Este artículo fue publicado originalmente en 2018.
Si alguna vez tienes el privilegio de ver algunas de las montañas más hermosas del mundo, te darás cuenta del gran poder y belleza que poseen. Altas y magnificentes, son las reinas del cielo y de la tierra. Pero, curiosamente, incluso las más grandes montañas están compuestas por muchas piedras pequeñas. Hablamos de esto en la festividad de Yom Kipur. Una piedra está compuesta por los mismos elementos, la misma esencia, de la montaña de la que proviene. Cuando una simple piedra regresa a la montaña se convierteen la montaña nuevamente. Nosotros también somos como esa piedra. Somos hijos del Creador y distanciarnos de Él puede provocar que olvidemos nuestra propia divinidad. Pero, en efecto, somos una chispa del Creador. Somos Su esencia y somos santos. La Torá nos enseña que el Sumo Sacerdote usaba una placa que decía: “Santo para el Eterno”. No debemos pensar que solo el Sumo Sacerdote portaba este título. Cada uno de nosotros somos igualmente “Santos para el Eterno”. Nuestro viaje espiritual, como pequeñas piedras, es volvernos conscientes de nuestra divinidad interna y regresar a la montaña, recuperar nuestra Herencia Divina. Esta semana el cosmos nos ayuda a ver esta verdad. Ha llegado el momento de recuperar nuestra Chispa Divina interior y despertar al Creador que ha estado dormido dentro de nosotros por mucho tiempo.
“Esta semana sale a la Luz nuestra chispa de divinidad”.
Nuestra porción de la semana es Emor. Esta porción nos ofrece una vasta cantidad de Luz espiritual, una de las que más lo hace en todo el año. Ésta trata sobre las cualidades y características del sacerdote. Los sacerdotes eran puros. Se comportaban, vestían e incluso comían en el modo más puro posible. Pero no debemos olvidar que en realidad estamos leyendo sobre nosotros mismos. En nuestro interior, nosotros también somos puros, aunque externamente quizá nuestro comportamiento no esté alineado con esa energía. Tenemos la divinidad en nuestro interior y cuando actuamos motivados por la bondad amorosa, podemos permitir que esa pureza y santidad se manifiesten también en el exterior. La porción de Emor también es especial porque habla de todas las festividades principales del año. Es conocida por este poder único. Esta semana están entre nosotros la Luz masiva y la santidad de todas las festividades. Las festividades son “ventanas de tiempo” que representan bendiciones invaluables. Nos ofrecen renovación, purificación, abundancia, alegría, milagros, libertad e incluso una muestra de inmortalidad. Estos son días en los que podemos regocijarnos en la santidad y la Luz del Creador. Durante los “días sagrados” somos puestos nuevamente en la “montaña” para reconectarnos y recordar nuestra divinidad. Esta semana sale a la Luz nuestra chispa de divinidad. El Creador quiere que recordemos que somos Sus hijos y que accedamos a este gran poder para poder mejorar la vida de los demás, el mundo y a nosotros mismos.
A veces en la vida podemos olvidar esta sabiduría verdadera. Debido a que tenemos otra parte de nuestro ser, un deseo de recibir solo para nosotros, que nos puede apartar de este conocimiento y de la energía del Creador. Podemos descubrir que después de años de tomar decisiones que no están alineadas con el amor y la generosidad, hayamos podido olvidar quiénes somos en nuestra esencia. Podría parecer imposible que el hijo o hija de un rey olvide su herencia, pero ocurre. Cuando compartimos y amamos, obtenemos un vistazo de la divinidad que llevamos por dentro. Nuestro Padre, el Creador, nos dio el poder para mejorar este mundo y la vida de los demás. Ese es el regalo más grandioso que jamás se haya otorgado. El poder del amor y de ser una Luz para los demás es una de nuestras cualidades más santas. Podemos comenzar a seguir este camino en cualquier momento. La santidad es nuestro derecho de nacimiento y podemos activarla nuevamente.
“No olvidemos nunca cuán especiales somos todos y cada uno de nosotros”.
En tus meditaciones de esta semana, visualízate en una de las montañas más altas del mundo. Cierra los ojos, respira profundo y viaja al Lejano Oriente. Imagina que estás en el Himalaya y en la cima del monte Everest. En tu visión, ve todo el mundo a tus pies y el universo en tus manos. El sol y la luna bailan a tu alrededor. Es el momento de recuperar la gloria que llevas por dentro, ¡y encenderla! Recuerda que eres una chispa del Creador. Tienes el poder de amar ilimitadamente. Tienes el poder de secar lágrimas y provocar sonrisas en el rostro de los demás. Tienes el gran honor de ser capaz de cambiar el mundo para bien. Puedes elegir el amor en lugar del odio. Puedes elegir “dar” en lugar de tomar. El Creador brilla hacia el exterior desde el interior. La pureza de un corazón bondadoso que se preocupa por los sentimientos y las necesidades de los demás es, a fin de cuentas, recordado y restaurado. Estás de vuelta en la montaña y en unión con el Creador. Eres amor. Así ha sido siempre. Eres “Santo para el Eterno”, porque Él es santo.
No olvidemos nunca cuán especiales somos todos y cada uno de nosotros. De este modo podemos tratarnos unos a otros con la dignidad humana que merecemos y acabar con el dolor innecesario y el sufrimiento en este mundo.
Al ver la divinidad que existe en los demás, conoceremos y recuperaremos la divinidad que existe dentro de nosotros.