Las reuniones familiares como festividades, cumpleaños y bodas pueden ser momentos increíbles de alegría, risa y unión. Pero también pueden provocarnos ansiedad, enojo y frustración. Amamos a nuestros parientes, pero no siempre coincidimos con ellos. Las personalidades y los puntos de vista pueden chocar fácilmente, lo que hace que los eventos familiares parezcan más un esfuerzo que una alegría.
Manejar dinámicas familiares o grupales de cualquier tipo puede ser pesado. A muchos de nosotros hasta nos asusta la idea. Pero es posible cambiar nuestra perspectiva y transformar por completo nuestra experiencia.
He aquí tres consejos para replantear tus interacciones con tus parientes:
1. Aprecia a tus seres queridos.
Sin importar cuán difíciles puedan ser nuestros familiares, siempre hay lugar para el agradecimiento. Tener una mentalidad de gratitud y alegría puede transformar por completo nuestra experiencia. Nos ayuda a revisar nuestros pensamientos, acciones y palabras, y asegura que los infundamos de bondad.
Cuando te concentras en el agradecimiento, te ayuda a soltar todos los inconvenientes menores. Te permite enfocarte en lo importante: estar con las personas que quieres mientras siguen en tu vida, sin importar cuán buena o mala sea la comida o cuán perfecta sea la conversación.
El aprecio no significa que todo marche bien o que concuerdes con todas sus decisiones. Significa que estás agradecido por su presencia en tu vida. No busques ni esperes perfección de los eventos familiares, sino más bien aprecia el hecho de que puedes pasar estos momentos con gente que quieres y que te quiere.
2. En lugar de concentrarte en cómo ellos no cumplen con tus expectativas, pregúntate: ¿Cómo puedo dar más?
Con frecuencia nos aferramos a heridas de nuestra infancia, en especial cuando se trata de la familia, y esto puede impedir que aceptemos cambios en nuestras relaciones. Por ejemplo, si sientes que tus padres no te apoyaron de las maneras que necesitabas en tu infancia, podría costarte apoyarlos de la manera que ellos necesitan a medida que envejecen. Pero este modo de pensar también nos impide superar nuestros traumas y crecer como personas.
Es posible que nuestras relaciones sigan siendo complejas y cambiantes. Pero, en lugar de centrarte en cómo tus familiares no cumplen tus expectativas, puedes elegir replantear tus relaciones en torno a la pregunta: ¿Cuánto puedo compartir con ellos? ¿Cómo puedo asegurar que estén felices y poder cuidarlos? ¿De que manera estoy cambiando en el sentido de ser más dador en vez de receptor?
3. Considera los conflictos familiares como una oportunidad para aprender y crecer.
Cuando se presentan cosas negativas en nuestra vida, es fácil pensar que son alguna especie de castigo, ya sea creamos que lo merecemos o no. Sin embargo, hay un hermoso propósito para todo lo negativo que vivimos, incluyendo los problemas con nuestra familia. Todo lo que nos ocurre a nosotros y en nuestro entorno tiene el propósito de enseñarnos algo. Esto no significa que el comportamiento de los demás sea correcto, pero si lo estamos presenciando, hay algo que podemos aprender.
Considéralo como una rutina de ejercicios personalizada. Un entrenador personal ha diseñado una rutina de ejercicios especial para tus objetivos de salud. Cada paso del camino es trabajo duro y agotador que a menudo hace que quieras rendirte, pero, al fin y al cabo, te hace ser más fuerte, más hábil y más sano. Del mismo modo, tu familia fue divinamente diseñada para tu crecimiento espiritual. No tiene que ser fácil; el crecimiento ocurre con los desafíos.
Las reuniones familiares presentan oportunidades para intentar ser nuestra mejor versión entre las personas que podrían alterarnos más. Si puedes recordar que estás destinado a crecer gracias a la experiencia, concentrarte en compartir y cultivar un aprecio cada vez mayor, no solo tu dinámica familiar será más positiva para ti, sino que también te beneficiarás incluso de las situaciones incómodas que surjan.