Este artículo fue publicado originalmente en 2020.
La porción de Vayigash comienza con lo que parece ser una confrontación entre Yehuda y Yosef. En este punto de la historia, Yehuda cree que Yosef es simplemente el segundo al mando después del Faraón y al hablar con él dice estas palabras interesantes: “Permítame hablar palabras a sus oídos”. Esta especificación de hablar a los oídos es extraña, porque cuando hablamos con alguien, están escuchando con los oídos. Entonces, ¿cuál es el propósito de Yehuda al mencionar el hecho de que, mientras habla, va a hablar a los oídos de Yosef? Los kabbalistas explican que esta es una enseñanza muy importante que también es verdad para la mayoría de nosotros, o para todos nosotros.
“Permítame hablar palabras a sus oídos”.
Antes de que comencemos a estudiar y entender, básicamente no tenemos idea acerca de por qué las cosas suceden, qué se supone que debemos hacer al respecto, cómo se supone que cambiemos y así sucesivamente. Hay tantas preguntas sin responder. Luego una persona inicia sus estudios espirituales, y quizás un poco de su trabajo espiritual, y comienza a obtener respuestas; entiende por qué las cosas ocurren, cómo debe cambiar y específicamente en qué áreas debe cambiar y enfocarse. Y la mayoría de las personas cree que esta es una gran parte del proceso espiritual, pero la realidad es que es tan sólo una pequeña parte de ello.
Conocer las áreas en las que necesitamos trabajar y qué aspectos de nosotros necesitamos cambiar es una parte muy pequeña del trabajo. Esa es la razón por la que usamos el término “práctica espiritual”. No podemos, a menos en nuestro tiempo, escuchar algo o entender algo y esperar a que ocurra inmediatamente, sin importar cuánto lo deseemos. Esta es una verdad; puede que necesitamos escuchar algo miles de veces, y practicarlo diez mil veces hasta que en realidad se convierta en un cambio, hasta que cambiemos gracias a ello, hasta que nos convirtamos en una persona diferente por ello. Pero ¿por qué es esto verdad?
Hay una sección en el Talmud que usa la palabra lev, corazón, para hablar acerca de la capacidad de cualquier individuo para poder no sólo retener el conocimiento, sino retener el cambio. Y el Talmud quiere señalar cómo el mundo ha llegado a un estado en el que cada vez menos personas tienen la capacidad de retener el cambio. Dice: “El corazón de los sabios, de las grandes almas que vinieron antes, era del tamaño de un gran salón. Y la capacidad del corazón de aquellos que vinieron en las siguientes generaciones es del tamaño de una habitación”. De las generaciones siguientes, de hace 2000 años, dice: “Y nuestro corazón es tan grande como un alfiler”.
Por lo tanto, dice que las primeras generaciones tenían el corazón del tamaño de un gran salón. Las siguientes generaciones tenían el corazón del tamaño de una habitación, y el tamaño del corazón de nuestra generación es el de un alfiler. Luego pregunta: “¿Quiénes son estas personas a las cuales me refiero? ¿Quiénes son estas almas cuando hablo acerca de las primeras almas, las primeras grandes almas y las que vinieron después, las personas cuyo corazón era del tamaño de un gran salón? Me refiero a Rav Akivá, cuyo corazón y capacidad para retener el cambio era del tamaño de un gran salón. Y mi corazón, mi capacidad para retener el cambio, es del tamaño de un alfiler”.
“El tamaño de nuestro corazón se ha degradado con el tiempo”.
El tamaño de nuestro corazón se ha degradado con el tiempo. Esto es un poco triste, pero es importante que lo sepamos, porque es posible que esto pueda cambiar la forma en la que vemos la intensidad con la que tenemos que practicar el trabajo espiritual. Y esto explica por qué. Si hablabas con Rav Akivá y le decías sólo una vez: “Tienes un problema con la ira”, que sabemos que era cierto, su corazón era tan amplio y su capacidad para retener ese conocimiento era tan fuerte que podía cambiar en un momento. Pero ¿cuántas veces tenemos que repetirnos a nosotros mismos algo para cambiar? Miles de veces, lo cual no es ni bueno ni malo, es sólo un hecho. Por ende, si entendemos esto, nos damos cuenta que es descabellado pensar que escuchar algo cientos de veces es suficiente para cambiarnos.
Es la realidad de nuestra generación y de quienes somos, que nuestro corazón y nuestra capacidad para retener el conocimiento para cambiar son muy pequeños. Esa es la razón por la cual tenemos que seguir estudiando, practicando y esforzándonos por las mismas cosas una y otra vez. Y tengo que decir que lo más emocionante para mí es cuando una persona llega a saber que no se trata acerca de ganar más conocimiento de nosotros mismos, o acerca de obtener más sabiduría, sino que se trata acerca de practicar la misma idea que ya conocemos una y otra vez. Es que alguien se diga a sí mismo: “Hace diez años supe que tengo un problema con la ira y con ser reactivo. Pero sigo enfocándome en ello, porque mi corazón es pequeño. Mi capacidad para retener el conocimiento para cambiar es pequeña. Así que necesito a mis maestros, amigos, y necesito de mí mismo para continuar recordando lo mismo una y otra vez”.
Porque retenemos más enseñanzas y conocimiento que no nos llevarán al cambio. Cada vez que escuchas, cada vez que entiendes, cada vez que recibes sabiduría, recuerda que retienes sólo una pequeña fracción de eso para cambiar. Para el propósito de cambiar el corazón es pequeño, y por ello debe haber una práctica y recordatorios constantes.