La noche del 25 de diciembre de 1776, el general George Washington cruzó el gélido y peligroso Río Delaware, guiando a sus tropas hacia Trenton, Nueva Jersey. Allí, los soldados hessianos (soldados alemanes contratados para combatir a favor de los británicos) estaban disfrutando de la Navidad; habían bajado la guardia pensando que los soldados estadounidenses no estarían cerca de ellos.
Cuenta la leyenda que el coronel que guiaba a los hessianos, Johann Rall, había recibido una nota por parte de un lealista británico en la cual revelaba el paradero del general Washington y su ejército. Rall metió la nota en el bolsillo de su abrigo y continuó paseando por los alrededores de Trenton.
El coronel Rall fue asesinado poco después mientras guiaba a sus tropas lejos de la Batalla de Trenton. La nota fue encontrada sin abrir en el bolsillo de su abrigo.
Nuestro ego es conocido por convencernos de que conocemos la verdad, que nos encontramos en el camino correcto (tanto literal como metafóricamente), o que no necesitamos de la ayuda de nadie. Pero estamos muy equivocados.
Ciertamente es fácil caer en estas mentiras; ellas crean una ilusión de seguridad dentro de nuestra zona de comodidad en donde podemos ignorar la posibilidad de que alguien más tenga información valiosa o una solución útil. Muchos de nosotros permitimos que nuestro ego determine nuestra vida y que nos dé un falso sentido de plenitud (y en el peor de los casos, podemos llegar a pensar que tenemos derecho a todo y que somos más elevados que los demás). Sin embargo, el ego no te puede acercar a otra persona ni a la Luz del Creador. El ego apoya el sentimiento de autoridad, el cual ocasiona la desconexión entre los individuos.
Sólo podemos alcanzar verdadera satisfacción espiritual cuando nos deshacemos del ego y aprendemos a escuchar, a buscar la verdad fuera de nosotros mismos y a ver las cosas desde otro punto de vista. Desprendernos de nuestro ego nos permite ver la bondad en otras personas y el perenne potencial para el crecimiento.
Karen Berg dice: “Deshacernos del ego significa escuchar a otra persona por completo, incluso cuando no estamos de acuerdo con lo que dice. Significa permitir que alguien tenga una opinión diferente y que este hecho no se convierta en una confrontación verbal. Significa estar en un estado en el cual reconocemos que no debemos sentirnos ofendidos sólo porque alguien no comparte nuestro punto de vista”.
No obstante, nuestro ego nos mantiene envueltos en una especie de capullo, inconscientes de lo que no podemos ver con nuestros ojos. El ego crea separación al evitar que veamos los deseos, opiniones o sentimientos de las demás personas. Cuando comenzamos a entender que en la vida hay mucho más que únicamente nuestra propia experiencia y que tenemos mucho que aprender de aquellas personas que están a nuestro alrededor, podemos comenzar a ir más allá de las limitaciones del ego. La unidad es no sentir ninguna división entre nosotros y las demás personas, es valorar sus experiencias tanto como valoramos las nuestras. Esta es la clave para quebrar nuestro ego.
Cuando eliminamos las barreras de nuestro ego, nos volvemos uno con el universo, con cada ser humano y con el Creador. Aún así, la batalla contra nuestro ego es una tarea que dura toda la vida. Karen Berg dice: “Recuerda, en el momento, soltar a nuestro ego no es fácil; pero es una de las mejores formas para recibir una sensación de plenitud duradera e infundir vida y energía en aquellas áreas en las que quizá te sientas un poco estancado”.
Al final, son nuestras acciones y nuestra disposición a ver más allá de nuestro ego lo que nos unirá. Todos los días surgen oportunidades para deshacernos del ego. Ve más allá al simplemente escuchar; busca conocer los pensamientos, opiniones e ideas de otras personas.
Puede que aprendas algo nuevo. Incluso puede que te sientas inspirado.