Reunirse con la familia puede ser una razón para celebrar, reír y divertirse… ¡o puede volvernos locos! Quizá no podamos cambiar los parientes que tenemos, pero hay una razón por la que están en nuestra vida. Nuestras relaciones más cercanas suelen darnos un espejo que nos permite ver cosas sobre nosotros mismos: lo bueno, lo malo y lo desagradable. Cuando enfrentamos un conflicto familiar, existe una oportunidad espiritual para crecer, pero se requiere trabajo duro y dedicación.
He aquí tres herramientas para ayudar a fortalecer los vínculos familiares:
1. Sé consciente de cómo hablas sobre tu familia con otras personas. Cuando juzgamos o hablamos sobre alguien de forma desfavorable y difundimos esa información a otras personas, estamos participando en lo que se conoce como “habla maliciosa”. La mayoría de nosotros entiende que el chisme y la calumnia no son las formas más agradables de hablar sobre otras personas, pero no reconocemos que en realidad tiene un efecto negativo en nuestro propio bienestar, ¡incluso si nosotros solo estamos escuchando!
Cuando hablamos mal de otras personas, podríamos dañar su reputación, cambiar la opinión que los demás tienen de ellas y reforzar nuestros propios pensamientos negativos. Esto no solo tiene un efecto negativo en el otro, sino que nos impide crecer como personas dadoras, generosas y altruistas. Limita nuestro crecimiento espiritual y, de hecho, puede limitar las bendiciones que atraemos a nuestra vida.
Tienes la responsabilidad de impedir que el habla maliciosa se propague. Pregúntate: ¿Por qué necesito compartir esto? ¿Me quiero entrenar para ver lo negativo en los demás en lugar de lo positivo? ¿Vale la pena perder la relación por esto? Cuanto más practiques evitar el habla maliciosa, más sanas serán tus relaciones.
2. Diles a tus familiares cuán importantes son para ti. Hay muchas personas en nuestra vida a quienes agradecemos y debemos mucho. Solemos creer que ellos saben cuánto nos importan y los apreciamos en nuestro corazón, así que nos convencemos de que no debemos decirlo explícitamente.
Puede ser incómodo compartir tus sentimientos, pero los beneficios valen mucho la pena. Hablar gentilmente y mostrar agradecimiento es lo opuesto al habla maliciosa y, en efecto, nos conecta con la Luz del Creador.
Elige una noche y compartan la gratitud que sienten uno por otro. No simplemente digan “te quiero”, sino más bien usen ejemplos específicos. ¿Hubo algo que hayan hecho por lo que estés agradecido? ¿Cuál fue la última vez que estuvieron presente para ti cuando más los necesitabas? Nunca te arrepentirás de mostrar tu aprecio, pero sí te arrepentirás de no haberlo hecho lo suficiente.
3. Ten conversaciones difíciles con empatía. Así como a menudo evitamos decirles a nuestras personas más cercanas cuánto significan para nosotros, también es fácil evitar la confrontación. Quizá reprimamos o ignoremos cosas que nos molestan, pero esto tampoco es sano. El resentimiento crece cuando nos quedamos callados. Si hay algo que tenemos guardado en el corazón, vale la pena tratarlo con la otra persona.
Se requiere mucha empatía a fin de tener la actitud apropiada al momento de estas conversaciones difíciles. ¡La conversación necesaria con el marco mental equivocado puede ser un desastre! Haz preguntas. Ten el deseo de saber la intención de la otra persona. ¿Estás honrando y comunicando tus sentimientos? ¿Estás asumiendo la responsabilidad por tu parte en el conflicto? ¿Dónde puedes ofrecer perdón?
Recuerda, las demás personas rara vez tienen la intención de herirnos, y si la tienen, probablemente provenga de una carencia en sus vidas de la que no son conscientes. Ofrece algo de empatía. Dales el beneficio de la duda.
Lidiar con la familia puede ser difícil, pero nuestras relaciones tienen el propósito de mostrarnos en qué áreas necesitamos crecer. No puedes controlar a las demás personas, pero puedes poner de tu parte para detener el habla maliciosa, decirles cuánto significan para ti y abrir el diálogo para expresar tus sentimientos con empatía.