La buena noticia: todo nacimos con dones únicos que tienen el fin de ayudarnos a alcanzar nuestro mayor potencial en la vida. Son regalos que nos son dados por el Creador con el sólo propósito de hacer del mundo un lugar mejor.
La mala noticia: muchos de nosotros no los estamos usando realmente a su máxima capacidad. En resumen, estamos terriblemente lejos de hacer lo que vinimos a hacer a este mundo. Michael Berg dice: “Ninguno de nosotros está viviendo su máximo potencial. Si somos sinceros, no estamos haciendo ni la milésima parte del trabajo que se supone que debemos estar haciendo”.
El sólo pensarlo es abrumador. Con tanto trabajo por hacer en esta vida, ¿cómo podemos comenzar a hacer la diferencia? ¿Cómo podemos acercarnos a nuestro mayor potencial y verdaderamente manifestar nuestro propósito?
Podemos comenzar con cambiar la manera en la que nos vemos en el mundo. Michael Berg dice: “La única razón por la que ninguno logra hacer el trabajo que debemos es que realmente no apreciamos quienes somos… la grandeza de nuestra alma y su potencial”. Pero a través de la investigación y el estudio científico, los neurocientíficos han descubierto que podemos reconfigurar nuestro cerebro para tener una concepción distinta de nosotros mismos y, en consecuencia, comportarnos de manera diferente.
A nuestro cerebro le gusta la eficiencia. Un pensamiento específico (ya sea positivo o negativo) activa una respuesta en tu cerebro, al igual que encender una luz. Mientras más pienses eso, más rápido se activa el interruptor y más intensamente brilla la luz. La repetición fortalece las conexiones en tu cerebro con el pasar del tiempo. Este proceso cerebral es la razón por la que no necesitamos reaprender a hacer ciertas cosas, como montar en bicicleta o hacer un sándwich de queso fundido, aunque tengas años sin hacerlo. Pero también es la razón por la que los pensamientos negativos son tan insidiosos. Puede que un pensamiento negativo parezca inofensivo, pero si lo repetimos varias veces, al final se convierte en el guion de nuestra vida.
Nuestros pensamientos tienen un impacto directo en nuestra vida porque influyen en nuestras acciones. Por ejemplo, imagina que dos empleadas de la misma compañía están interesadas en un nuevo puesto que acaba de ser abierto, el cual incluye un ascenso y un aumento del salario.
La empleada A realmente quiere el trabajo y siente que está cualificada. La empleada B realmente quiere el trabajo, pero duda que tenga lo necesario para obtener el cargo. Sin tomar en cuenta el nivel de habilidades ni la experiencia, ¿quién crees que podría obtener el trabajo?
La respuesta parece obvia. La empleada A tiene más probabilidades de mostrarle a su jefe que está interesada en tener más responsabilidades cuando hace preguntas sobre el cargo o entrega su currículo. Si la empleada B pudiera reconfigurar sus pensamientos, tendría más probabilidades de dar pasos positivos hacia traer más Luz a su vida.
Puedes comenzar a reconfigurar tus pensamientos al identificar el tipo de ideas positivas que están alineadas con las metas que quieres alcanzar y la persona que quieres ser. Escríbelas y mantenlas al alcance de tu mano. Luego revisa tus patrones de conversación interior y tus respuestas internas inmediatas cuando se presenta una oportunidad. Cuando aparezcan pensamientos negativos, ten compasión de ti, pero detenlos inmediatamente y reemplázalos con pensamientos positivos (revisa tu lista tanto como sea necesario).
Después, pasa a la acción. Creer que puedes tener un ascenso, terminar un maratón, escribir una novela o finalizar tus estudios sólo te hará avanzar un poco hacia el logro de tus metas. Debes dar pasos positivos en la dirección a la que quieres ir para luego llegar allí.
Ahora repite esos pensamientos y acciones positivas tanto como sea posible. Con el tiempo, tu cerebro comenzará a reconfigurarse, hasta que vivir proactivamente como un canal de la Luz del Creador se vuelva algo natural.
Los dones debemos compartirlos con el mundo a través de actos bondadosos y generosos, en efecto, alcanzar nuestro mayor potencial es una gran labor que a veces puede durar toda la vida. La fuerza espiritual que necesitamos para llegar a alcanzarlo sólo puede crecer con positividad y autocompasión. Al reconfigurar nuestros pensamientos podemos prepararnos para realizar más acciones positivas en el mundo y, en consecuencia, acercarnos a alcanzar nuestro mayor potencial.