Piensa positivo. Es una respuesta común que escuchamos de nuestros amigos o seres queridos cuando nos encontramos en una situación especialmente retadora. Los kabbalistas no son los únicos en prevenir en contra de la preocupación y de la espiral de pensamientos negativos. Los médicos también lo recomiendan por buenas razones. Fomenta en algo el bienestar y, los estudios demuestran que puede poco a poco curar el cuerpo. La Kabbalah y la ciencia ahora van de la mano al alentar el pensamiento positivo como un antídoto para la salud tanto física como emocional. Dada esta sociedad, ¿cómo podemos usar la ciencia y la espiritualidad en forma paralela para fortalecer nuestra habilidad de sanarnos a nosotros mismos?
Cualquier médico estaría de acuerdo en que la enfermedad no comienza con el diagnóstico. El desarrollo de una patología es frecuentemente imperceptible. Como una semilla sembrada en el suelo, gran parte del cambio y desarrollo pueden ocurrir antes de que los síntomas se vuelvan aparentes.
El dolor es una forma de tu cuerpo de comunicarte que algo no está bien. Es tu trabajo escuchar y tomar las medidas necesarias para la curación de nosotros mismos física y emocionalmente. La recuperación frecuentemente requiere que enfrentemos un problema que hemos estado ignorando o que ha alterado nuestro comportamiento. Por ejemplo, alguien quien ha sido iagnosticado con diabetes tipo 2 deberá someterse a una dieta restrictiva como resultado de una vida de malas elecciones alimentarias: eso es causa y efecto.
Hay muchas patologías que mejoran con intervención médica- un brazo roto, por ejemplo. Cuando un hueso se rompe, vamos al hospital para que el médico lo pueda acomodar, enyesar y nos mande a casa para la adecuada recuperación. Sn embargo, no somos espectadores inactivos en el proceso. Como dice Rav Berg en el libro, Días de Poder, “Si una persona se lastima un dedo, el cuerpo entero inmediatamente se une a la tarea de reparar y sanar la herida… cada célula del cuerpo es afectada por el evento y se une al esfuerzo de lucha. Todos para uno y uno para todos!” Seamos o no conscientes de ello, nuestros cuerpos trabajan duro para que estemos bien.
La mente juega un papel igualmente activo en el proceso de sanación. El poder de un placebo es universalmente conocido: 30 por ciento de los pacientes a los que se les administran píldoras de azúcar en lugar de un medicamento reportan una mejoría. Pero para que esto ocurra, tenemos que creer que la medicina funciona. ¿Es posible imponernos a nosotros mismos iguales resultados positivos sin engañarnos?
La respuesta, según muestran muchos estudios es si.
El año pasado, El Diario de la Asociación Médica Canadiense publicó sus hallazgos en más de 16 estudios realizados a lo largo de 30 años, que ilustran la relación entre la actitud de un paciente y su recuperación. El instituto de Trabajo y Salud de Toronto, encontró que los pacientes que creían que se iban a curar rápidamente, frecuentemente lo hacían. Aquellos que tenían dudas o miedo respecto del tratamiento y del proceso de recuperación requirieron más tiempo para sanar. Estos hallazgos parecen apuntar al poder de la mente positiva como una herramienta, no sólo para mejorar, sino para mantener la salud y el bienestar.
Por el contrario, un estudio investigó a un grupo de mujeres sobre si ellas creían que eran propensas a una enfermedad cardiaca. Descubrieron que las mujeres que creían que eran proclives a sufrir de esta enfermedad, fueron cerca de cuatro veces más propensas a morir de ataques cardiacos que mujeres con similares factores de riesgo que no consideraban tener un potencial fatal respecto a su salud cardiaca. Tiene muy poco que ver con temas como colesterol, peso y dieta. En cambio, el riesgo está más asociado a la creencia. En otras palabras, pensar en enfermedad, enferma.
Esto está directamente relacionado con la antítesis del placebo, el nacebo, que es la palabra latina para Haré Daño. En tanto que el efecto placebo se refiere a la sanación producida por un tratamiento que no debería tener efectos, los pacientes que experimentan el efecto nacebo, creen que su salud es mucho peor de lo que en realidad es, lo que resulta en una baja en el nivel de salud. El nacebo causa un efecto físico, que no es producido por nada físico.
En un estudio más reciente, investigadores de la Universidad de Wisconsin encontraron el área de las emociones negativas en el cerebro, que impacta directamente en una baja en el sistema inmune. El Dr. Richard J. Davidson, autor decano del reporte, dice que éste demuestra que “El cerebro tiene la capacidad de modular la fisiología periférica y la modula de manera que puede ser consecuentes para la salud” Mientras los doctores continúan poniendo atención a la genética y a factores ambientales como factores de corto y largo plazo en la salud, estos estudios respaldan lo que los kabbalistas han venido enseñando durante siglos –nuestra energía y actitud directamente impactan nuestro bienestar.
¿Cómo podemos influenciar a nuestra salud de mejor manera? Al mantener la energía positiva, atraemos más positividad a nuestras vidas, mejorándonos en múltiples niveles. Más aún, al interiorizar más y buscar las raíces de las patologías, sea a nivel emocional o físico, podemos hacer cambios duraderos para mejorar. Como explica el Rav Berg “A fin de eliminar la enfermedad, la ley de causa y efecto requiere igualmente que regresemos al día en el que causamos daño a nosotros mismos o a los demás” Pregúntate porqué estas sufriendo malestar o dolor y de donde viene. Conforme descubras la fuente de tu enfermedad, pregúntate qué te impide sanar.
Ser honesto contigo mismo puede significar un cambio de hábitos. Por ejemplo, un cambio en la dieta puede ser necesaria. Pero puede también significar cambiar tu actitud en una dirección positiva. Mantener un enfoque positivo puede ser la clave de una salud de largo plazo y de plenitud.