La mayoría de nosotros pensamos que somos personas “espirituales”. En esencia somos buenos. Disfrutamos conversaciones profundas acerca de enseñanzas espirituales. Creemos que todos los seres humanos están inherentemente conectados. De hecho, identificarse con la espiritualidad se ha puesto muy de moda.
Pero, ¿qué es exactamente lo que define una práctica espiritual? ¿Asistir a un servicio semanal? ¿Enviar un cheque a alguna causa benéfica? ¿Ofrecerse de voluntario para trabajar en la jornada de entrega de comida que organizó la iglesia? Si bien todas estas son actividades valiosas, los kabbalistas enseñan que la acción —siendo más específicos: una acción incómoda— es de lo que realmente se trata caminar un sendero espiritual. Por ende, a menos que estemos realmente impulsándonos más allá de nuestra naturaleza, es poco probable que crezcamos espiritualmente.
Karen Berg dice: “Es muy bueno venir a una clase de espiritualidad y aprender, pero eso no es lo que va a cambiar a la gente o te va a cambiar a ti. Lo único que de verdad puede ayudar a manifestar el cambio en tu vida, o en la vida de cualquier persona, es tomar las herramientas y convertirlas en acción; transformar ese Deseo de Recibir para Sí Mismo en un Deseo de Compartir”.
La acción desinteresada es clave. Un vecino te pide que lo lleves al mercado en tu automóvil cuando ya vas tarde a una reunión. Una amiga te pide que la ayudes a planificar una fiesta sorpresa cuando estás abrumado con el trabajo. Este tipo de compartir es difícil. Es mucho más fácil inventar una excusa (aun cuando es totalmente válido) que reorganizar tu agenda con el fin de ayudar. A menudo pasamos por alto este tipo de actos porque no parecen ser de naturaleza espiritual. Sin embargo, son exactamente este tipo de cosas las que nos acercan a la Luz del Creador.
La mayoría de nosotros hacemos aquellas cosas que son fáciles, lo cual nos hace creer que estamos haciendo lo suficiente. Si sospechas que podrías estar haciendo más, haz un examen sincero de tus rutinas. ¿Qué lugar tiene la espiritualidad en tu vida diaria? ¿Ves que compartes sólo cuando es conveniente o fácil hacerlo? ¿Tu práctica espiritual ha mermado hasta el mínimo? Aunque unirnos a una comunidad para estar conectados es una parte importante de nuestro trabajo espiritual, es necesario salirse más allá de las tareas rutinarias para alcanzar todo nuestro potencial.
¿Llevas a cabo tu práctica espiritual sin hacer mucho esfuerzo?
La belleza de compartir es que no tienes que esperar hasta que alguien en tu vida exprese una necesidad para tú poder actuar. Mira a tu alrededor. De tus amigos, familiares y compañeros de trabajo, ¿quién podría recibir un poco más de atención, ayuda, reconocimiento o alegría? ¿Cómo puedes ayudar? ¿Cómo puedes estar a disposición y hacerles saber que no están solos?
Recuerda: el compartir real nos mantiene conectados con la Luz del Creador. Aunque pueda ser inoportuno, recuerda que mientras más incómodo nos resulte, más Luz será revelada. El trabajo espiritual verdadero es difícil a veces. Cuando sientes que te resistes a compartir, es allí cuando sabes que es exactamente lo que deberías estar haciendo,
Puede que pienses: “Pero comparto con los demás todo el tiempo”. Dar un poco de dinero a un mendigo o dejar una bolsa de ropa usada en un refugio ciertamente es compartir, y es indudablemente valioso. Pero, desde una perspectiva kabbalística, si no nos sentimos incómodos, no es suficiente.
Los kabbalistas enseñan que nuestra práctica espiritual se hace más profunda por medio de la acción. Mientras más lejos salgamos de nuestra zona de comodidad, más Luz traemos al mundo. Comprométete a hacer el esfuerzo por ayudar a los demás. Lleva a una persona mayor al supermercado, organiza una recolecta de juguetes, o ayuda a un vecino a podar el jardín.
Ayudar a otros lleva nuestra práctica espiritual a un nuevo nivel cuando es un acto fuera de lo común para ti. Piensa en nuevas formas para compartir más allá de los límites de lo que te resulta familiar. Renuévala frecuentemente y continuarás creciendo en tu práctica espiritual.
Como dice Michael Berg: “Siempre hay mucho más que podemos hacer”.