Una pregunta: ¿cuál es la diferencia entre una persona que pasa su vida sólo existiendo y una persona que está completamente concentrada en vivir? La gente que cae en la mentalidad de “existir” pasa sus días en “blanco y negro”.
Comen, trabajan, hacen ejercicio, se casan, tienen sexo, crían a sus hijos, se van de vacaciones y compran cosas nuevas. Puede que se rían de vez en cuando. Se les puede escuchar hablar enfáticamente sobre lo último que compraron y sobre a dónde fueron de vacaciones. Sin embargo, si ves en lo profundo de sus ojos, encontrarás una opacidad que remplazó su chispa. Por algo se dice que los ojos son la ventana del alma.
Sabes que estás en modo “existir” cuando dejas de hacer las preguntas importantes, cuando paras de buscar el significado más profundo de la vida. Es muy difícil, es mucho trabajo. No escuchas los consejos de tu voz intuitiva. Los 5 sentidos determinan tus decisiones. Sabes que estás en modo “existir” cuando te conformas con cualquier cosa.
¿Quién quiere sólo existir cuando puede realmente vivir? Imagina vivir en este mundo sin ser controlado por la ilusión de la limitación, empezando por tu mente. Seríamos increíblemente felices, compartiríamos sin cesar y nos sentiríamos verdaderamente vivos porque, actuando desde lo inconmensurable y sintonizados con esto, estaríamos constantemente conscientes de la abundancia ilimitada de todo lo que este mundo tiene para ofrecer.
Suena genial, ¿no? Pero, ¿qué tiene que ver esto con la porción de Pekudei de la Torá?
Pekudei es el último capítulo del Libro de Shemot (Libro de Nombres), mejor conocido como el Libro del Éxodo. En este capítulo aprendemos el valor de las herramientas que se nos han dado: los 72 Nombres de Dios y las 42 letras del Nombre de Dios (El Ana Bejóaj, una oración única y fórmula construida con 42 letras escritas en siete oraciones de seis palabras cada una).
Cuando pasamos por caos en nuestra vida, cuando olvidamos qué estamos haciendo en este planeta, es porque olvidamos usar las herramientas que están a nuestra disposición. Ese es el momento en el que perdemos nuestro sendero y nos sentimos desconectados de la Fuerza de Luz del Creador, la energía que nos hace sentir realmente VIVOS.
En la porción de Pekudei recibimos una descripción detallada de cada herramienta y su uso en el Tabernáculo. En otras palabras, se nos introduce a una tecnología espiritual muy específica. Cuando Moshé preparaba el Tabernáculo (Templo portátil), todo estaba puesto de manera que su estructura molecular pudiera ser convertida de una simple existencia física a un nivel espiritual. Esta conversión también ocurre en nuestra propia vida. Un dólar es un simple pedazo de papel, pero cuando se le da a alguien que lo necesita, ese dólar se convierte en la manifestación de una acción espiritual. Hasta las relaciones sexuales pueden y deben ser transformadas de una acción del cuerpo a una acción del alma.
Las primeras palabras en hebreo de la porción de Pekudei son “Eile pekudei”, lo que significa, “estas son las cuentas” y se refiere al “empleado” del Tabernáculo. Rav Berg pregunta en su comentario, “¿Qué hace a un “buen empleado”? Un buen empleado no trata de resolver las cosas, un buen empleado sigue las instrucciones de su empleador.
El empleador no quiere que los empleados tomen decisiones por su cuenta sin consultarle. Los empleados deben ser canales, nada más”.
Usualmente la Luz nos ordena obrar de cierta manera, sin embargo, la mayoría de las veces no acatamos Su orden. Todos tenemos una parte de la Luz dentro de nosotros, sin embargo, no obramos como si la tuviéramos. Cada vez que tratamos a alguien con descortesía o cedemos a la percepción de carencia, miedo, incerteza, orgullo o egoísmo; no reflejamos la Fuerza de Luz del Creador que está en nuestro interior y dentro de las personas que nos encontramos. Esto es un indicador de que no siempre valoramos lo que la Luz (esa sutil voz de intuición que vive en nuestro interior) nos dice.
Es importante recordar que la Luz está presente dentro de cada uno de nosotros y que la negatividad tiene un efecto tanto en nosotros como en el mundo entero.
Cuando terminó la construcción del Tabernáculo, Moshé situó todo en su lugar correspondiente. Sin orden no hay finalización. Nosotros también necesitamos organizar nuestras prioridades y situarlas en el lugar correspondiente. Quizá tengamos todas las piezas del rompecabezas, pero si no las situamos donde corresponden, no podremos ver la imagen completa.
Una vez que todo estuvo en el lugar que le correspondía y la vasija (el Tabernáculo) estuvo preparada, la Luz del Creador entró en el Tabernáculo. Esa fue la primera vez que hubo un lugar físico en el que la Luz del Creador pudo entrar y habitar.
La construcción del Tabernáculo para el Creador simboliza cómo cada uno de nosotros puede construir y preparar su propia vasija (vida) para que pueda ser llenada de Luz.
La más grande bendición que una persona puede recibir es ser divinamente guiada en todo momento. Al hacerlo, podremos alcanzar los más grandes logros que permanecerán con nosotros para siempre, superando la ilusión de los 5 sentidos.
¡Eso es vivir!