¡Defiende las cosas en las que crees! Los discursos de apertura, los libros de autoayuda y lo discursos motivadores resaltan la importancia de este consejo que, de por sí, suena como una buena idea. La historia está llena de gente que defendió las cosas en las que creía y gracias a eso el mundo es un mejor lugar. Nuestros mentores y maestros nos dicen que seamos asertivos y confiemos en nuestra interacción con el mundo para defender nuestra posición y la de los demás.
Defender nuestras creencias resulta ser uno de los actos más importantes que podemos hacer para nuestro crecimiento espiritual. Michael Berg explica que “Cada vez que tenemos razones o excusas para no incomodarnos o para no defender algo o a alguien, debemos detenernos y pensar, porque la única razón por la que estamos en este mundo es para enfrentar desafíos. Lo que menos queremos hacer, lo que se nos hace más difícil de realizar, es lo que vinimos a hacer en este mundo”. Sin embargo, la manera en la que defendemos nuestra posición y la de los demás es tan importante como el acto en sí.
La clave para poder defender tu posición en algo es tener certeza, tener la asertividad para mostrarle al mundo que tú y tus ideas importan y debes ser escuchado porque ése es tu propósito, el cual proviene de tu naturaleza de compartir que se parece a la de Dios y no de los deseos de tu ego. En los extremos están la agresividad (tratar un conflicto con una actitud intrépida, contundente y agresiva) y la pasividad (permitir que tus sentimientos pasen desapercibidos), ambos se basan en el ego y la asertividad está en el centro. Sin embargo, se requiere conciencia para ser asertivo y, a la vez, tomar en consideración los pensamientos y sentimientos de los demás. Cuando fallamos en esto, nos arriesgamos a ser vistos como hipócritas, prepotentes o como que estamos a la defensiva aún cuando esto esté lejos de nuestras intenciones. ¿Cómo encontramos un equilibrio y defendemos las cosas en las que creemos mientras somos empáticos y compasivos con otros?
Se inicia con conciencia. Usualmente tenemos la tendencia a creer que nuestras ideas son correctas, que nosotros sabemos más. Esto forma parte de la naturaleza humana, pero es importante recordar que nuestro punto de vista no es ni más ni menos importante que el de los demás, simplemente es diferente. Con conciencia podemos separarnos de nuestras propias perspectivas lo suficiente como para mostrar respeto por la de los demás. Escucha a los demás, evita el juicio y ábrete a la idea de que podrías tener que estar en acuerdo de estar en desacuerdo. Lo ideal sería que tu voz fuese escuchada, pero acepta que las cosas no siempre están de tu lado.
Defender tu posición y tus ideas no siempre podría resultar como lo esperas. Ser asertivo significa recordarles a los demás que tienes una opinión y que ésta merece ser escuchada. Sin embargo, sé cuidadoso al elegir tus palabras para mostrar tu postura y no para convencer a los demás de que estás en lo correcto. El momento en el que la conversación se vuelve persuasiva, es el momento en el que cruzas la línea de la verdadera asertividad.
Cuando eres pasivo, otros podrían no recordar tus ideas al momento de tomar una decisión o podrían aprovecharse de tu docilidad e ignorarte por completo. Por otro lado, ser agresivo podría ser tan irritante que la gente se alejaría de ti. Puede que no te vean como una persona con la que se puede trabajar en equipo y terminar evitándote a ti y a tus emociones. Al defender tus creencias de manera asertiva pero respetuosa, la gente aprenderá a escucharte aunque no esté de acuerdo contigo. El respeto que muestras por los demás se traducirá en respeto mutuo.
A fin de cuentas, “Lo más incómodo, las cosas más desagradables que te están ocurriendo actualmente, son parte del proceso que te lleva a revelar lo que te hace único”, dice Michael Berg. “Vivir con esta consciencia no necesariamente hace que el hecho de defender algo o a alguien o de estar incómodo sea más fácil, pero le da al proceso más alegría”.