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No cuentes tus bendiciones

Michael Berg
Febrero 25, 2024
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Este artículo fue publicado originalmente en 2020.

El comienzo de la porción Qui Tisá habla del conteo de los israelitas y, curiosamente, el Zóhardice que para asegurarse de que las bendiciones no solo desciendan sino que también se mantengan, debemos ser cuidadosos de no contar a los israelitas. Pero esto no parece tener sentido; contar nuestras bendiciones es algo positivo, ¿no? Queremos contar nuestras bendiciones y saber cuánta bondad hemos recibido de la Luz del Creador, ¿cierto?

El Zóhar dice que no; que ni las bendiciones ni la Luz pueden residir en algo que esté contado, porque cuando contamos una bendición, la terminamos. Pero ¿qué significa esto en realidad?

“Cuando contamos una bendición, la terminamos”.

Para comenzar a entender esto, los kabbalistas usan un ejemplo: digamos que estamos de pie ante un rey y él nos está regalando dinero. ¿Estaría bien que comenzáramos a contar las monedas allí mismo para ver cuánto te está dando? No. Cuando el rey nos está dando un regalo, no miramos las monedas y las contamos; miramos al rey a la cara. Si seguimos mirando al rey a la cara mientras nuestra mano está estirada y el rey nos está dando monedas, el rey nos seguirá dando monedas. Pero en el momento en el que comencemos a contarlas, el rey no solo dejará de darnos, sino que también apartará su mirada de nosotros.

Cuando comenzamos a contar los regalos que recibimos, en un nivel más profundo, los kabbalistas nos dicen que también dejamos de recibir. Por lo tanto, para realmente tener un flujo constante de bendiciones, cuando estamos recibiendo el regalo, no tenemos que ver lo que estamos recibiendo, sino ver el rostro de la Luz. Y si hacemos eso, los regalos, las bendiciones, siguen llegando y la Luz nunca para de dar.

Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de que las bendiciones que recibamos sean verdaderamente ilimitadas?

Hay una sección del Zóhar, en Ékev, que nos dice que el secreto de las bendiciones es atraerlas desde abajo hacia arriba. Por ejemplo, si tenemos una semilla y queremos que se convierta en algo más grande, como un árbol, en el momento en que la ubicamos en el suelo, nuestra petición no es que la Luz del Creador bendiga la semilla, sino que la bendición que comienza en la semilla continúe multiplicándose más y más hasta desarrollarse en un árbol fructífero y sea, por consiguiente, una verdadera bendición. Una verdadera bendición es una que continúa multiplicándose por siempre, y cada bendición que recibimos en realidad es una bendición que está destinada a multiplicarse por siempre.

Por lo tanto, para asegurar que las bendiciones que tengamos se multipliquen por siempre, primero tenemos que saber que una bendición real es algo que se multiplica por siempre. Si deja de multiplicarse, si deja de traernos más bendiciones, es porque hemos hecho algo para detener el flujo de esa bendición. No obstante, mientras que el individuo siga mirando al Creador, sabiendo que todo lo que ocurre viene únicamente de la mano del Creador, entonces la Luz nunca dejará de incrementar esa bendición. Pero si una persona permite que su ego se interponga siquiera por un instante, diciéndole que las bendiciones vienen de ella misma, entonces el Creador deja de ver a esa persona y ya no puede residir otra bendición ahí.

“Una bendición real es algo que se multiplica por siempre”.

La única forma de que una bendición se convierta en lo que verdaderamente está destinada a ser —un flujo constante y multiplicado— es cuando no tenemos ni siquiera el 1 % de nuestro ego involucrado en ella; cuando vemos a nuestros hijos, nuestra salud, nuestro negocio, o cualquier cosa, y pensamos “esto es mío”, eso indica que estamos contando. Y cuando comenzamos a convertir esas bendiciones en “nuestras”, hacemos que la Luz del Creador no pueda seguir viéndonos y el flujo de las bendiciones se detiene.

¿Cómo garantizamos que los regalos sigan llegando siempre? Al nunca volverlos “nuestros”. Nos aseguramos de que la Luz del Creador continúe fluyendo al apreciar de manera constantemente creciente y abrumadora todo lo que tenemos. Cuando un individuo deja de apreciar —que de hecho, es parte de la naturaleza humana— y no continúa esforzándose por apreciar cada vez en mayor medida a la Luz del Creador que está imbuida en las bendiciones que tiene, detiene el flujo de Luz del Creador a esa bendición y no puede seguir creciendo. Puede que tarde cinco, diez o cincuenta años en extinguirse, pero la persona con esa conciencia logra que la Luz del Creador se retire de ese regalo.

La razón por la que perdemos la apreciación es porque se vuelve “nuestra”. Esto ocurre mucho con las relaciones; usualmente, cuando las personas están saliendo, están intentando gustarle al hombre o la mujer, y ahí hay apreciación porque aún no es de ellos. Pero una vez que les pertenece, la apreciación disminuye o desaparece por completo… y una vez que “les pertenece”, no hay flujo de la Luz del Creador. Para permitir que el flujo de Luz del Creador continúe llenando nuestras bendiciones, debemos esforzarnos constantemente para desarrollar nuestra apreciación por las bendiciones y nunca volverlas “nuestras”. Porque, tal como aprendimos, si no hay flujo de la Luz, la bendición no puede crecer. Desafortunadamente, eso es lo que la mayoría de nosotros hace con la mayor parte de nuestras bendiciones en la vida. Sin embargo, como entendemos de la porción Qui Tisá, si dejamos de contar nuestras bendiciones podemos asegurarnos de que su flujo ilimitado de la Luz del Creador no solo continúe sino que se vuelva cada vez mayor.


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