En 1492, Cristóbal Colón comenzó un viaje con rumbo a las Indias, buscando una ruta mejor… buscaba especias, oro y una vía rápida para llegar a Asia oriental. En su primer viaje hacia el oeste, Colón predijo que él y su tripulación llegarían a la India en aproximadamente un mes, pero el viaje resultó durar el doble de tiempo. Ese es un gran error para un explorador, considerando todo el dinero que la monarquía española invirtió para dicho viaje. Basándose en los cálculos de los eruditos de la época, musulmanes en su mayoría, Colón creyó que podía navegar unas 15.000 millas hasta llegar a la India, China y el lejano oriente. Lo que no tomó en cuenta fue la diferencia entre la milla náutica del oriente medio y la milla náutica europea, la cual es más corta.
Con el pasar de los días y aún no haber visto tierra, no hay duda de que Colón sabía que se había equivocado. Científicos sociales han estudiado la psicología del error por décadas y usan el término disonancia cognitiva para describir lo que ocurre cuando un error nos hace cuestionar una creencia que tenemos. La disonancia cognitiva es el estado de conflicto interno que sentimos cuando estamos frente a dos ideas contradictorias. Por ejemplo, “Evadir impuestos está mal” y “Acabo de evadir mis impuestos”. Otro ejemplo, la disonancia cognitiva puede aparecer cuando el nuevo refrigerador que compraste no funciona bien o cómo te lo prometieron, este evento entra en conflicto con nuestra creencia de que somos compradores astutos. Todos creemos que tomamos buenas decisiones.
Claro, es una especulación asumir lo que Colón pensó y sintió en esos largos días antes de tocar tierra. La tensión que aumentaba entre los miembros de la tripulación nos permite decir con mucha seguridad que Colón sentía algo de disonancia. Lo ves, algo curioso pasa cuando te encuentras con la disonancia cognitiva, intentamos reducir dicha disonancia por medio de la racionalización de los errores, haciéndolos mucho menos notorios de lo podrían parecer a primera vista.
Ignorando el hecho de que dos continentes y mucha agua separan a Europa de Asia por el oeste, cuando Colón por fin llegó a lo que ahora es las Bahamas, pensó que había llegado a las Indias. Después de dos días explorando el lugar, oyó sin querer a unos habitantes de la isla que decían, “Vengan y vean a los hombres que vinieron del cielo. ¡Tráiganles comida y bebida!”. No sólo se negó a verlos como algo más que hindúes, sino que estaba convencido de que podía entender su idioma en tan solo dos días. Colón hizo tal esfuerzo por reducir la disonancia en su mente que escuchaba y pensaba lo que quería para justificar su colosal error. Se dice que en su lecho de muerte aún pensaba que había llegado a la India.
Todos cometemos errores (aunque la mayoría de nosotros no resulte en otro continente). Lo que hace la diferencia es la manera en la que lidiamos con esos errores. Negar nuestras fallas es tentador, no nos gusta estar equivocados. Un fumador podría pensar, “Sé que fumar es malo para mí” pero, para reducir la disonancia entre esta idea y el hecho de que fuma dos cajetillas diarias, podría concluir con algo como “No es tan malo. Todavía estoy joven. Mi vecino ha fumado toda su vida y tiene 82 años”.
La Kabbalah nos enseña que si podemos reconocer nuestros errores, aceptar la responsabilidad y aprender de ellos, entonces tenemos mucho potencial para crecer. Pero esto necesita un cambio en la conciencia. A menudo las personas ni saben que cometieron un error. El problema con estar equivocado es que mientras no te des cuenta de ello, crees que estás en lo correcto.
Si de verdad intentamos ser honestos con nosotros mismos y aceptar nuestros errores importantes, podremos beneficiarnos enormemente. La clave es darnos cuenta de cuándo intentamos reducir nuestra disonancia. Cuando dejamos de reducir la disonancia, somos menos propensos a repetir los mismos errores. Si nunca aceptamos nuestros errores, lo más probable es que continuemos cometiéndolos.
Según los kabbalistas, estamos destinados a cometer errores, estos forman parte de nuestra vida, nos enseñan valiosas lecciones e inician la transformación. “Los errores que cometemos son los lineamientos en nuestro camino que nos muestran cómo debemos cambiar nuestra personalidad para mejorar cada día”, dice Karen Berg. “Nos damos cuenta de quienes somos por medio de las cosas que hacemos y que a veces parecieran estar completamente mal… Si caemos en el mismo agujero una y otra vez, es tiempo de evaluar y ver que alguien está tratando de decirnos algo. Debemos aprender a ver y tomar aquello que hemos hecho y guiarlo por un camino que sea mejor para nosotros.
Cometemos errores todos los días. Reconocerlos, aceptarlos y corregirlos o no marca la diferencia entre la transformación y el estancamiento. Nuestras fallas nos ayudan a crecer, pero sólo si lo permitimos.