El reino animal ha estado estrechamente vinculado al hombre desde que a Adán le dieron la responsabilidad de nombrar a todos los animales en el Jardín del Edén. La relación entre los humanos y los animales es tan interdependiente que a Noé le dieron instrucciones de llevar dos ejemplares de cada especie en el arca para poder sostener la vida. Los animales trabajan para nosotros, nos alimentan, y nos proveen de compañía, sin embargo continúa el debate sobre el trato ético hacia los animales.
Aunque la forma en la que interactuamos con los animales ha evolucionado durante siglos, las leyes sobre cómo debemos tratarlos siguen siendo las mismas. La porción Ki Tetsé define las reglas desde un punto de vista kabbalista acerca de cómo nosotros como individuos y como sociedad tratamos a los animales. La Kabbalah nos enseña que nuestra relación con todas las cosas tiene un impacto sobre cómo crecemos, aprendemos, y aumentamos nuestra consciencia; y la relación hombre-animal no es la exepción. Acercarnos al reino animal con amabilidad y compasión no sólo es cuestión de moral, también nos ofrece la oportunidad de incrementar la Luz en el mundo y cumplir con un propósito mayor.
En tiempos bíblicos, era mucho más común que un animal trabajara para su dueño más que hacerle compañía. Por ello, la sabiduría de Ki Tetsé les habla directamente a aquellos que trabajan en el campo: "No ares con una yunta compuesta de un buey y un burro". Obviamente un buey es mucho más fuerte que un burro y si los dos están en la misma yunta para arar un campo, el burro estaría forzado a arrastrar una carga más pesada de la que su cuerpo puede soportar. Esta regla claramente señala que los animales no deben ser explotados por trabajo. Pero los kabbalistas van más allá e interpretan que esto significa que nunca debemos hacer que un animal sufra, en el campo o en cualquier otro sitio.
El rol de Adán en el Jardín del Edén nos recuerda que tenemos la responsabilidad de nutrir la vida alrededor de nosotros. Al regar plantas y quitar la maleza de su lecho les damos la oportunidad de prosperar y como resultado nos proveen con oxígeno para respirar. Cuando cuidamos de las cosas vivas, ellas cuidan de nosotros.
Acoger animales en nuestro hogar es común en la actualidad. Ya sea que vivas en un ambiente rural o urbano, tener una mascota nos ofrece más que sólo compañía y alegría. De hecho los animales son beneficiosos para la salud. Cada vez hay más estudios que muestran que tener un animal en casa reduce los casos de alergia en los niños, la ansiedad en los pacientes con Alzheimer y reduce la depresión y la presión arterial.
Considerando los grandes beneficios que nos dan las mascotas, parece lógico que busquemos tenerlas. Pero, vivir una vida kabbalística significa que el cuidado que le damos a los animales debería ser más allá de sus necesidades básicas de sobrevivencia. A veces prohibir el sufrimiento animal requiere que seamos proactivos. La porción Ki Tetsé también explica que si vemos a un animal llevando una carga muy pesada, estamos obligados a aliviar su carga. ¡Debemos hacer esto incluso si el animal pertenece a nuestro enemigo! Las discusiones deben mantenerse sólo entre personas. No sólo no tenemos permitido hacerle daño a un animal para obtener alguna ganancia, tampoco está permitido dejar sufrir a un animal como resultado de una disputa.
Shabat solidifica esta conexión entre el Creador, los humanos y los animales. El Creador descansó el séptimo día, por ello, los humanos y los animales disfrutan del mismo descanso por mandato. Tampoco se puede esperar trabajar siete días seguidos. Los animales, al igual que nosotros, necesitan descanso para recuperar su fuerza y energía. Tenemos la obligación de asegurar el bienestar de todos los seres vivos, sin importar cuál sea su propósito en esta vida.