Al final de la porción de Masei, Moshé deja este mundo y hay una gran explicación sobre cómo la tierra física de Israel será dividida. Pero la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé decidieron que no querían vivir en la tierra de Israel, querían vivir al otro lado del Río Jordán.
Se acercaron a Moshé y le dijeron que sabían que debían entrar a la tierra de Israel después de estar 40 años viajando en el desierto, pero que en ese momento, ya tan cerca del final, ellos no querían entrar. Moshé les dijo que estaba bien, pero para tener ese gran regalo, tenían que enviar a sus soldados con los demás israelitas, y entonces tendrían el derecho de tomar la tierra del otro lado del Jordán para ellos. Es una gran historia, dos tribus y media tenían ese gran deseo. Le preguntaron a Moshé para saber si estaba bien, y Moshé buscó la manera de que lo estuviera, con una pequeña condición: que ellos enviaran a sus soldados. Todos tuvieron lo que querían.
Sin embargo, el Jidá, Rav Jayim Yosef David Azulái, escribe que la verdad de la situación era que la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de Menashé no habían mejorado lo suficiente como para entrar a la elevación de Israel.
Por lo tanto, la verdadera razón por la que la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé no entraron fue porque no lo merecían. El Jidá dice que veamos la grandeza de lo que el Creador hizo allí. El Creador no los quería avergonzar. Imagínense si al haber llegado todos a los límites de la tierra de Israel, Moshé les hubiese dicho: “No. Esperen. Sólo nueve tribus y media pueden entrar porque lo merecen, hicieron el trabajo; la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé tienen que mantenerse en este lado porque aún no han merecido entrar. Quizá en unos años, si continúan haciendo el trabajo, podrán entrar”. ¡Se habrían sentido muy avergonzados! Por eso, en lugar de avergonzarlos, el Creador puso en su corazón que no sólo quisieran quedarse, sino que rogaran por ello; así pues, rogaron y trabajaron por recibir algo que en realidad era un castigo para ellos.
Relacionemos esto con nuestra vida. ¿Cuántas veces rogamos por algo? Decimos: “Quiero que esto ocurra. Realmente quiero que ocurra”. En realidad, eso puede ser muy peligroso porque ¿quién sabe si la única razón por la que determinado deseo viene a nosotros es porque evita que obtengamos algo mejor? Piénsalo, las miles de personas que estaban en la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé estaban muy emocionadas. Estaban muy agradecidas porque sus oraciones habían sido respondidas y pudieron quedarse al otro lado del Río Jordán.
Pensaron que habían obtenido exactamente lo que querían, en lugar de darse cuenta de que sus almas realmente necesitaban hacer el trabajo y merecer entrar en la tierra de Israel.
Hay muchas lecciones buenas aquí, pero una de ellas es esta idea de ser humildes con respecto a nuestros deseos espirituales. La próxima vez que pensemos: “Esto es lo que debo hacer y espero que el Creador me dé la fuerza para hacerlo”, detente por un momento y di: “¿¡Sabes qué!? Es muy probable que esto no sea lo que se supone que debo hacer”. Debemos vivir nuestra vida de manera tal que esté constantemente abierta al hecho de que nuestro gran deseo espiritual puede ser lo peor que nos pueda ocurrir.
Cuando pensamos en nuestra vida, decisiones, deseos y en lo que nos empujamos a hacer, tenemos que darnos cuenta de lo peligroso que puede ser eso. Tenemos que tener siempre en nuestra mente: “Espero que esto sea lo que debo hacer, y espero que si esto es lo que debo hacer, el Creador me ayude; pero es muy probable que yo esté equivocado y que no sólo esto no sea lo que debo hacer sino que, peor aún, sea absolutamente perjudicial para mí”. Debemos pedirle al Creador que nos muestre qué es lo que debemos hacer, estar completamente abiertos y nunca estancarnos en determinada acción que queramos hacer o en un resultado que esperamos obtener.
Lo que aprendemos de la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé es a siempre ser humildes en nuestros deseos espirituales y nuestro plan espiritual. Es muy interesante ver la manera errada en la que ellos lo vieron. Y la verdad es que probablemente hoy, en este momento, cada uno de nosotros tenga un aspecto en su vida en el que actúe como la tribu de Reuvén, la de Gad y la mitad de la tribu de Menashé. Para estar a salvo de nuestros propios deseos espirituales, es buena idea recordar esta historia y estar abiertos a la posibilidad de que todo lo que creemos que queremos lograr espiritualmente no sea lo correcto.