Cuando pensamos acerca de la verdadera humildad, puede que alguno de los grandes kabbalistas vengan a nuestra mente, como por ejemplo: Rav Shimón Bar Yojái o Rav Isaac Luria. O quizás pensemos en algunas de las grandes almas de nuestro tiempo, como el Rav Berg o Rav Áshlag. Sin embargo, pocas veces pensamos en las personas en nuestra vida. Esto es porque la verdadera humildad es difícil de encontrar e incluso más difícil de fomentar dentro de nosotros.
La humildad es uno de los rasgos más difíciles de desarrollar en el viaje hacia la transformación espiritual. A medida que crecemos y nos volvemos más conscientes de cómo nuestras acciones influyen en la Luz del mundo, nuestro ego puede comenzar a resurgir. Puede que nos sintamos inclinados a darnos una palmada en el hombro por nuestro excelente trabajo y por todo el bien que hemos traído al mundo. Sin embargo, los kabbalistas enseñan que para poder ser un canal de libre flujo para la Luz, debemos mantener la humildad.
Michael Berg explica que la humildad es simplemente “entender que nada de lo que tenemos es nuestro. Nuestra inteligencia, nuestra riqueza, nuestra belleza, incluso nuestra grandeza espiritual pertenecen verdaderamente a esa parte de nosotros que fue cortada de la gran montaña del Creador”. Para poder conectar con la Luz a través de los actos de bondad, necesitamos humildad. Sin ella, nuestra habilidad para impactar a otros y al mundo disminuye enormemente. Como resultado, creamos espacio entre nosotros y otros, incluso colocándonos algunas veces por encima de ellos.
La carencia de humildad permite a la negatividad socavar nuestra fe en nosotros mismos y en otros. Tener humildad nos ayuda a mantener la perspectiva tanto en tiempos de abundancia como en tiempos de pérdida. Así que, ¿cómo reforzamos la conciencia acerca de que no somos nada sin el Creador? ¿Cómo hacemos de la humildad un hábito en nuestra práctica espiritual?
1. Admite tus errores
Vamos a cometer errores. Eso es inevitable. Lo que la mayoría de las personas olvidan es que todos los demás también los están cometiendo y eso está bien. De hecho, es genial cometer errores. Podemos volvernos ciegos a la posibilidad que otros tienen de cometer errores y compararnos a nosotros mismos con lo que percibimos como una “vida perfecta”. En realidad, están caminando a través de sus viajes espirituales, entendiendo las cosas, cometiendo errores al igual que nosotros. Una vez que nos damos cuenta de eso, se hace más fácil aceptarnos a nosotros mismos (con todo y los errores) y seguir hacia adelante con humildad.
2. Muestra gratitud y apreciación
Cada uno de nosotros es diferente y tiene dones únicos que ofrecer al mundo. La mayoría de nosotros se da cuenta de esto, sin embargo, no muchos expresan apreciación por los talentos individuales de otros. Puede que incluso nos sintamos amenazados por otros cuando muestran capacidades diferentes a las nuestras. La humildad significa aceptar que si bien tenemos nuestra propia fortaleza, otros sobresalen en formas en las que simplemente nosotros no podemos. Muestra apreciación y gratitud por otros halagándolos o reconociendo el buen trabajo que realizan. Enfócate en sus atributos positivos y reconoce que sus fortalezas (al igual que las tuyas) traen más Luz al mundo.
3. Ayuda a otros
Una de las experiencias más gratificantes es el acto de ayudar u ocuparse por otro. Ya sea a través del trabajo de voluntariado o echarle una mano a un amigo o a un familiar, ofrecer asistencia nos permite conectar con otros en una manera autentica y reconocer la humanidad en otros. Cuando ayudamos a otros, aprendemos humildad porque los estamos tratando como iguales, dándoles la misma compasión que nosotros querríamos. El acto de dar nos ayuda a apreciar lo que tenemos y cómo estamos todos conectados.
4. Discúlpate
No siempre es fácil hacerlo, pero admitir cuando has hecho algo mal y tomar pasos para rectificar la situación es una de las formas más importantes para construir la humildad. Disculparse puede ser doloroso, sin embargo, hacerlo ayuda a liberar el ego y muestra a otros cuánto los valoras y respetas.
Aunque el camino hacia la humildad no es fácil, vale la pena recorrerlo. La humildad es un esfuerzo de por vida que nos ayuda a conectar con la Luz y con otros con cada acto desinteresado de bondad.