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¿Cómo puedo obtener lo que mi alma quiere? Cuatro consejos para dirigir tus deseos

Adaptado del pódcast de Sed Espiritual de Monica y Michael Berg. Escúchalo y subscríbete aquí.
Mayo 6, 2024
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El deseo es algo que solemos dar por sentado. Las cosas que queremos son tan innatas que a menudo no consideramos el poder de nuestro deseo. Nuestros deseos son nuestros mayores dones. Nada se puede lograr sin antes tener el deseo. También está estrechamente vinculado con la alegría. Cuanto más vivo y creciente sea nuestro deseo, más felicidad y plenitud experimentaremos.

Es importante que nos tomemos el tiempo para comprender nuestros deseos y dirigirlos por el camino que nos traiga la mayor plenitud. He aquí cuatro consejos para dirigir tus deseos y obtener lo que tu alma realmente quiere:

1. Evalúa si tus deseos provienen de tu alma o de tu ego. 

Las personas que han tenido éxito en la vida, especialmente a temprana edad, tienden a adoptar la mentalidad de que deberían poder lograr o adquirir cualquier cosa que deseen. Pero, con frecuencia, hay una gran desconexión entre lo que queremos atraer y lo que finalmente nos traerá alegría, felicidad y plenitud duradera. No todo lo que deseamos es para nuestro beneficio final. ¡Incluso ganar la lotería puede causar dificultades e infelicidad!

No siempre nos detenemos a considerar si las cosas que queremos son las mejores para nosotros. A menudo, pensamos que finalmente seremos felices una vez que tengamos aquello que deseamos porque, externamente, se ve increíble. Queremos un trabajo de alto perfil, pero no consideramos el peso de la responsabilidad o la pérdida de libertad que puede conllevar. Queremos una casa grande sin pensar en el costo de mantenimiento o el aumento de estrés que puede traer. 

La sabiduría de la Kabbalah enseña que cuando tenemos un verdadero deseo que proviene de nuestra alma, se manifestará cuando oremos por él. Si algo no se manifiesta, es una indicación de que el deseo no era tan profundo y verdadero como pensábamos. Detente y piensa de dónde vienen tus deseos. ¿Son cosas que están alimentando tu ego, o te acercarán al Creador?

2. Esfuérzate por dar y compartir más.

Si pudieras escuchar lo que tu alma realmente quiere, la respuesta no es más dinero, un auto o una cena elegante. Todas esas cosas son geniales y están hechas para ser disfrutadas, pero no son nuestro deseo central. Nuestra alma sabe que la verdadera plenitud llega cuando actuamos de la manera más similar posible a la fuerza que lo impregna todo, la Luz infinita del Creador. Esta fuerza solo quiere una cosa: compartir.

Cuando estamos en sintonía con esa fuerza, somos más felices. Esto significa compartir y dar más en nuestra vida cotidiana. Empieza por compartir con otras personas las cosas que deseas para ti mismo. Si te gustaría cenar filete, cómprale un filete a otra persona. Pregúntate: “¿Cómo estoy manifestando mi deseo de una manera que beneficie a los demás hoy? ¿Cómo puedo ayudar a difundir más compasión y amor?”.

3. Considera las necesidades del colectivo.

Si le preguntaras a la mayoría de las personas cuál es su propósito en esta vida, podrían tener respuestas como: “Dejar mi huella en el mundo”, “Lograr una meta” o “Ser el mejor en algo”. La verdad es que encontramos la mayor alegría y plenitud cuando dirigimos nuestros esfuerzos a llevar bondad a cada vez más personas. 

La próxima vez que persigas algo, en lugar de pensar primero en ti mismo, intenta pensar en el colectivo. Puede ser cualquier grupo del que formes parte. Tu ciudad, familia, país o comunidad. Ser parte de ese colectivo significa saber que tu propósito es brindar apoyo y ser parte de ese grupo. 

4. Entiende que el deseo disminuye con el tiempo a menos que lo cultives a través del compartir.

El deseo es una fuerza finita que puede disminuir a medida que envejecemos. Los niños tienen un gran deseo: ¡quieren jugar con todo, tocar todo y comer demasiadas galletas! En algún momento, nuestro deseo comienza a menguar. Cuando nuestros deseos son puramente egoístas, los adherimos a cosas que son limitadas; y las cosas limitadas terminan. El deseo muere en un lugar que es completamente egoísta. A medida que perdemos nuestro deseo, también perdemos nuestra motivación y alegría.  Al manifestar el deseo de maneras puramente egoístas, nos abstenemos de experimentar alegría hasta el punto de que ya no podemos disfrutar de las cosas que antes difrutábamos. 

Por el contrario, si dirigimos nuestro deseo a compartir con los demás, entonces nuestro deseo no disminuye. De hecho, crece porque se manifiesta en cosas eternas. Crea cada vez más deseo, como un circuito que no termina. Esto es lo que mantiene viva nuestra alegría de vivir.

Piensa en tu vida y hacia dónde estás dirigiendo tu energía. ¿La mayor parte de tu deseo se manifiesta en cosas eternas que no son solo para ti mismo? Si es así, verás que tu deseo, alegría y plenitud solo crecen con el tiempo.

Cada uno de nosotros tiene el potencial de vivir con un deseo creciente en cada área de nuestra vida, y experimentar la alegría y la plenitud que aporta. Replantea y trata tu deseo con la delicadeza que se merece. Considera qué parte de tu ser estás alimentando a través de las cosas que quieres: ¿es tu ego o tu alma? Busca formas de compartir con los demás y de conectarte con cosas que sean altruistas y eternas. No se trata solo de hacerlo porque eres una buena persona, sino porque es el camino para recibir más Luz y bendiciones en tu vida y para el mejoramiento de tu alma.


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