Estamos rodeados de imágenes de perfección. En la televisión, en redes sociales, en vallas publicitarias; vemos cuerpos perfectamente esculpidos con dientes incandescentemente blancos, todos retocados hasta la perfección. Vemos imágenes de familias perfectas, empleos perfectos y relaciones ideales. Creemos que la perfección está a nuestro alcance.
La mayoría de las personas tiene un miedo enorme a los errores, ¡especialmente a los grandes errores! Perseguimos la perfección como un modo de protegernos de los prejuicios, la crítica y el remordimiento que causan los errores. Pero la perfección en realidad no es el objetivo de nuestra vida. Los errores son una parte necesaria de nuestro viaje espiritual y una parte que, de hecho, debería emocionarnos.
He aquí tres razones para entusiasmarnos por cometer errores:
1. Necesitas cometer errores para mejorar. Un pianista no se convierte en un virtuoso mundialmente reconocido sin tocar mal algunas notas. Sin importar cuán naturalmente talentoso seas, no puedes mejorar sin cometer algunos errores en el proceso. De hecho, se aprende más de esos errores. No son solamente percances en nuestro recorrido, sino lecciones genuinas que pueden hacernos mejores. Cuando el pianista toca una nota equivocada, aprende algo sobre sí mismo y la obra que está tocando; quizá aprenda a reubicar su mano o que hay una modulación inesperada en medio de la composición.
Toda la energía que se usa en el fracaso no es desperdiciada, es usada en algo que todavía no puedes ver. Cada error que cometes es para hacerte una persona mejor. Pregúntate: ¿Cómo mejoro mañana? ¿Cómo quiero que se vea mi día de mañana? ¿Qué nueva perspectiva obtuve? ¿Qué cosas hermosas surgieron de mi error?
2. Los errores son poderosos catalizadores del cambio. Cuando nos comparamos con estándares inalcanzables, los errores pueden hacernos sentir vergüenza, pena y mal en términos generales sobre nosotros mismos. Pero cuando nos enojamos por nuestros errores, nos distraemos de la belleza y la lección en la situación.
Los errores pueden ser un llamado de atención que nos obligue a pensar de forma diferente, encontrar nuevas soluciones o emprender un camino nuevo. Nos hacen intentar con más ímpetu, trabajar de forma más práctica y ser mejores. Son una señal de que es momento de cambiar algo, ¡y esa es una razón para emocionarse! Si viviésemos vidas perfectas como personas perfectas, no habría espacio para el crecimiento o la transformación. No habría razón para el autodescubrimiento o la aventura. Considera los errores como una apertura en vez de un problema. ¡Corre hacia tus errores como oportunidades de convertirte en la mejor versión de tu ser!
3. Los errores te conducen exactamente a donde debes estar. Si alguna vez has conducido en un área desconocida e hiciste un giro equivocado, conoces la sensación de ansiedad y frustración que eso puede causar. Pero considera lo siguiente: quizá estabas destinado a hacer ese giro equivocado. Quizá debías terminar en esa calle por razones que desconoces. Puedes aprender de la situación —la próxima vez, usa un GPS y presta más atención al camino—, pero reconoce que hay una razón espiritual por la que necesitabas estar donde estabas.
Solemos creer que sabemos cómo debería ser nuestra vida. Planificamos nuestro futuro y nos alteramos cuando las cosas no salen exactamente de acuerdo al plan. Esta clase de pensamiento deja poco espacio para el Creador. Hay sorpresas maravillosas y giros hermosos en el camino que son imposibles de prever. Ten la humildad para reconocer que no sabes cómo será el mañana y está abierto a las posibilidades. Confía en que estás donde debes estar en este momento y que hay una razón para cada error.
La vida no está destinada a ser una imagen prístina y retocada hasta la perfección. Debe ser desordenada, interesante e inesperada. Ten presente que cometerás errores. Espéralos y disfruta la parte desordenada de la vida. ¡Juega en el fango, baila bajo la lluvia y entrégate al desorden!