En el año 2013 dos jóvenes actrices ganaron los más codiciados premios de la Academia. Jennifer Lawrence y Anne Hathaway son excelentes artistas en su campo, ambas son bellas y aceptaron su premio con gracia. Pero solo una de ellas resbaló cuando subía las escaleras para recibir su estatuilla.
Fue el tipo de situación que teme la mayoría de nosotros, extrema vulnerabilidad mientras se es el centro de atención. Ya sea que tengas una entrevista de trabajo, sea el día de tu boda o la noche en la que te den un prestigioso galardón, imaginar al menos una cosa que puede salir mal es parte de la naturaleza humana. En el caso de Jennifer Lawrence, eso ocurrió. Sin embargo, algo muy chistoso sucedió luego: se convirtió en una de las más queridas de los Estados Unidos. Su habilidad para mostrar su vergüenza ante más de 40 millones de personas le dieron el título de una de las celebridades más “agradables”. Un año después se resbaló nuevamente en la alfombra roja de los premios Oscar e inmediatamente estalló en carcajadas.
Si bien la mayoría de nosotros evita la vergüenza a toda costa, ésta resulta ser una experiencia humana vital que profundiza nuestra conexión con los demás y nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual.
Un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley examinó la naturaleza de la vergüenza y lo que la habilidad de sentirse avergonzado dice sobre una persona. Los investigadores encontraron que aquellos que sienten vergüenza fácilmente son más propensos a mostrar un comportamiento “Pro-social”, esto quiere decir que están más inclinados a ser compasivos y a compartir con otros, lo cual indica que hay una conexión entre la vulnerabilidad y la apertura con los demás.
El estudio también reveló cuales son los beneficios sociales de la vergüenza. Al ser elogiados los participantes mostraron signos de vergüenza (contrario a orgullo), ser más dignos de confianza y agradables, de ahí viene el éxito mediático de la actriz Jennifer Lawrence. La vergüenza fija la manera en la que nos relacionamos los unos con los otros, los investigadores notaron que aquellos que expresaron su emoción fácilmente eran capaces de suavizar los conflictos y llamar al perdón, mientras que aquellos que no logran mostrar signos de vergüenza tienden a expandir la separación entre ellos y los demás.
Estos hallazgos apoyan lo que los kabbalistas han enseñado todo este tiempo: la vergüenza es la emoción clave que desencadena el crecimiento espiritual. Michael Berg dice que “Necesitamos entender que la vergüenza es una herramienta valiosa para reducir nuestro ego”.
Cuando sentimos vergüenza nuestro ego siente el impacto. Ya sea que nos lleve a sentir profundo dolor o a sonrojarnos levemente, estamos forzados a enfrentar nuestra falibilidad. Como resultado, tenemos la oportunidad de transformar esa experiencia en sabiduría.
Hay una historia antigua de un Kabbalista que pasó por una gran transformación gracias a una profunda vergüenza. Rav Jaim Hezekiá Medini, el Sedei Jemed, era muy respetado en su comunidad, Hebrón. Pero un hombre celoso del pueblo ideó un plan para deshonrar al gran Kabbalista. El hombre convenció a la señora de limpieza de la sinagoga para que acusara al Sedei Jemed de haber intentado violarla. Al día siguiente, mientras el gran Kabbalista estaba absorto en su estudio, la señora de limpieza salió de la sinagoga gritando acusaciones, decía que el Sedei Jemed la había atacado. El Kabbalista era tan querido en la comunidad que nadie le creyó a la mujer y luego ella perdió su empleo.
Pasaron muchos años hasta que la señora se le acercó un día al gran Kabbalista y se disculpó: “Siento mucho lo que le hice hace algunos años, pero el hombre que me pidió que lo hiciera me prometió que nos ayudaría a mí y a mi familia. Lo hizo hasta la actualidad, pero ya murió y no tengo manera de poner comida en mi mesa. Aunque la mayoría sabe que tú no hiciste lo que dije, estoy segura de que hoy en día hay algunos que lo dudan. Si quieres, puedo dirigirme a la comunidad para decirles que yo estaba mintiendo, pero por favor ayúdeme a conseguir trabajo, ¿podría ayudarme a alimentar a mi familia?”.
El Sedei Jemed la escuchó y luego le consiguió un empleo. Agradecida, ella repitió su oferta de rectificar la falta del pasado, pero el gran Kabbalista no aceptó. “Cuando corriste y gritaste que yo te había violado, me sentí terriblemente avergonzado, por supuesto. Pero gracias a esa vergüenza mi ego estuvo cerca de ser eliminado y todas las Puertas de Sabiduría se abrieron para mí. Ahora temo que si tú retiras tu acusación, esas puertas pudieran cerrarse otra vez”.
Esta historia ilustra la importancia de la vergüenza desde un punto de vista kabbalístico. La vergüenza es una de las experiencias humanas que tiene el potencial de cambiarnos para bien si se lo permitimos. Aunque nuestra tendencia sea evitar las situaciones vergonzosas, es mucho mejor si las aceptamos, nos permitimos sentir ese dolor y compartimos esa emoción con otros. Tan difícil como pueda ser, sentir vergüenza puede abrir la puerta hacia conexiones más profundas con otros, transformación espiritual y reducir nuestro ego en el proceso.