Los kabbalistas han practicado la teshuvá por siglos como un medio para arrepentirse y limpiar el historial, a fin de que puedan atraer más positividad y bendiciones a sus vidas. Es algo que hacemos cuando reconocemos que hemos lastimado a alguien o hemos actuado de una manera poco amable y compasiva. No obstante, al acercarnos a Rosh Hashaná, todos podemos usar la teshuvá como un medio para reflexionar y prepararnos para los días espirituales más importantes del año: las Festividades Principales.
El mes de Libra (Tishrei) inicia con Rosh Hashaná, que también se corresponde con la primera semana de la Creación. Los kabbalistas explican que cada día representa una versión “miniatura” de una vida entera. Cada día, nuestra alma es juzgada por nuestras acciones, lo cual a su vez altera el curso del día siguiente. Desde luego, la reactividad es parte de la naturaleza humana. Sin embargo, nuestra misión es concluir cada día sintiendo que hemos aprovechado cada oportunidad para revelar la Luz del Creador.
La palabra hebrea averá, que viene de la palabra “entregar”, es traducida incorrectamente como “pecado”. Por lo tanto, muchas personas creen que este mes y la festividad de Rosh Hashaná son un tiempo para arrepentirse de sus “pecados”. Pero la Kabbalah enseña que cuando alguien actúa de forma egoísta, su alma pierde chispas de Luz. A través del proceso de teshuvá, podemos recuperar esas chispas. La teshuvá nos permite regresar en el tiempo para desarraigar y transformar cualquier semilla negativa que hayamos sembrado, lo cual nos da la oportunidad de reescribir el guion de los días siguientes.
El trabajo de la teshuvá puede sentirse abrumador, pero Michael Berg cuenta que todos tenemos la capacidad de hacer genuinamente el trabajo, sin importar cuán difícil parezca, y explica: “El Zóhar dice muchas veces que ‘un hombre es un mundo en pequeño’, es decir, que nuestra creación es un aspecto de todo lo que existe en este mundo. Estamos constituidos por todos los aspectos espirituales y físicos de este mundo, lo cual significa que también estamos compuestos de teshuvá. Si la teshuvá es un aspecto que existía antes de la creación de este mundo y fue insuflada en toda la creación, quiere decir que el poder de cambiar y la habilidad de purificarnos ya está en nuestro interior”.
El proceso de teshuvá tiene cuatro fases. Comienza por dedicar un momento al final del día para recordar y escribir todas las situaciones de comportamiento que negativo, reactivo o egoísta que puedas recordar.
Regresa en el tiempo al momento en el que tuviste el comportamiento reactivo. Piensa en la sensación y ubícate completamente en la situación. Evalúa la respuesta del ego; ¿sentiste prejuicio, control, enojo, odio, orgullo, pereza o postergación?
Puedes usar la secuencia Vav Hei Vav de los 72 Nombres para ayudarte a regresar en el tiempo.
Siente el dolor que le has causado a tu propia alma, a los demás, y el dolor que has causado a la conciencia colectiva del mundo entero mediante tus acciones. Una forma de sentir el dolor verdaderamente es imaginando las consecuencias de tus acciones reactivas.
Michael Berg explica: “Incluso cuando hicimos la acción más negativa, en todos esos momentos, el Creador estuvo allí con nosotros porque vio nuestro ser perfeccionado cuando nosotros no lo vimos. Tenemos que regresar a esos momentos y reconocer que el Creador estuvo allí, y nos diseñó un escenario en el que imaginamos oscuridad, pensábamos que Él no estaba y, por lo tanto, nos permitimos caer”.
Revive la misma escena, pero esta vez sigue la secuencia de la escena como si hubieses sido absolutamente proactivo. Imagina cómo sería tu conciencia y cuáles serían tus palabras. ¿Cómo te sentirías al tener iniciativa, restricción, capacidad de dar y un comportamiento proactivo?
Hacer cada uno de los pasos previos en su totalidad y de corazón, modifica espiritualmente las acciones negativas pasadas.
Usa la secuencia Yud Lámed Yud de los 72 Nombres para elevar las chispas de Luz y regresarlas a tu vida.
Una vez que hayas asumido la responsabilidad de las acciones que te apartaron de la Luz de tu propia alma, y hayas hecho un compromiso sincero de avanzar y tomar mejores decisiones, es el momento de perdonarte. Es crucial que incluyas el perdón en tu proceso, dado que el amor propio y la aceptación son los fundamentos de la transformación. Nuestra capacidad de perdonarnos también fortalece nuestra capacidad de perdonar a los demás.
Karen Berg dice: “Todos somos arcilla en manos del alfarero, y nos han puesto en el lugar exacto y en el momento exacto a fin de que podamos cumplir nuestro destino”. Con esto en mente, entendemos que los errores, nuestros o de otras personas, son una parte necesaria en nuestro proceso. Los errores no deben ser una fuente de vergüenza o resentimiento; existen para ayudarnos a crecer.
Ahora, hazte la firme promesa de que nunca realizarás esa acción nuevamente. Imagina cómo serán los próximos días, meses o años de tu vida como resultado de tu compromiso. Este paso final garantiza que, efectivamente, generes un cambio duradero.
Rav Áshlag explica: “Esta conciencia es un nivel en el que una persona se transforma no debido al temor de las consecuencias de sus acciones, sino gracias al enorme amor y entusiasmo que siente por su potencial de revelar la Luz del Creador en este mundo. Cuando pasamos por el proceso de corrección espiritual con un despertar de amor, y no de miedo, hasta las peores acciones que hayamos hecho o podríamos hacer se convierten en Luz”. Es fundamental perseverar con la conciencia de que el potencial de completar esta tarea ya está en nuestro interior cuando pasamos por nuestro proceso personal de teshuvá. De hecho, cuanta más bondad mostremos por nosotros mismos y los demás, más Luz revelaremos.