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¿Cómo puedo aceptar las imperfecciones de la vida? Cuatro consejos para deshacerte de la mentalidad

Adaptado del pódcast de Sed Espiritual de Monica y Michael Berg. Escúchalo y subscríbete aquí.
Enero 3, 2022
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La palabra “imperfección” a menudo tiene una connotación negativa: una grieta o defecto en el sistema que debe remediarse, ocultarse o evitarse a toda costa. Pero las imperfecciones realmente son una parte muy necesaria e importante de nuestra existencia. De hecho, ¡están tan perfectamente diseñadas por el Creador que en realidad no se pueden considerar imperfecciones!

Lo que hace que algo sea “perfecto” o no es solamente nuestra percepción. Sin embargo, la mayoría de nosotros todavía se esfuerza en alcanzar esta idea de perfección, ya sea en la manera en que nos vemos a nosotros mismos, a la gente que nos rodea o el rumbo de nuestra vida. Y a menudo nos cuesta aceptar cuando las cosas no se ven o no marchan tal y como queremos. Esto puede hacer que nos sintamos frustrados, deprimidos, inseguros o indefensos. ¿Cómo nos deshacemos de la mentalidad perfeccionista y comenzamos a aceptar una vida imperfecta?

He aquí cuatro consejos para comenzar a acoger las hermosas imperfecciones de la vida:

1. Despréndete de cómo “deben ser” las cosas y confía en que el universo busca beneficiarte. Es fácil concentrarse en una o dos áreas de nuestra vida que no parecen funcionar y obsesionarnos con mejorarlas. Comenzamos a pensar que sabemos cómo deberían ser las cosas al punto que olvidamos que hay una fuerza superior que sabe más que nosotros. Creemos que sabemos cómo se ve una vida perfecta, pero en realidad el Creador ya ha diseñado la vida perfecta para nosotros, solo que esta no coincide con la imagen que tenemos en nuestra mente.

Cada desafío u obstáculo en el camino proviene del Creador para nuestro beneficio, aun si no podemos verlo en el momento. No somos los únicos responsables por la situación en la que nos encontramos. Hay una fuerza que dirige nuestra vida y crea situaciones que son perfectas para nosotros. No existe la pareja perfecta, el hijo perfecto o el empleo perfecto; solo existe aquello que es perfectamente diseñado para ti.

Deja de compararte a ti mismo, a quienes te rodean y a tu vida con lo que tú consideras que “debería” ser. Todo lo que llega a ti es para el beneficio de tu alma. Tu responsabilidad es descubrir qué es; tener suficiente conciencia, curiosidad y amor propio para mirar cada desafío y preguntarte: “¿Cómo puedo convertir este desafío en un regalo?”.

2. Esfuérzate por hacer que las cosas sean mejores, no perfectas. Todo lo que existe en este momento está perfectamente diseñado para nosotros, pero eso no significa que no debamos cambiar y avanzar. De hecho, ese es el mismísimo propósito: nuestros desafíos nos impulsan a hacer cambios positivos. Estamos destinados a esforzarnos por mejorar las cosas, pero no por la meta de la perfección.

Un esfuerzo sano es querer transformarse, crear cambio y avanzar hacia algo diferente; mientras que la perfección es una búsqueda inútil por eliminar algún defecto que percibimos. Cuando buscamos el cambio con una mentalidad saludable, es inspirador y nos conecta con el universo.

3. Concéntrate menos en lo que careces y aprecia más lo que posees. Es natural compararnos con otras personas. Con el auge de las redes sociales, es más fácil que nunca tener acceso a miles de otras vidas. A veces nos creemos las hermosas imágenes que vemos y asumimos que todos los demás son perfectos y que nosotros somos los únicos con imperfecciones. En realidad, todos tienen diferencias y eso es lo que nos hace los seres más perfectos.

En lugar de concentrarte en aquello que los demás tienen y tú no, considera a todas las personas que son menos afortunadas que tú. Recuerda todos los regalos y bendiciones que tienes en tu vida y que sueles tomar por sentados. Esto es lo que despierta el aprecio y nos lleva a la plenitud.

4. Acepta que estamos destinados a tener diferencias hermosas y únicas. A medida que crecemos, solemos estar condicionados para ocultar nuestras diferencias. Queremos encajar, evitar que nos molesten y deseamos agradar a las personas. Ya sea que lo reconozcamos o no, acostumbramos mantener este comportamiento a lo largo de nuestra adultez y esto puede hacer que seamos muy duros con nosotros mismos.

En realidad, nuestros defectos son los que nos hacen interesantes, únicos y valiosos. Nuestras diferencias no son imperfecciones. El trabajo que estás destinado a hacer en este mundo y la Luz que fuiste hecho para revelar solo se puede lograr siendo tú mismo. ¡Tú eres el único que puede hacerlo!

Los seres humanos no están en el mundo para ser perfectos, el Creador ya tiene infinidades de ángeles perfectos en el Cielo. Estamos destinados a tener vidas imperfectas aquí en el mundo físico, superar nuestros desafíos y esforzarnos, fallar y levantarnos nuevamente. El mundo fue hecho para ser imperfecto, y a partir de esa imperfección podemos encontrar Luz, transformación y cambio.

La perfección es una ilusión, no es una meta tangible. Ten certeza en el diseño del Creador: reconoce que las cosas son exactamente tal y como deben ser en este momento, confía en que puedes hacer cambios significativos para el futuro, aprecia las bendiciones que tienes y acepta tus hermosas diferencias. Deshazte del peso del prejuicio y la crítica que viene con la búsqueda de la perfección. Este es el camino hacia una vida feliz y plena.


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