Poco tiempo después de la partida de mi padre, hubo un momento en el que mi hija mayor, Miriam, entró en la habitación para abrazarme. La rodeé con los brazos, devolviéndole el gesto, sin darme cuenta de que ella tenía puesta una de las chaquetas de mi padre. Mi olfato de inmediato se llenó con su aroma, y al mismo instante, me transporté a través de tantos recuerdos. Las lágrimas corrían por mi rostro al verme a mí misma, con doce años de nuevo, dándole un beso a mi padre antes de que se fuera a trabajar. Con diecisiete años, sentada en el sillón con él, con la cabeza apoyada en su hombro, viendo la televisión. Con veintitrés años y hablando con él sobre mi futura boda. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo mientras revivía estos preciosos momentos, todo mediante el vehículo del aroma de mi padre.
Es lo que se conoce como el momento proustiano. Se escriben trabajos de investigación sobre este tema en universidades; se estudia, se examina y se medita. Se define como una experiencia sensorial —como un olor, por ejemplo— que desencadena un recuerdo de un momento, lugar o experiencia. El término se debe a un pasaje de La búsqueda del tiempo perdido de Proust, donde los recuerdos de la infancia inundan al autor después de comer una galletita de magdalena mojada en té.
En Yom Kipur, tenemos nuestro propio momento proustiano, aunque la experiencia sensorial que tendremos será más de índole espiritual. En Yom Kipur, no comemos ni bebemos porque queremos permitir que nuestro cuerpo y nuestra alma se eleven al máximo nivel espiritual. Al abstenernos de comida, bebida y comodidades físicas durante esta ventana de veinticinco horas, nos desconectamos del mundo material como una forma de conectarnos al reino espiritual con la mayor claridad posible. Al hacer esto, elevamos nuestra conciencia y, a partir de ahí, se nos da la oportunidad de eliminar cualquier negatividad que hayamos acumulado a lo largo del año.
De manera similar a la forma en que mi experiencia después de la muerte de mi padre me llevó por una catarata de recuerdos, Yom Kipur nos llevará en un recorrido por nuestros momentos inconscientes. Momentos en los que, sabiéndolo o no, creamos negatividad. Hay demasiadas cosas que no podemos ver —probablemente somos conscientes de un 10 % de la negatividad que hemos creado o que acumulamos— por lo que el propósito de las oraciones en este día es limpiar todo por completo. El Creador solo puede eliminar las cosas de las que somos conscientes, y traerlas a nuestra conciencia permite que sean eliminadas y transformadas.
Esto puede parecer una tarea difícil, pero voy a iluminar dos cosas para ayudarte a verlo desde una nueva perspectiva.
Primero, piensa en ello como una casa envejecida. Hay grietas por todas partes, la pintura se está descascarando, el fregadero tiene filtraciones y los cimientos se están erosionando. Sin embargo, la persona que vive allí ha habitado en ese espacio durante tanto tiempo que ya ni siquiera se da cuenta. Tal vez colgó cuadros sobre los agujeros en las paredes o cubrió una grieta en el piso con una alfombra. Deja de ser consciente del daño. Incluso puede tener un amigo que es carpintero que se ofrezca a ayudarla a arreglar las cosas, pero mientras camina por la casa, pasa por alto defecto tras defecto porque simplemente ya no puede verlos. Se ha engañado a sí misma durante tanto tiempo que el daño y los defectos comienzan a sentirse normales. Pero no son la realidad que queremos. Cuando abordamos la negatividad inconsciente y reparamos el daño que encontramos, podemos tener una vida más auténtica y plena.
En segundo lugar, de ninguna otra área somos más inconscientes que de las formas en que nos hemos lastimado y dañado a nosotros mismos. Sí, queremos tener en cuenta cómo hemos lastimado a los demás y es imperativo que lo hagamos, pero no en detrimento de nosotros mismos. Nuestros prejuicios más inconscientes, nuestra habla más maliciosa y nuestras acciones más negativas a menudo son las que ejercemos contra nosotros mismos. A medida que transcurre tu día de Yom Kipur, y a medida que se te revelan tus pensamientos subconscientes del último año, recuerda ofrecerte compasión a ti mismo. Es muy importante priorizar esta conciencia desde el principio, a fin de que no lleves esta carga al próximo año.
Mientras pasan las horas de Yom Kipur y se te presentan varias situaciones de malestar, ya sea físico o emocional, recuerda pedirle ayuda al Creador. Conéctate con el Creador con la intención de obtener la visión. Permite que la negatividad y el daño se te revelen por completo para que puedan ser eliminados en su totalidad. Permite que este momento proustiano del alma te lleve a lugares a los que de otra manera no irías, para que puedas experimentar un nivel de Luz que nunca creíste posible.
Te estarás dando a ti mismo el regalo más grande de todos y, a su vez, estarás ofreciendo ese regalo al mundo. Un mundo que necesita desesperadamente tu luz.