Este artículo fue publicado originalmente en 2015.
Una de las lecciones en la porción de Ékev es el reconocimiento de que, por lo general, a aquello que menos prestamos atención es a nuestro propio trabajo espiritual. Como he dicho en otras ocasiones, lo más importante que el Lado Negativo no quiere que sepamos es cuán poderosos podemos ser a través de nuestro trabajo espiritual, cuán poderosos podemos ser a través de nuestras oraciones y cuán poderosos podemos ser a través de la lectura del Zóhar. Y la mayoría de nosotros no aprecia el poder que nuestro trabajo espiritual tiene, es por ello que debemos despertar nuevamente una apreciación genuina por ese poder. Es importante distinguir las maneras en las que nos menospreciamos a nosotros mismos, nos hundimos o nos falta apreciación por el trabajo espiritual que realizamos.
Me gustaría compartir una enseñanza del Arí y de su estudiante, Jayim Vital, para realmente despertar este entendimiento. Rav Jayim Vital citó una historia del Talmud para el Arí. Sabemos que en Shabat debemos abstenernos de trabajar, pero quizás la mayoría de las personas no saben que, si poseen animales, estos ni siquiera deberían hacer labores. Existe toda una discusión en el Talmud acerca de las cosas que nuestros animales no tienen permitido hacer en Shabat. Sin adentrarme en los aspectos técnicos, la historia en el Talmud dice que la vaca que le pertenecía a Rav Eleazar ben Azariá tenía una especie de cinturón o correa y los sabios no estaban contentos por ello porque, si bien en Shabat los animales pueden utilizar ornamentos, no pueden tener cosas que los hagan trabajar.
En resumen, la historia nos dice que la vaca de Rav Eleazar ben Azariá tenía puesta una especie de correa y los rabinos y los sabios estaban molestos con él. Una vez que Rav Eleazar ben Azariá vio que había dejado el cinturón en su vaca, se molestó tanto que ayunó hasta el punto en el que sus dientes se volvieron negros, lo que significa que él estaba en un nivel tan elevado que podía corregir drásticamente esa acción menor. Sin embargo, está escrito en el Talmud al final de la historia que no se trataba de la vaca de Rav Eleazar ben Azariá sino de la vaca de su vecino. A pesar de esto, Rav Eleazar ben Azariá estaba tan molesto consigo mismo por no decirle a su vecino que no permitiera que la vaca tuviese el cinturón, que ayunó en Shabat y sus dientes se oscurecieron.
El Arí le dice a Rav Jayim Vital que es un alma increíble que puede traer mucha Luz a este mundo, y en respuesta, Rav Jayim Vital cita la historia del Talmud y, en esencia, le dice al Arí: “No lo creo, yo no puedo ser así. Leo esta historia en el Talmud que dice que por algo tan simple que hizo su vecino con su vaca, Rav Eleazar ben Azariá hizo un ayuno muy fuerte… no hay forma en la que mi trabajo sea importante o que yo pueda revelar una gran Luz en este mundo. ¿Cómo podría alguno de nosotros pensar que estamos en un nivel espiritual tan elevado como el de Rav Eleazar ben Azariá o que nuestro trabajo puede lograr algo?”.
Entonces el Arí le dice a Rav Jayim Vital que si una persona tiene un suspiro genuino desde el fondo de su corazón —si ve a alguien sufrir y siente su dolor, y suspira— ese suspiro es más poderoso y más preciado para el Creador que todo el trabajo de ayuno y todas las cosas que las personas de generaciones previas han hecho para elevarse espiritualmente. Con un suspiro proveniente de sentir el dolor de otra persona, puedes elevarte por encima de las miles de horas de ayuno y todo el trabajo espiritual que las personas hicieron en generaciones anteriores. ¿Por qué? Porque la Luz del Creador está tan oculta en nuestra generación —y se va ocultando cada vez más con el paso de las generaciones— que es mucho más difícil mantenerse conectados, hacer el trabajo espiritual; es tan difícil que incluso un pequeño suspiro te conecta con la Luz.
Pienso que todos podemos escuchar esta historia, pero no sé cuántos de nosotros realmente crea que un suspiro que emitamos sintiendo el dolor de otra persona sea igual de poderoso que, por ejemplo, los años y años de trabajo espiritual que Rav Shimón bar Yojái realizó. Debido a que nuestra generación está tan distante y separada, y la Luz del Creador está tan oculta, no es posible imaginar cuánta Luz revelas o cuánto te elevas. Sin embargo, todo lo que hagas de índole espiritual (como orar, estudiar o llevar a cabo acciones positivas) también revela una gran Luz.
No pienses: “¿Por qué habría de esforzarme? Rav Shimón bar Yojái, el Arí o Rav Áshlag oraron y pudieron cambiar las cosas, pero no hay forma de que mis oraciones por una persona que siente dolor o por alguien que necesita sanación o asistencia den resultado. De ningún modo”, porque eso no es verdad; debemos saber que todo lo que hacemos crea frutos y crea Luz. Las oraciones de cada uno de nosotros (y nuestra conexión con la Luz de Creador, ya sea que queramos despertar sanación, asistencia o bendiciones) son tan poderosas como las oraciones de Rav Shimón bar Yojái, aun después de que dedicó años a su elevación espiritual. Tu oración hoy puede despertar la misma Luz, o incluso una Luz más grande, así como el Arí le dijo a Rav Jayim Vital.
Lo más relevante y a lo cual no damos la debida importancia es a nuestro propio trabajo espiritual. Por ello, si quieres traer alegría y poner fin al dolor, al sufrimiento y a la muerte en el mundo, despierta nuevamente tu apreciación por tu propio trabajo espiritual, por tus oraciones, tu estudio y tus acciones. Como el Arí le dijo a Rav Jayim Vital: un “suspiro” en esta generación despierta tanta Luz como años y años de ayuno y trabajo espiritual de las generaciones previas. Esta es una gran enseñanza y una Luz enorme que se revela para nosotros en este Shabat.