Este artículo sobre la porción de la semana fue publicado originalmente en 2017.
A veces creemos que esta vida consiste en obtener premios y evitar castigos, seguir todas las reglas para ser el buen chico o la buena chica que se espera que seamos, colorear sin salirse de las líneas o saberlo todo.
Pero la Kabbalah dice otra cosa.
"Nuestras acciones de compartir verdadero cambian nuestro destino”.
La porción de esta semana se llama Ékev y cuando lees el Zóhar encuentras una conversación sobre la corrección de las almas a lo largo de vidas pasadas. Explica que cada uno de nosotros descendió a este mundo físico con cierto “tikún” (corrección) por completar, ciertas cosas por hacer; desafíos específicos por enfrentar y superar. No hay algo establecido en cuanto a “cómo debe verse tu vida” a fin de que seas redimido. Es todo mucho más flexible. Lo que sí hay es un sistema universal de leyes espirituales a través de las cuales se nos concede la oportunidad para saldar nuestra deuda kármica.
"La plenitud es un resultado de la lucha constante por ser mejores seres humanos”.
Hace muchos años, cuando estábamos apenas comenzado a construir lo que ahora conocemos como el Centro de Kabbalah Internacional, estábamos en París dando clases y compartiendo el Zóhar. Una noche se encontraba una joven que le compró un compendio del Zóhar a uno de nuestros maestros, Shimon Sarfati. Debido a que todos los tomos eran muy pesados, ella preguntó si él podía ayudarla a transportarlos a su casa. Así pues, se marcharon en el auto. Desafortunadamente, cuando llegaron a su casa, el auto se averió, se recalentó y necesitaba agua para encender nuevamente.
Shimon pensó que podían pedirle agua al padre de la joven, pero este era muy prejuicioso y desconfiaba de las enseñanzas espirituales de la Kabbalah. El padre estaba más furioso aún porque su hija había comprado el Zóhar. (Era una época distinta. Por decirlo con delicadeza, la comunidad religiosa tenía dificultades para aceptar que estábamos compartiendo esta sabiduría transformadora con el mundo). Al final, el padre se negó a darle agua, entonces Shimon fue hasta la tienda de la esquina donde fue amablemente recibido. Luego siguió su camino.
Se hicieron las 6 a. m., Shimon recibe una llamada de la joven, que estaba llorando completamente desconsolada. “¡Mi papá murió mientras dormía!”, dijo entre sollozos. Shimon, por supuesto, estaba sorprendido. Toda la situación había sido muy inusual e intensa desde el principio.
Cuando Shimon me contó lo que había ocurrido, no pude evitar preguntarme si el universo le había dado a ese hombre la oportunidad de cambiar su destino con una acción bondadosa. Porque eso es lo que hacen nuestras acciones de compartir verdadero: cambian nuestro destino. Me imagino que nunca lo sabremos con certeza, pero la lección sigue siendo la misma: en esta vida, andemos con cuidado y no nos centremos tanto en nosotros como para perder las oportunidades que el Creador puso frente a nosotros en las que podíamos ayudar a los demás. No digo que tengamos que compartir las veinticuatro horas del día, sino más bien tenemos que estar abiertos y conscientes cuando llegue la oportunidad. Podemos cambiar la manera como se ve nuestra vida en un segundo. A través de esas pequeñas aunque incómodas aperturas que recibimos es que podemos acceder a canales de Luz que antes estaban cerrados para nosotros.
Si bien es fácil vivir engañados pensando que nuestro tiempo en la tierra consiste en obtener lo que queremos o vernos de determinada manera frente a los demás, debemos mantener los ojos en el panorama completo. He conocido mucha gente con enormes cantidades de dinero que está deprimida o no está satisfecha del todo. También he visto niños en la calle en vecindarios pobres pateando una lata con los ojos llenos de luz y alegría. La razón es que, a fin de cuentas, la plenitud no tiene nada que ver con lo que tenemos o no. Tampoco con cuán cultos nos hemos vuelto. La plenitud es un resultado de la lucha constante por ser mejores seres humanos.
Esta semana, mantente siempre dispuesto a salir de tu comodidad para tender una mano cuando surja la oportunidad.