Como neoyorquina, conozco los peligros de una fuerte tormenta de nieve. A veces nos llegan metros de nieve con ventiscas que entierran los coches y las aceras, y derrumban los tejados. (Me doy cuenta de que es difícil imaginarlo en el sofocante mes de julio, pero créeme, no tardará mucho). Sin embargo, cuando una rama sana de un árbol se enfrenta a la tormenta, tiene muchas posibilidades de soportar la carga porque es capaz de doblarse. Se ha inclinado y balanceado con cada brisa, cada tormenta y cada ardilla que corretea. Y con cada movimiento, la rama se ha hecho más fuerte. Así es la naturaleza: ¡aceptar lo que viene y seguir creciendo!
Nosotros también somos resilientes por naturaleza, tal y como nos lo demuestran los niños cada día. (¿Recuerdas los días de “¿Alguien tiene una bandita para esta cortada gigante? Genial. ¡A seguir jugando!”). Y ahora la ciencia ha demostrado que la resiliencia —o la capacidad de superar e incluso crecer a través de la adversidad— es la norma, no la excepción, para personas de todas las edades. En un estudio realizado en 2004 por Linley y Joseph, el 70 % de las personas que habían sufrido un trauma reportaron un crecimiento psicológico positivo como resultado de ese momento difícil.
Y lo que es mejor, ¡investigaciones sugieren que la resiliencia puede practicarse y reforzarse! La Dra. Lucy Hone, líder en el campo de la psicología de la resiliencia, comprendió esta idea mucho antes de tener que aprenderla de primera mano. Llevaba años trabajando con supervivientes de huracanes cuando, durante un viaje familiar, su hija preadolescente murió trágicamente en un accidente automovilístico. En ese momento, todos los consejos de los libros le parecieron inútiles. Se cuestionó todo, incluso su capacidad para seguir viviendo. No obstante, la Dra. Hone siguió adelante, y desde entonces se ha convertido en una autora y conferencista de renombre que ha ayudado a miles de personas a superar los reveses de la vida.
Ella identificó los tres pasos más esenciales para una mayor resiliencia:
1) Reconocer que el dolor y los reveses forman parte de la vida. Creer lo contrario —a pesar de lo que todas esas sonrisas en redes sociales traten de convencernos— es negar la verdad de nuestra existencia. Sin embargo, al igual que la sombra da forma a la naturaleza, nuestros desafíos aportan matices y sentido al panorama más amplio de nuestras vidas.
2) Busca —y acepta— lo bueno. Puede ser la amabilidad de los amigos durante el duelo o la enfermedad, las nuevas posibilidades que se abren tras la pérdida de un empleo u otras bendiciones por las que todavía puedes estar agradecido.
3) Busca pensamientos y acciones positivas. Esta es la acción más importante que podemos practicar cada hora de cada día. Pregúntate continuamente: ¿Lo que estoy haciendo o pensando AHORA es bueno para mí? ¿Me hace avanzar, me hace crecer, me ayuda a sanar? Así es como mantenemos un poco de control aun cuando las cosas se sienten fuera de control.
La Kabbalah enseña que nuestros momentos más oscuros contienen una oportunidad para una gran Luz. Eso no quiere decir que la resiliencia sea algo fácil de hacer con un chasquido de dedos. Requiere tiempo. Requiere esfuerzo. Y a menudo, los dones que se esconden dentro o alrededor de nuestros desafíos no se revelan sino hasta mucho después. Michael y yo nunca hubiésemos podido imaginar las bendiciones que vendrían después de que nuestro segundo hijo, Josh, fuese diagnosticado con síndrome de Down al nacer. En ese momento, me invadió la tristeza y el miedo por el futuro (sobre todo, por el suyo). No obstante, con cada paso positivo que dimos en los días, semanas, meses y años que siguieron, ¡más y más Luz brilló! Josh ha traído más bendiciones de las que podemos contar quienes lo conocemos.
No tienes que esperar a que ocurra una tragedia para poner en práctica tu capacidad no solo de sobrevivir, sino de prosperar, en los momentos difíciles de la vida. Tanto si experimentas una molestia en el trabajo, un embotellamiento frustrante, un pequeño problema de salud o un contratiempo más importante, recuerda que no estás solo. Busca lo bueno que te rodea. Concentra tus pensamientos y acciones en la curación y el crecimiento. Porque maldecir al conductor que tienes delante no hará que el tráfico se abra, al estilo de Moisés. Sin embargo, ¡poner ese audiolibro o escuchar mi pódcast, Sed espiritual, podría relajarte y enseñarte una o dos cosas mientras esperas!
Por último, sé gentil contigo mismo. Tómate el tiempo que necesites. Ten presente que, con el tiempo, hasta un bosque quemado volverá a brotar con vida nueva. Crecerán nuevos árboles y ellos también aprenderán a doblarse y no romperse; a afrontar la vida en toda su plenitud, pase lo que pase.