Todos deseamos tener un sentido de propósito. Es esa agradable sensación de estar emocionado cuando te despiertas por la mañana, tener claridad sobre dónde estás y a dónde quieres ir, y saber que tus acciones están alineadas con un significado más profundo. Vivir nuestro propósito nos brinda una sensación de satisfacción y paz, la creencia de que nuestras contribuciones tienen un impacto y que nuestra presencia marca una gran diferencia. A ver, ¿quién no querría sentirse así?
Sin embargo, una encuesta informó que solo el 10 % de las personas dicen saber su propósito de vida y apenas el 5 % dice seguir ese propósito de manera regular. La revista Forbes compartió otra encuesta de HP que indica que solo el 28 % de las personas dicen que su trabajo les da un sentido de propósito.
Entonces, si el propósito es tan evasivo, ¿de verdad lo necesitamos?
¡Sí! El propósito atiza una perspectiva optimista y hasta puede actuar como un escudo contra los desafíos, convirtiéndolos en peldaños para el crecimiento. Investigaciones sugieren que los adultos mayores con un fuerte sentido de propósito experimentan una mejor salud a medida que envejecen, incluyendo una mente más aguda y un cuerpo más fuerte. También es más probable que tomen medidas preventivas para su salud. La conclusión es que un fuerte sentido de propósito es primordial para el bienestar mental y físico.
La parte compleja es entender la diferencia entre vivir nuestro verdadero propósito y buscar incansablemente lo que creemos que es o debería ser nuestro propósito. Si a esto le sumamos que nuestro propósito puede cambiar con el tiempo conforme a las estaciones de nuestra vida, tenemos los componentes de un verdadero pantano. Principalmente porque, por lo general, no somos conscientes de lo importante que es nuestro propósito para nosotros hasta esos momentos en los que nos sentimos… sin propósito. Quienes pasan por la pérdida de empleo, quienes viven el síndrome de nido vacío, los jubilados, las personas que abandonan el ejército e incluso universitarios recién graduados; a medida que crecemos y cambiamos, también lo hace nuestro propósito, y esos cambios no siempre son fáciles.
En momentos como estos, es útil recordar que la forma más rápida de encontrar un propósito nuevamente es encarnar el propósito que ya tenemos. Podría ser simple, pequeño o decididamente poco glamoroso, pero eso no implica que deje de ser un propósito o deje de ser esencial. Mi esposo, Michael, ha hablado de esta misma idea. Compartió acerca de cómo entre los israelitas tenían diferentes roles en el desierto. Algunos papeles eran cruciales y otros parecían no ser importantes en absoluto. Pero sin importar el papel que cumplieran, sin importar el estatus o el tipo de cargo o trabajo, cada israelita revelaba la misma cantidad de Luz. No Sin importar cuál sea nuestro propósito, grande o pequeño, la oportunidad de compartir nuestros dones y revelar nuestra Luz siempre está presente.
Desde una perspectiva espiritual más amplia, el Creador tiene un plan único para cada uno de nosotros. Puede que no sea escribir un best seller o alcanzar un tipo específico de notoriedad, riqueza o un premio Nobel. Tu propósito algunos días puede ser simplemente ofrecer palabras de aliento a un completo desconocido. Otros días, puede ser enfrentar un desafío con ligereza y una respiración profunda en lugar de caer en tu naturaleza; cualquiera que sea esa naturaleza, desde internalizar el estrés, explotar en ira, culpar a los demás o criticarte a ti mismo. Somos parte de un plan más amplio, y cuanto más nos inclinemos en cocrear nuestro propósito con el Creador, más sentiremos que tenemos un propósito.
Otra forma en que podemos recuperar un sentido de propósito es entendiendo lo que no es nuestro propósito. Curiosamente, por lo general son las cosas que hemos sido condicionados a creer que nos hacen exitosos, dignos o llenos de propósito. He aquí algunos lugares donde no vas a encontrar tu propósito:
Con frecuencia medimos nuestro valor por los dígitos de nuestra paga, creyendo que un salario más alto equivale a una mayor felicidad y plenitud. Pero el verdadero éxito y propósito se encuentran más allá de estos números. ¿Qué sucedería si la verdadera medida de tu éxito se encuentra en cómo vives tu propósito a diario, tu impacto en los demás y la alegría que experimentas en la vida cotidiana? Si bien tener un gran trabajo y un salario igual de grande permite seguridad y estabilidad, esto no representa el único propósito de nadie.
Es muy fácil equiparar erróneamente un sentido de propósito con cosas como la riqueza, el estatus y las posesiones materiales. No está mal desear estas cosas, y ciertamente contribuyen a una vida cómoda, pero no son lo que aporta un sentido de propósito. Cualquier cosa que falte en nuestra experiencia interior nunca se encontrará afuera de nosotros; sin importar la casa en la que vivamos o cuántos seguidores tengamos. La verdadera plenitud consiste en acoger y vivir nuestro propósito actual en su máxima expresión. Se trata de encontrar alegría en el viaje, en lugar de solo en el destino físico.
Cuando nos sentimos sin propósito, muchos de nosotros nos fijamos en lo que hacen los demás. Esto no es necesariamente malo. Inspirarse en otras personas es una forma sana de determinar aquello que queremos. Sin embargo, es fácil caer en la trampa de la comparación. Comparamos nuestros salarios, posesiones y estilos de vida con los de los demás, lo que no conduce a la inspiración y la motivación, sino a sentimientos de insuficiencia y dudas. Cuando vivimos nuestro propósito, nos preocupamos por completo por los demás y acoger nuestro viaje único se convierte en la mismísima fuente de alegría. Cada uno tiene su propio camino, y lo más importante es que vivas de forma auténtica y te seas fiel a ti mismo.
Vivir el propósito que ya tienes significa acoger el presente y reconocer el valor de tus acciones actuales y experiencias diarias. En lugar de buscar constantemente un propósito grande y difícil de alcanzar, concéntrate en las formas en que ya estás marcando la diferencia en tu vida cotidiana. Reconoce el impacto de tu bondad, la dedicación que pones en tu trabajo y el amor que compartes con los demás. Y si sientes que no te expresas de esta manera en tu vida y en la vida de los demás, entonces este es el momento ideal para crear el cambio a fin de sentirte lleno de propósito.
Al apreciar y nutrir estos aspectos, reconoces que el propósito no es una meta lejana, sino una práctica diaria. Este cambio de perspectiva te permite encontrar plenitud y alegría en el aquí y ahora, transformando los momentos ordinarios en extraordinarios. Cuando vives el propósito que tienes, creas una vida rica en significado, autenticidad y profunda satisfacción. Lo cual, irónicamente, es justo lo que significa tener una vida con propósito.
Trabaja en tu propósito con calma. Tu propósito no es algo que tengas que encontrar; es algo a lo que diriges tu conciencia para que, cuando surja, puedas reconocerlo.