Hablemos de la esperanza.
Esperanza para nosotros, nuestros amigos y nuestras familias. Si tenemos hijos, ciertamente tenemos grandes esperanzas en ellos. Cuando pensamos en el mundo, todos compartimos la misma esperanza. Uno de paz entre facciones, enemigos, pueblos y países.
Tener esperanza es algo hermoso; en esencia, es deseo. La esperanza se define como: el deseo de que suceda algo determinado.
Tal y como dice mi esposo, Michael: no hay regalo más extraordinario que recibimos en la vida que el regalo del deseo. La única razón por la que disfrutamos de algo es porque lo hemos deseado. La única razón por la que buscamos es porque tenemos deseo. La única razón por la que vivimos es porque tenemos deseo. El deseo es tan poderoso que literalmente determina el curso de nuestras vidas.
Nos es muy útil reconocer lo que deseamos y examinar las cosas que esperamos. Es como dice el viejo refrán: “Si no sabes a donde vas, cualquier camino te llevará allí”.
Ahora que se acerca Rosh Hashaná, es el momento perfecto para pensar en nuestras esperanzas y deseos. Esto marca el comienzo de un nuevo año, y podemos hacer de él lo que deseemos. Todos tendremos vidas nuevas …
Me he dado cuenta de que cuando las personas hablan de sus deseos y esperanzas, tienden a mantenerlos dentro del ámbito de lo que es posible para sus vidas tal y como son actualmente. Se mantienen “realistas”. Has escuchado la vieja frase: “Atrévete a soñar”. Por supuesto, todos lo hemos hecho, pero la mayoría de las personas no añaden mucha audacia a sus sueños, y aunque puede haber muchas razones por las que hemos puesto límites a nuestros sueños, no es más que un despropósito —para nosotros, nuestra vida y el mundo— que nos contengamos en el nivel de pensamiento o creencia.
Estoy aquí para contarte que no hay límite para lo que puedes desear y recibir, salvo los límites que te fijas a ti mismo.
Tus pensamientos y creencias son los factores determinantes más importantes para la trayectoria de tu futuro.
Sin embargo, esa no es la forma en que la mayoría de las personas abordan sus deseos. Solemos ver lo que está justo ante nosotros y limitamos lo que creemos que es posible. Gran parte de esto se debe a la crianza, los patrones de pensamiento que aprendimos de nuestros padres y el instinto de modelar lo que conocemos y vemos. Supongo que esa fórmula resulta bastante buena si naciste en una familia saludable, pero para las muchas personas que no nacieron en una familia así es, como mínimo, limitante.
Sin ánimos de entrar en la política, tomemos a Barack Obama como ejemplo. Fue criado por una madre soltera que no provenía de una familia prominente o adinerada. Las probabilidades de que Barack Obama se convirtiera en presidente eran bastante bajas. Lo que lo separaba de otros niños en un estatus socioeconómico similar era su madre, Stanley Ann Dunham (¡con ese nombre, podemos ver que el padre de ella, en verdad habría querido un hijo varón!). Ella no le dijo a Barack que él podía ser presidente (estoy igualmente segura de que tampoco le dijo que no podía). Ella no le dijo que podía ser más rico de lo que podía llegar a imaginar. No fue algo tan específico.
Ella simplemente le inculcó que él tenía el poder de marcar la diferencia.
Lo sé, esa frase es más como un ruido sordo en lugar de un crescendo. Pero eso no la hace menos profunda. Tú tienes el poder de marcar la diferencia. Sé que para algunos eso es realmente difícil de aceptar o incluso de creer. ¡Pero de verdad lo posees! Y sabes que reconoces esto en un nivel profundo porque te duele sentir que no lo posees. Si te pidiera ahora mismo (te lo estoy pidiendo ahora mismo) que recordaras un momento o situación que hayas vivido en la que sentiste que no podías marcar la diferencia, estoy segura de que al menos uno o dos recuerdos poderosos te llegan a la mente de inmediato.
Cada uno de nosotros, sin importar la fama, infamia, influencia o falta de alcance, tiene un inmenso poder de marcar la diferencia.
Tienes el poder de marcar la diferencia en tu vida, tu familia, tu comunidad y en el mundo. A medida que te acercas a este Rosh Hashaná, haz una lista de deseos para el año que viene. Quizá quieras comprar una casa o cambiar de carrera; tal vez tengas una idea o negocio que quieras manifestar este año. Ahora, considera hacer una lista de todas las formas en que puedes marcar la diferencia y escríbelas también. ¿Hay algún problema que veas a tu alrededor, tal vez un niño que necesita apoyo adicional, una comunidad que podría beneficiarse de tu experiencia y energía o una causa social que te apasione resolver? Tienes el poder de lograr un cambio positivo, así que piensa en los lugares donde puedas sumar tu voz y apoyo. Ahora bien, ¿qué sucede cuando miras esas listas una al lado de la otra?
La primera lista, que es completamente válida, y apoyo todas tus esperanzas y sueños (a menos que sean ilegales o lastimen a otras personas), puede parecer un poco egocéntrica. Pero apuesto a que tu segunda lista es inspiradora, incluso aspiracional.
Kabbalísticamente, conectarnos con la energía de Rosh Hashaná construye una vasija para todo el año. Puedes visualizar la vasija como un lugar con suficiente espacio para todo lo que aspiras y deseas manifestar, con todo el apoyo necesario, y solo esperando que tú lo hagas realidad. ¿El quid de la cuestión? El tamaño de la vasija depende no solo de lo que desees, sino de si quieres compartirlo. Cuanto más creas en tu poder para hacer cambios y marcar la diferencia, mayor será tu impacto y más grande será tu vasija.
Pide. Desea. Sueña. Aspira. Pero pide con el deseo de no solo recibir para ti mismo, sino con el deseo de recibir para compartir esas bendiciones con los demás. Bajo esta luz, nuestra segunda lista probablemente se vea cada vez más impresionante.
Les deseo a todos un hermoso año entrante, lleno de alegría, bondad, generosidad de corazón y espíritu, amor, inspiración, ingenio, pasión, virtuosidad y prosperidad. ¡Feliz Año Nuevo! O en hebreo, ¡Shaná Tová!