Durante el verano de 2020, en plena pandemia de coronavirus, se lanzó una bomba de alegría masiva… en Apple TV en forma de un infortunado infinitamente positivo, un entrenador de fútbol americano contratado para llevar a la gloria a un equipo de fútbol del Reino Unido en decadencia. Sí, me refiero a Ted Lasso. En ese momento, el programa fue elogiado como un adorable caso atípico en medio de dramas descarnados y programas de ciencia ficción apocalípticos, por no hablar del hecho de que la radiante felicidad de este pequeño programa era algo que todos necesitábamos. Fue un recordatorio de que no importa cuán desalentadoras parezcan las cosas, todo es posible cuando creemos en nosotros mismos.
A lo largo de seis episodios, vemos a Ted recuperarse de, pues, todo. Enfrentamientos con sus jugadores, mala prensa, una ciudad que lo detesta en silencio y la noticia de que su esposa quiere el divorcio. Sin importar lo que se le presente, tiene una perspectiva positiva y un dulce chiste sureño a la mano. ¿Cómo puede con todo? En pocas palabras, no puede. Hacia el final de la primera temporada, vemos a Ted en un momento privado, acurrucado en su apartamento, solo, sufriendo un fuerte ataque de ansiedad. Es aquí donde Ted Lasso deja de ser solo una comedia alegre y comienza a mostrarnos el lado oscuro de lo que los psicólogos llaman “positividad tóxica”: el acto de evitar, reprimir o rechazar las emociones negativas.
Muchos entienden la positividad tóxica como algo que proyectamos en los demás, al ofrecer frases alentadoras que esperamos minimicen o eliminen las emociones dolorosas. Sin embargo, esto solo sirve para crear presión para ser optimistas de forma poco realista sin considerar las circunstancias de la situación. No obstante, si se lo hacemos a los demás, es probable que también nos lo estemos haciendo a nosotros mismos.
Esta semana, damos la bienvenida a la segunda Luna Nueva en Piscis, un mes que los kabbalistas enseñan que está lleno de alegría y Luz. Después de todo, es el mes en el que celebramos la festividad de Purim. Purim nos invita al júbilo. Nos trae el regalo de la eliminación de toda negatividad, la cual proviene de nuestro deseo humano innato de recibir solo para sí mismo. Purim es la aniquilación total de esta oscuridad, tanto personal como globalmente. Es, tal y como escribió Rav Berg, “un acontecimiento cósmico especial que permite la revelación de la Luz”, y se enseña que en Purim se puede transformar cualquier negatividad.
Sin embargo, no podemos transformar algo que no reconocemos. No podemos cambiar algo si estamos fingiendo que no existe. Y ciertamente no crearemos la felicidad que deseamos tratando de alejar nuestra ira o tristeza.
Las emociones negativas que experimentamos son nuestras mejores herramientas para señalar que algo debe cambiar, pero cuando dedicamos demasiado tiempo y esfuerzo a reprimirlas o ignorarlas, no solo estamos diciendo “no” a nuestra propia evolución, sino que en realidad estamos haciendo que nuestro dolor sea todavía más insoportable.
Emociones como la tristeza, el dolor, la frustración o el enojo son señales de que hemos vivido una pérdida significativa o de que es hora de reevaluar algunos aspectos de nuestra vida. Nos ayudan a ver y, lo que es más importante, a sentir cuándo es el momento de tomar una nueva decisión. En lugar de rechazar estos sentimientos o juzgarlos como “malos”, podemos usarlos para arrojar luz sobre las áreas que necesitan atención.
Los obstáculos y desafíos inevitablemente se presentarán en la vida; es parte integral de nuestro crecimiento. Nuestras reacciones y perspectivas son la verdadera clave, el factor decisivo entre experimentar una alegría genuina o una positividad tóxica. En definitiva, nosotros elegimos cómo enmarcar lo que está sucediendo y cómo nos sentimos al respecto, y si bien esto puede provocar algunas emociones difíciles, ¡en realidad eso es algo bueno!
Un breve estudio de la Universidad Olin mostró que sentirse cómodo experimentando y expresando sentimientos encontrados era un indicador de mejoras en el bienestar. Paradójicamente, ignorar o evadir los sentimientos negativos se asoció con una disminución de la felicidad.
“Descubrimos que aquellos participantes que estaban dando sentido a sus experiencias con una mezcla de felicidad y tristeza en realidad mostraron aumentos en su bienestar psicológico, en comparación con las personas que solo reportaban tristeza, solo reportaban felicidad o alguna otra mezcla de emociones”, comentó Jonathan Adler, profesor asistente de psicología de Olin y uno de los autores del estudio. “Parece que algún beneficio para la salud mental al asimilar lo bueno y lo malo juntos”.
Siente las emociones, sean las que fueren, sin represión, sin miedo y sin prejuicios. Trata de ver las emociones más complejas como caminos hacia experiencias aún mayores de felicidad en lugar de la ausencia de ella.
Hay una hermosa práctica que puedes probar y que literalmente encarna esta idea. Un estudio de UCLA Health encontró que la danza consciente —una forma de danza intuitiva no coreografiada— produjo beneficios para la salud mental de la gran mayoría de los participantes que luchan contra la depresión crónica, la ansiedad y el trauma. Al permitirse bailar extasiados a través de sus emociones difíciles, fueron capaces de transitarlas y sentir paz. ¿La mejor parte? Cualquiera puede hacerlo en cualquier lugar y en cualquier momento. Simplemente crea una lista de reproducción de canciones que te gusten, aparta 20 minutos (¡o incluso solo 5!) y, con los ojos cerrados, deja que tu cuerpo se mueva de la forma que quiera, sintiendo cualquier emoción o sensación que surja y liberándola con tu movimiento.
La alegría es nuestro derecho de nacimiento; tenemos acceso a ella en todo momento, y todavía más abundantemente en el mes de Piscis. Pero esto no significa que no nos sintamos tristes, enojados o frustrados. Alejar cualquier emoción significa también alejar las cosas buenas, ¡y eso no es de ayuda! Ve cada sentimiento como el mensaje que debe ser, permite que tus emociones fluyan a través de ti como tu respiración, y observa cómo tu alegría y felicidad de hecho crecen exponencialmente como resultado.