desmontado y los levitas debían cargar las piezas. Por eso, la idea detrás del regalo de los doce jefes era ayudarlos a cargar dichas piezas por el desierto. Como podemos imaginarnos, las paredes del Mishkán, el Arca, la mesa, etc. eran muy pesadas, hechas de oro, madera y plata.
No obstante, Moshé no sabía qué hacer cuando los doce líderes llevaron estos regalos porque el Creador no le había dicho que eran necesarios o importantes, en consecuencia, dice inicialmente: “Yo no les pedí esto, Dios no les pidió esto, no lo puedo aceptar”. Pero en el versículo siguiente, de repente Moshé recibe una revelación del Creador. El Creador les dice que acepte las seis carretas y los doce toros, pero con una advertencia. Dice que hay tres grupos de levitas, tres partes de una misma tribu, el linaje que viene de Guershón, Kohat y Merarí, y todos ellos están destinados a cargar partes diferentes del Mishkán mientras viajan por el desierto.
Así pues, Moshé recibió las seis carretas y los doce toros y los dividió entre los levitas de la siguiente manera: a los guershonitas les dieron dos carretas y cuatro toros para que cargaran un pedazo del Mishkán, y las otras cuatro carretas y ocho toros fueron entregados al grupo descendiente de Merarí. Esta es quizá la parte más importante de esta sección; Moshé, al parecer dirigido por el Creador, dijo que el grupo de Guershón y el grupo de gente que carga las partes externas del Mishkán podía tener las carretas para facilitar su trabajo. Pero dijo que el tercer grupo, el grupo de Kohat, el que debía cargar el Arca que contiene las Tablas, la mesa y las partes internas del Mishkán, no obtendrían ni toros ni carretas, que su trabajo permanecería arduo. Las palabras que Él dijo para explicar la razón significan literalmente: “Debido a que el trabajo divino está sobre ellos, deben llevarlo en los hombros”.
Por lo tanto, nos interesa entender el secreto de las carretas y el secreto de lo que significa llevar el Arca en los hombros. Los kabbalistas explican que las carretas están cubiertas y representan un tipo específico de Luz, bendiciones y milagros. Es el tipo de milagros que ocurre en el reino de la naturaleza. Aunque no sea físicamente posible para los toros y las carretas tener la fuerza para cargar las piezas del Mishkán, la gente vería el milagro y diría que tiene relativamente sentido.
Estos tipos de milagros —este tipo específico de Luz y bendiciones que existen dentro de los límites de la naturaleza— es donde la mayoría de nosotros vive. Sí, entendemos a la Luz del Creador, sí, entendemos la importancia del trabajo espiritual, pero pedimos que se manifiesten en formas que son naturales, y ese es el secreto de la conciencia de las carretas.
Pero ¿cuál es la segunda conciencia? ¿Cuál es la conciencia de los kohatitas? El Arca representa el nivel más alto de conciencia. No había manera posible en la que los humanos pudiesen levantar el peso del Arca, la mesa, el candelabro, que son los aspectos del Mishkán que representan la conexión más directa con la Luz del Creador. Pero, tal y como está escrito en el Zóhar y en los escritos de los kabbalistas, los ponían en sus hombros y, de repente, esos objetos se volvían más ligeros. Y si bien externamente parecía que los estaban cargando, en realidad eran los objetos los que los elevaban a ellos del suelo; flotaban por el desierto con el Arca. Esa es la conciencia del Arca. Representa una conciencia de milagros fuera de los límites de lo natural.
El grupo de Kohat debía estar en un nivel muy elevado que les permitiese saber que no podían pedir ayuda para atraer un milagro, porque esto no era siquiera un milagro. Estaba más allá de los milagros. Era algo que estaba más allá de lo que podían imaginar. Los kohatitas vivían en un reino que no estaba limitado por la naturaleza. La mayoría de los israelitas en el desierto no tenían esa conciencia de posibilidad y podemos entender por qué. Esta conciencia no consiste sólo en desear que algo ocurra. Esta conciencia es algo que no tenemos; si la tuviéramos, volaríamos.
Entonces, ¿qué necesitamos hacer para obtener esa conciencia? Nada. No hay nada que pueda hacer una persona para obtenerla. La mayoría de los israelitas en aquel momento, incluso los que eran espirituales, estudiaban, hacían su trabajo y se transformaban, sólo se elevaban hasta el nivel en el que, sí, podemos obtener un milagro, pero seguirá estando en los límites de la naturaleza. La conciencia de los kohatitas era algo que sólo tuvo un pequeño grupo de israelitas. Lo que tenemos que entender es que el verdadero propósito de nuestra vida, la razón por la que vinimos a este mundo, es para llegar a ese nivel de conciencia.
Se dice que cuando estamos en el útero, antes de entrar a este mundo, se nos enseña sabiduría. El Talmud nos dice que cuando estamos por salir del útero hacia el mundo recibimos un toque en los labios que nos hace olvidar todo lo que aprendimos. Así pues, si olvidaremos todo, ¿cuál es el propósito del estudio en primer lugar? Hay varias respuestas, pero ahora lo entendemos en modo distinto. La sabiduría y la conciencia que son infundidas dentro de nosotros se vuelven latentes cuando entramos a este mundo. Debido a que esa conciencia no es algo que pueda ser ganado o alcanzado; aunque realicemos el trabajo espiritual por un millón de años, nunca llegaremos a esa conciencia o nivel en el que no vemos los límites de la naturaleza. Sí, podremos atraer grandes milagros y Luz dentro de los límites de la naturaleza, pero en este mundo no es posible alcanzar ese estado supremo en el que no vemos los muros o la fisicalidad.