Los kabbalistas enseñan que estamos destinados a recibir bendiciones infinitas del Creador. De hecho, la palabra kabbalah significa: “recibir”. ¿Pero cómo? ¿Cómo recibimos la beneficencia que el Creador desea impartir? ¿Cómo nos conectamos con las bendiciones infinitas, la plenitud total y la libertad definitiva? Encontramos la respuesta en lo que probablemente sea la paradoja más grande de nuestra vida: para recibir, tenemos que dar.
"La palabra kabbalah significa: “recibir”. ¿Pero cómo?"
En el principio, la Luz, que lleva dentro de Sí toda plenitud posible que pudiésemos querer, solo tenía un deseo: compartir. Así pues, se creó una vasija en la que la Luz podía impartir Sus regalos. La vasija somos nosotros; todas las almas que han existido y existirán. Sin embargo, en el proceso de esta creación, la vasija asumió los atributos de su Creador del mismo modo en el que un niño obtiene el ADN de sus padres. Dado que fuimos hechos de la misma esencia del Creador, también quisimos compartir.
Por definición, una vasija es simplemente un contenedor vacío. De nuestro deseo depende de qué la llenamos y cuánto. Por lo tanto, según la terminología kabbalística, cuando hablamos de nuestras vasijas nos referimos a nuestro deseo porque para recibir algo primero tenemos que desearlo. Así pues, nuestra capacidad de desear es nuestra vasija y, mientras más deseo tengamos, más grande será la vasija. Construimos una vasija más grande al aumentar nuestro deseo de conectarnos con el Creador.
La composición de la vasija
Físicamente, nacemos como seres puros de deseo, buscamos satisfacer nuestras necesidades básicas como alimentación, ropa, protección y vivienda; la naturaleza hace que el instinto primario de un bebé sea llorar para recibir. Esto es imprescindible, porque un bebé necesita ser cuidado por completo para que pueda sobrevivir. Cuando llegamos a la niñez, comenzamos a desarrollar nuestros propios deseos personales como fortuna, fama, conocimiento o aventuras, por nombrar algunos. Pero sin importar lo que deseemos, la Kabbalah nos dice que la cantidad que recibimos está basada en el tamaño de nuestra vasija.
Por ende, debemos asegurarnos de crear la vasija para recibir con un propósito positivo que nos acerque a la Luz, en lugar de apartarnos con acciones egoístas. Rav Berg en su libro Navegando el universo escribe: “El relato bíblico de la Creación es entendido por los kabbalistas como la creación de la energía-inteligencia negativa y positiva, el Deseo de Recibir para Sí Mismo y el Deseo de Compartir”. Entonces, ¿qué significa cada una de ellas?
Los humanos estamos hechos de dos motivadores: la conciencia del cuerpo, que la Kabbalah llama el Deseo de Recibir para Sí Mismo, y la conciencia del alma, conocida como el Deseo de Recibir para Compartir. Nuestro cuerpo está predispuesto al deseo de recibir cosas por razones egoístas, mientras que la predisposición del alma es el deseo de recibir cosas con el propósito de compartir y conectarnos con la Luz. Siempre actuamos motivados por alguno de esos aspectos y, aunque todos tengamos necesidades físicas básicas, podemos elegir tener el deseo de satisfacer dichas necesidades motivados por el deseo de conectarnos con la Luz o motivados por alimentar nuestro ego.
Cómo notar la diferencia
¿Cómo podemos darnos cuenta si nuestro deseo es motivado por el egoísmo o por la generosidad? Un modo de hacerlo es preguntarnos si el deseo está relacionado con la gratificación inmediata. Si es así, proviene del ego. El Deseo de Recibir para Sí Mismo es como una droga adictiva, nos ofrece remedios inmediatos. Proviene de sentir carencia, miedo, limitación y estrés. Si bien los efectos inmediatos son placenteros y emocionantes, duran poco, tan poco que al final terminamos deseando cada vez más para quedar satisfechos, lo que después nos lleva a dolor y sufrimiento porque sin importar cuánto obtengamos, la emoción es pasajera y regresamos a la situación inicial: vacío.
No obstante, cuando somos motivados por un Deseo de Recibir para Compartir, será el deseo de algo a largo plazo, algo más amplio. Es algo que nos acercará al Creador y vendrá de un lugar interno de compasión, amor, bondad y paz. Y aunque no nos dé satisfacción inmediata, nos llevará a la satisfacción y la plenitud a largo plazo.
Por ejemplo, digamos que queremos una nueva oportunidad de empleo. ¿Por qué la deseamos? ¿La queremos como un modo de exigirnos para poder revelar nuestro mayor potencial y compartir nuestros regalos con el mundo, o solo porque no nos sentimos apreciados y queremos un mejor estatus y reconocimiento? Esto último claramente proviene del Deseo de Recibir para Sí Mismo. O tomemos como ejemplo a una empresaria que desea aumentar el patrimonio de su empresa. ¿Lo quiere para comprarse más artefactos y tener más poder o para contratar más gente que necesita trabajo, cuidar mejor a sus empleados y contribuir con su comunidad? Esto último proviene del Deseo de Recibir para Compartir y lo primero tiene una motivación egoísta. Otro buen ejemplo es alguien que quiere volverse un actor famoso, ¿lo hace por tener atención y aprobación o para compartir su talento y usar la fama como una plataforma para ayudar al mundo?
Estos ejemplos ilustran cómo el Deseo de Recibir es algo positivo e importante. El problema está en el tipo de deseo que nos motiva a actuar. Rav Áshlag escribió que el Creador había preparado dos sistemas para todos nosotros: “Los Mundos de la Santidad y los Mundos de la Impureza, unos en contraposición a otros. Y a través de estos sistemas las almas pasan y son divididas en dos aspectos, cuerpo y alma, uno reviste al otro”. Todos tenemos en nuestro interior la capacidad de realizar acciones egoístas, así como la capacidad de trascenderlas. La Kabbalah nos enseña que nuestro trabajo es transformar el Deseo de Recibir para Sí Mismo en Deseo de Recibir para Compartir. Rav Áshlag nos dice que cuando hacemos esto, podemos “recibir todo lo bueno en el Pensamiento de la Creación”. Tener conciencia de estos dos tipos de deseo es el primer paso hacia esta transformación.
SABIDURÍA PROFUNDA
Rav Áshlag enseña que hay tres niveles de deseo. Los deseos del primer nivel se basan solo en satisfacer necesidades físicas innatas como sexo, abrigo y comida; la lógica simple es usada con el propósito de satisfacer estas necesidades básicas. Los deseos del segundo nivel están basados en satisfacer una necesidad de condiciones que van más allá del cuerpo, como el poder, el honor y la fama. Y los deseos del tercer nivel están centrados en satisfacer un impulso que está completamente fuera del plano físico. Los que están en este nivel buscan sabiduría y conocimiento, y usan sus capacidades superiores para encontrar plenitud a través de dicha búsqueda. Rav Áshlag nos dice que estos tres niveles de deseo “se encuentran en todos lo miembros de la raza humana; sin embargo, están mezclados en cada individuo en medidas distintas, y esto es lo que marca la diferencia entre una persona y otra”.