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Abrirnos a la misericordia

Karen Berg
Octubre 9, 2022
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Este artículo acerca de la porción de la semana fue publicado originalmente en 2015.

Actualmente estamos en la ventana cósmica conocida como Sucot, y en este momento específico del año es más importante que en cualquier otro momento que intentemos salir un poco de nuestro marco personal. Ahora es el momento de ofrecerles un poco de gracia a los demás; el tiempo para aprender a respirar en lugar de gritar, el momento de darle a la gente el beneficio de la duda y, en lugar de juzgar, quizá sea mejor decir: “¿Sabes una cosa? Tal vez las cosas no sean así…”.

A través de la sucá somos bañados en esta bondad y misericordia, y hay una energía presente ahora con nosotros que puede llevarnos a un estado en el que podemos ser una fuerza de misericordia y bondad para los demás. Quiero contarte una breve historia para explicar lo que quiero decir.

"Las cosas que podemos hacer pero que estamos muy ocupados como para hacerlas son mucho más importantes que las cosas que podemos aprender”.

Una vez existió un gran sabio que pasó la mayor parte de su tiempo aprendiendo, estudiando y meditando. Era un hombre espiritual poderoso y, con el tiempo, la gente del pueblo comenzó a saber quién era él y le empezó a hacerle preguntas, pedir bendiciones y estar más cerca de él.

Primero se le acercaron tres personas, luego diez, después treinta, cincuenta y hasta cien. En poco tiempo comenzaron a llegar a la puerta del sabio en manadas. Un día estaba tan inundado de visitantes y sus peticiones que se exasperó por completo.

Dijo: “Dios, no tengo tiempo para mí. Ya no tengo nada de tiempo. No puedo aprender más. No me puedo comunicar contigo como lo solía hacer. Por favor, dame algo de espacio”.

Cuando una persona justa pide algo, el Cielo se abre y responde. Lento pero seguro, las multitudes comenzaron a desplazarse, ya no había más filas, ni personas pidiendo, preguntando y exigiendo. El sabio se sintió muy bien porque ahora estaba de regreso a donde siempre había estado. Por fin volvió a tener tiempo para estudiar todas las cosas que necesitaba saber para aprender a ser uno con el Creador.

Luego llegó Sucot.

En el pueblo tenían la costumbre de que cuando la gente llegaba de visita durante Sucot y no tenían lugar donde quedarse, se quedaban en la pared del fondo de la sinagoga y, al terminar el servicio, los pobladores les pedían a los visitantes que los acompañaran en la cena como una expresión de bondad. Cada poblador invitaba a una o dos personas a su casa para la comida festiva.

Emocionado por la posibilidad de compartir durante este tiempo poderoso, este hermoso y puro hombre justo caminó hacia el final de la sala. Pero, para su decepción, nadie lo acompañó a su casa. Todos dijeron: “Muchas gracias”, pero ya tenían invitación a otros lugares.

Destrozado y apenado, el sabio se marchó a su casa y a su propia sucá.

Hay una ceremonia que realizamos cada noche durante Sucot llamada “ushpizín” (“invitado” en arameo), en la que pedimos que otro Patriarca nos acompañe en nuestra sucá.

La primera noche invitamos a Avraham, la cualidad de Jésed (Misericordia). Cuando el sabio llamó su invitado celestial, Avraham, notó y sintió su energía, pero el Patriarca permaneció afuera de la sucá y no entró.

Confundido, el sabio se dirigió a la puerta y le preguntó a Avraham: “¿Qué fue lo que hice para que te niegues a entrar a mi hogar?”.

Y el gran Patriarca respondió: “No hiciste nada. Simplemente no puedo entrar a un lugar en el que no hay misericordia”.

Inmediatamente el sabio entendió. Le dijo: “Lo siento. Ahora me doy cuenta de que la energía de todo mi aprendizaje y meditación no se compara con esa pequeña alma que pude haber ayudado al dejar mi puerta abierta”.

A partir de ese momento, el sabio cambió y se convirtió en una persona distinta.

Las cosas que podemos hacer pero que a veces estamos muy ocupados como para hacerlas son mucho más importantes que las cosas que creemos que podemos aprender.


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