Parecería retórico preguntar ¿Por qué debemos cumplir nuestras promesas? Todos hemos sufrido la decepción de una promesa sin cumplir, sin embargo, si bien la mayoría de nosotros estará de acuerdo en que está mal revocar una oferta de buena voluntad, ¿Por qué sigue pasando esto? Pocos de nosotros podemos decir que nunca nos hemos retractado de nuestras palabras y vivimos en una cultura que parece aceptar un juramento roto. ¡Los políticos se escapan de sus promesas de manera tan regular que nos sorprendemos cuando cumplen una promesa!
Con tantas palabras sin compromiso que pasan entre nosotros, en algún punto comenzamos a responder lánguidamente no sólo a los compromisos que otros rompen, sino a los que nosotros hacemos.
La ética moderna acepta que cumplir una promesa es cuestión de integridad moral; mantener nuestras palabras es bueno para nosotros, para nuestro bienestar colectivo y ayuda en la construcción de una sociedad más justa y con mejor funcionamiento.
Desde una perspectiva kabbalística, cuando no cumplimos una promesa, se incrementa la negatividad. Cuando hacemos un juramento, ya sea para nosotros mismos o para otra persona, recibimos toda la energía que necesitamos para alcanzar esa meta, si no continuamos lo que prometimos, esa energía se estanca y puede causar daño.
En la historia de Matot, Moisés señala: “Si un hombre hace una promesa a Dios y realiza un juramento, no puede permitir que sus palabras permanezcan sin cumplir. Deberá hacer lo que sea que haya salido de su boca”. Sus instrucciones nos dan un claro mensaje acerca de qué es correcto y qué es incorrecto.
Al retractarnos de un juramento o acuerdo que hayamos realizado, sólo nos estamos lastimando a nosotros mismos. La especialista en medicina alternativa, Michelle Gielan, dice lo siguiente en referencia a una promesa rota: “No cumplir una promesa es igual a irrespetarte a ti mismo. Al final, puede lastimar nuestra imagen propia, nuestra autoestima y nuestra vida”. Nos gustaría pensar que somos amigos leales, padres y compañeros responsables y ciudadanos ejemplares, pero el fracaso en mantener una promesa, sin importar qué tan insignificante pueda parecer, puede lentamente cambiar la confianza que tengamos en nosotros mismos y la manera en la cual nos vemos. Un compromiso fallido hace que el siguiente se sienta menos importante y así sucesivamente hasta que nos levantamos sobre una pila de promesas sin cumplir.
El fracaso en el cumplimiento no sólo ocasiona que perdamos la fe en nosotros mismos, sino que cuando aquéllos a nuestro alrededor ven que rompemos nuestras promesas, aprenden que no somos dignos de confianza. Esto puede alejarnos de quienes amamos y admiramos y, en un sentido más profundo, nos desconecta del Creador. Es más, puede ser una situación precaria, especialmente si somos modelos a seguir o mentores. Herbert Schlesinger, autor de Promesas, juramentos y votos, explica que cumplir una promesa “es uno de los actos definitorios de madurez y comportamiento moral”. Ya sea que nos demos cuenta de ello o no, las personas a nuestro alrededor aprenden de nuestras acciones. Nuestro comportamiento marca un precedente para lo que es aceptable y lo que tiene valor.
Antes de realizar un compromiso, sería bueno preguntarnos ¿por qué estamos haciendo la promesa en primer lugar, es para recibir algo a cambio? ¿Por qué no sorprender a alguien con un acto de bondad en lugar de hacer una promesa que tal vez no puedas cumplir?
El proverbio hebreo: “Promete poco y haz mucho” revela una gran sabiduría kabbalística. Si encuentras que has estado incumpliendo tus compromisos, trata sólo hacer promesas que sepas que puedes cumplir, luego permanece diligente para llevarla a cabo. Pequeños cambios para actuar de manera más responsable nos acercan más al Creador.