La temporada festiva, tal como la conocemos, comienza con el Día de Acción de Gracias y nos acompaña hasta Año Nuevo. Es un período de dos meses que siempre se comercializa como “la época más feliz del año”. A primera vista, ¿qué podría no gustarte, verdad? Las imágenes nostálgicas están por todos lados, abundan las cenas elaboradas con familia y amigos, se dan y reciben regalos, y el clima frío y fresco nos hace acurrucarnos frente a las chimeneas y envolvernos en bufandas acogedoras. Sin embargo, como tantas cosas, la fantasía no siempre coincide con la realidad.
¡Hola, melancolía festiva!
No es de extrañar que la expectativa de la alegría festiva haga que tantos se sientan deprimidos o estresados, o ambos. Y las razones son innumerables, pero nuestra primera pista está en esa palabra: expectativa.
Para empezar, concentrémonos en las expectativas que tenemos de nosotros mismos. Después de todo, esa es la única área que podemos controlar.
Esta parte funciona mejor con la visualización. Imagínate una festividad con familia o amigos que se acerca. Imagínate a las personas ahí, lo que están haciendo y lo que estás haciendo tú. ¿De qué conversan? ¿Cómo es la comida? ¿Cómo te sientes?
En primer lugar, no hay respuestas correctas o incorrectas, pero probablemente hayas visualizado una comida increíble, conversaciones felices y a todos alegres y llenos de alegría festiva. ¡Bingo! ¡Estas son tus expectativas para las fiestas! Entonces, cuando algo no sale tal y como lo imaginabas —algo que inevitablemente sucederá, con o sin fiestas— estás encaminado a la desilusión. La solución no es tener la expectativa de pasar un mal rato, sino ser realista y estar listo para aceptar que algunas cosas se saldrán del guion. Abordar las fiestas con flexibilidad te ayudará no solo a evitar desilusiones, sino también a mantenerte abierto a experiencias inesperadas de magia.
La magia es, después de todo, una de las muchas cosas que amamos de las fiestas y, sin embargo, el estrés suele llevarse el protagonismo.
Una encuesta sobre el estrés festivo realizada en 2018 entrevistó a 1166 personas de 25 a 60 años, de las cuales el 76 por ciento eran mujeres. Casi el 70 % de los encuestados informaron que experimentan estrés festivo porque están demasiado comprometidos con hacer que las festividades sean especiales y agradables para todos los demás.
Asimilemos esto.
Creo que resuena con muchas personas. En especial cuando estamos apegados a nuestra visión de cómo debería ser el día y, en definitiva, todo se reduce al control. Si bien muchos de nosotros trabajamos para crear unas festividades memorables, incluso perfectas, hay muchos aspectos de ese objetivo que simplemente se nos escapan de las manos. Es posible que algunas personas no puedan asistir, otras podrían aparecer en un estado de ánimo poco alegre y no es inusual que se produzcan momentos incómodos o discusiones ocasionales. No podemos obligar a los demás a que sean algo en específico: alegres, bondadosos, considerados, respetuosos ni siquiera buenos cocineros.
Pero ¿acaso no es eso lo que exige la visión de unas fiestas mágicas y agradables?
Podemos ver la imposibilidad de todo ello. Lo que en realidad me pareció más sorprendente es que SOLO el 70 % de las personas dijeron que estaban estresadas por las fiestas. Eso significa que el 30 % de los encuestados se ha dado cuenta de algo…
Así que, volviendo a ti, ¿cómo mantienes la actitud de gratitud dichosa y propia de las fiestas cuando todos los que te rodean se niegan a cumplir con su papel y además ser adecuadamente festivos y alegres?
Primero, tienes que decidir que la forma en que te vas a sentir no dependerá del disfrute de nadie más. Entonces, si a alguien no le gusta tu tarta de arándanos, ¿a quién le importa? (Está equivocado, por supuesto, ¡es deliciosa!). A menudo es más fácil decirlo que hacerlo, especialmente si te encuentras en el centro de una vorágine de emociones que no puedes evitar sentir que, de alguna manera, son tu responsabilidad.
Cuando las personas no están contentas, puede parecer un ataque personal. Después de todo, te esforzaste mucho y todo lo que tenían que hacer era presentarse y disfrutar. En los momentos en que sientas que tu estado de ánimo alegre y radiante comienza a menguar, toma un atajo mental, algo en lo que puedas pensar o repetirte a ti mismo. Algo así como: Estoy exactamente donde quiero estar, haciendo exactamente lo que quiero hacer. Y si eso no coincide con la realidad, haz que coincida. Debes tener un día especial independientemente de las decisiones de otras personas.
¿Qué hace que las reuniones festivas sean significativas para ti personalmente? ¿Cuáles son los elementos individuales que hacen que la celebración sea especial?
Se trata menos de “buena comida” o incluso “buena conversación”. Si bien la receta del relleno de pavo de la bisabuela Johanna puede ser una tradición familiar muy preciada, probablemente su preparación sea lo más satisfactorio. El momento festivo más memorable puede ocurrir en la cocina la noche anterior, donde le enseñas a la tataranieta de Johanna a preparar ese relleno. Cuando podemos concentrarnos más en crear un espacio para momentos significativos, nos disponemos a algo más grande que la idea que tenemos sobre cómo debería marchar algo. Nos volvemos curiosos y estamos presentes. Dos cosas que son necesarias para cualquier momento mágico.
Identifica las partes que son más especiales para ti y pon tu energía allí. La organización de la mesa, los catorce tipos diferentes de tartas y el arbitraje de disputas familiares pueden ser el trabajo de otra persona. Y sinceramente, el resto estará bien.