Érase una vez, en un estado de conciencia diferente, yo trabajaba como azafata en un vuelo en el que todo lo que podía salir mal salió mal (a excepción de estrellarnos, gracias a Dios). Primero, el vuelo salió retrasado, luego hubo un incidente con un pasajero que causó que uno de los baños se estropeara (digamos que no era una linda vista). Luego fuimos desviados después de haber estado dando vueltas en el aire por mucho, mucho tiempo. Debido a que se nos agotaba el combustible, tuvimos que aterrizar en otro aeropuerto. Una vez que estuvimos en tierra firme, no se nos permitió desembarcar mientras el avión se reabastecía de combustible. Estuvimos atascados allí por horas. Y como si eso no fuera suficiente, mientras estábamos atascados en tierra firme, el aire acondicionado se estropeó y se nos acabaron las bebidas y aperitivos. De más está decir que los pasajeros se estaban enojando cada vez más. Llamé a esta experiencia “el vuelo infernal”. ¡Menuda calidad de servicio! Me sentía herida, avergonzada y más frustrada a medida que los pasajeros compartían (o más bien gritaban) sus coloridos comentarios a nosotros mientras desembarcaban de la aeronave una vez que finalmente aterrizamos. Estaba muy humillada.
"¿Qué es el amor?".
Cuando acabó mi turno, no podía esperar a salir del aeropuerto y volver a casa tan pronto como fuera posible para tratar de olvidar esta terrible pesadilla. Me sentía como la mayor de las víctimas.
Un miembro de la tripulación, que vivía cerca de mí, me preguntó si podía llevarlo a su casa mientras yo volvía a la mía. Acepté. Nunca habrías imaginado que estuvimos en el mismo vuelo. Yo estaba agotada, muy reactiva, enojada y quejándome sin cesar como un método para liberar presión. Quería gritar y golpear algo. Por otro lado, él estaba feliz, sonriente, como si hubiese estado en un vuelo completamente diferente. De hecho, mientras más feliz estaba él, más enojada me ponía yo. ¡No podía esperar a que se bajara del auto!
¿Alguna vez has tenido una dolorosa experiencia en la que sientes como si te hubiesen arrancado el piso y no podías hacer nada al respecto?
Me sentía exactamente así. Esos días se sienten como una vida completamente diferente.
Años después, me inscribí en clases en el Centro de Kabbalah y eso cambió mi vida de muchas formas maravillosas. Conocí el Método Proactivo, cómo hacer restricción, el poder de compartir y mucho más. Mi meta ahora es desarrollar continuamente mi mentalidad generosa proactiva con el objetivo final de alcanzar la conciencia de “mente sobre materia”. ¿Cómo logramos esto, según los kabbalistas? A través de la práctica de desarrollar nuestra capacidad de amar.
No me refiero al amor romántico de almas gemelas, sino al amor en un sentido cotidiano. Este es uno de los grandes secretos del éxito en cualquier aspecto de la vida, y uno que, aún así, es muy difícil de cultivar.
Los sabios nos han enseñado que el propósito de aprender Kabbalah es eliminar los bloqueos del corazón, los muros que creamos entre nosotros y los demás. ¡Todo consiste en el amor!
A menudo he contemplado la naturaleza del amor. ¿Qué es el amor? Me encuentro retomando la misma pregunta de vez en cuando, especialmente cuando necesito un recordatorio.
"Amar valiente e intrépidamente es nuestro trabajo espiritual".
Recientemente visité a un anciano en un hospital. Su salud se estaba deteriorando rápidamente con el pasar de los días. Su fiel esposa por más de sesenta años estaba a su lado en cada paso del camino. Él ya no era el que ganaba el pan para el hogar. Ya no era el apuesto amante o el sagaz hombre inteligente que solía ser. Estaba frágil y en constante dolor. Estaba delgado, débil, los brazos los tenía cubiertos de hematomas por inyecciones, pinchazos, mangueras y cables a los que estaba conectado. Ya no podía hablar. En lugar de eso, tosía flema en un esfuerzo desesperado por respirar. Cada vez que tosía, estaba demasiado débil como para escupir. Así que su esposa saltaba de la silla y sostenía un pañuelo cerca de la boca de él, y lo motivaba a escupir. No era una vista agradable. Mientras con una mano ella sostenía el pañuelo junto a la boca seca de su esposo, con la otra sostenía su mano llena de mangueras. Ella no estaba asqueada. No estaba enojada con él por hacerla pasar por esto. No se quejaba. En lugar de ello, estaba concentrada. Estaba leal y amorosamente presente para hacer lo necesario para ayudarlo a él, y solo a él, a pesar de cuán emocional y físicamente agotador esto era para ella.
Mientras presenciaba esta escena, una idea llegó suavemente a mi mente. Me susurraba: “El amor es una decisión”. Lo que estaba presenciando era el amor en acción.
Esta mujer no se sentía como una víctima. Cuando fue momento para que su esposo pasara al otro plano de vida, ella lo dejó ir amorosamente. ¿Sentía dolor? ¡Por supuesto! ¿Sufrió? No. De hecho, ¡me dijo el otro día que planea apoyar a otras personas en sus procesos de duelo ahora que le había despertado más compasión por otros en la misma situación!
Si nuestro trabajo espiritual es tan difícil, tan doloroso, entonces no estamos en afinidad con la Luz aunque pensemos que sí lo estamos. Sin duda hay momentos en los que debemos pasar por situaciones incómodas o dolorosas, pero tarde o temprano debemos elegir el amor, tomar una decisión activa de desarrollarlo, y esa decisión activa nuestra Luz interior.
"Las cosas parecen duras y pesadas cuando no las hacemos con amor".
Las cosas parecen duras y pesadas cuando no las hacemos con amor. Hacer cualquier cosa con amor cambia nuestra percepción de la experiencia, a fin de que estemos en la experiencia del amor.
Amar valiente e intrépidamente es nuestro trabajo espiritual.
El objetivo de la humanidad es alcanzar un estado de conciencia en el que desarrollemos un amor por todo lo que hacemos y con quienes lo hacemos. Este es, de hecho, el secreto de la plenitud duradera.
Hay una parábola acerca de un exitoso comerciante que salía con dos valijas tras haberse hospedado en un hotel. Encontró a un botones que las podía llevar. Cuando el joven cargó las valijas, actuó como si pesaran 300 kilos cada una y apenas podía levantarlas. El comerciante le dijo: “Si de verdad son tan pesadas, entonces esas no son mis valijas”.
La Luz nos dice lo mismo a nosotros.
A veces tan solo necesitamos soltar el equipaje. No nos pertenece. No es quienes somos realmente y no debemos cargarlo.
Y cuando elijes soltar el equipaje, el peso que probablemente has estado cargando toda tu vida, encontrarás que lo que te queda es hermosamente simple.
Lo que te queda es la verdad de quien eres, y esa verdad es el amor.