El amor es la energía que nos hace ser la persona que somos y la que deseamos ser. La única amenaza del amor proviene del dolor causado por una pérdida. Experimentamos el duelo según cuán profundamente hayamos amado: cuanto más profundo amemos, más dolorosa es la experiencia de la pérdida.
El miedo a la pérdida y el dolor que le acompaña puede bloquearnos. Puede hacer que no queramos amar o vivir muy intensamente. Pero el duelo en realidad puede ser una herramienta poderosa y necesaria para nuestro crecimiento espiritual si sabemos cómo usarla.
He aquí tres maneras poderosas en las que el duelo puede ayudarte a crecer:
1. El duelo puede ser transformado en gratitud. Cuando perdemos a alguien que amamos, es natural sentir como si nos hubiesen arrebatado algo valioso. Pero es importante recordar que fuimos bendecidos solo por el hecho de haber tenido a esa persona en nuestra vida. Cuando nos concentramos en el enorme aprecio que tenemos por las personas que han llegado a nuestra vida, tanto aquellas que siguen con nosotros como las que no están, en efecto podemos redirigir nuestro duelo hacia la gratitud.
¿Qué pasaría si pudieras ver tu duelo como evidencia de tu increíble capacidad para amar? ¿Y si los profundos sentimientos de pérdida te recordaran cuán valiosa es realmente tu vida y las personas que en ella habitan? Si bien esto no disminuye el peso del duelo, sí lo transforma en un poderoso medio para conectarte con el Creador. Cuanta más gratitud y aprecio tengamos por todas las bendiciones en nuestra vida, más nos abrimos a recibir todavía más regalos.
2. La pérdida puede motivarte a vivir más plenamente. Si le preguntas a la mayoría de las personas lo que realmente importa en la vida, probablemente tengan respuestas correctas: ayudar a la gente, conectarse con su familia y amigos, marcar una diferencia en el mundo. Pero ¿cuánto tiempo en realidad dedicamos a desarrollar esas áreas cada día? Solemos pasar demasiado tiempo de nuestra vida en cosas que verdaderamente no tienen ningún significado relevante, aún cuando sabemos que no deberíamos.
La muerte existe para enseñar a los vivos. Tiene el propósito de impactar la manera que vivimos cada día. Una de las mayores inspiraciones que podemos obtener de la muerte es la dicha, el aprecio y el entusiasmo con los que deberíamos vivir cada momento. La vida es demasiado importante como para desperdiciarla en tonterías.
La muerte es inevitable y, aun así, dedicamos demasiado tiempo a temerle en lugar de inspirarnos a vivir más plenamente. No permitas que el duelo o el miedo a la muerte te bloquee. Pregúntate: ¿Qué energía estoy creando en el mundo cada día? ¿Con cuántas personas me conecté hoy? Los momentos de conexión con el Creador y con otros seres humanos son los que nos hacen tener una vida bien vivida.
Cuando dejamos este mundo físico, no dejamos nuestros logros sino nuestro impacto.
3. Puedes conectarte con la Luz, energía y sabiduría de aquellos que han partido. La sabiduría de la Kabbalah enseña que la energía nunca muere. Cuando alguien fallece, su forma física puede que no esté más con nosotros, pero su energía permanece con nosotros. La pregunta no es si están con nosotros o no, sino: ¿nos estamos conectando con ellos?
Uno de los regalos más importantes que podemos darnos es no olvidarnos de las personas que dejaron este mundo físico. Piensa en las cosas que decían o hacían, y continúa buscando maneras de aprender de ellas.
A veces tenemos relaciones complicadas con personas que perdemos. No permitas que el dolor eclipse el hermoso regalo de las oportunidades que esas personas te han dado. Incluso en los desafíos o las áreas en las que tenían carencias, hubo cosas de las que estabas destinado a aprender. Deshazte de las expectativas de quiénes querías que fueran y comienza a verlas por quienes eran realmente. Encuentra algo que haya sido genuinamente hermoso que te hayan dado y aférrate a eso. El amor que tienes por ellas no termina, sigue existiendo.
El duelo es uno de los procesos más dolorosos por los que pasamos en la vida. No hay una solución rápida ni un método fácil para evitarlo, pero podemos cambiar la manera en que lo vemos. En lugar de ver la pérdida como un final, podemos verla como el inicio de un nuevo capítulo en nuestro crecimiento espiritual. Puede hacernos apreciar nuestras bendiciones pasadas y presentes, motivarnos a aprovechar la vida al máximo y abrir puertas para que aprendamos de quienes hayamos perdido.