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Una oración simple

Yehuda Yeshurun
Marzo 30, 2021
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Los kabbalistas explican que hay tres maneras de conectarnos con las almas justas que dejaron este mundo y atraer su Luz: visitar su lugar de reposo, leer sus palabras de sabiduría o leer historias acerca de ellos. Con cada historia que leemos no solo atraemos la Luz que estas almas justas revelaron, sino también el regalo de la lección enseñada por el kabbalista.

El gran Kabbalista el Baal Shem Tov solía viajar de pueblo en pueblo recorriendo Ucrania. A menudo, no tenía un destino definido y sus pies o su caballo lo guiaban al pueblo y la casa en la que debía parar. Siempre, había alguien con necesidad, alguna lección que enseñar o algún fragmento de sabiduría que impartir o compartir.

Una vez se detuvo ante una casa de apariencia simple y llamó a la puerta. Una mujer lo saludó con afecto.

“Lamento molestarla, pero ¿podría pasar la noche aquí?”, preguntó el Baal Shem Tov.

“Por supuesto, ¡sería un placer para nosotros!”, contestó ella sin saber quién era él. “Por favor, pase. Siéntase como en casa. Mi marido Jacob vendrá con usted tan pronto como termine su oración vespertina”.

Así que el Baal Shem Tov entró, se sentó y esperó hablar con el esposo. Los minutos se volvieron horas mientras el Baal Shem Tov se preguntaba dónde estaba Jacob. La oración vespertina no era muy larga, incluso si, al igual que el Baal Shem Tov, uno pasaba tiempo adicional en las meditaciones y la conciencia.

Al cabo de un tiempo, Jacob llegó, se disculpó muchísimo por la larga espera. “Verá —él explicó— en realidad no sé muy bien cómo orar. Nunca me enseñaron dónde terminan las oraciones matutinas y comienzan las vespertinas, ni dónde terminan las oraciones vespertinas y dónde comienzan las nocturnas. Así que para asegurarme de que siempre haga la oración correcta, ¡recito todo el libro de oraciones de principio a fin, tres veces al día! Aunque sí es cierto que esto alarga significativamente mi tiempo de oración”.

“Por su amable asilo, estaría encantado de enseñarle los secretos de las oraciones, si así lo desea”, dijo el Baal Shem Tov. “Le indicaré dónde comienza y termina cada oración, dónde omitir y dónde añadir, dónde meditar por sustento y dónde por sanación”.

El rostro de Jacob se iluminó ante la idea. ¡Finalmente iba a poder orar apropiadamente! ¡Por primera vez, podría hacer feliz al Creador al hacer las oraciones de la forma correcta!

Pasaron la mitad de la noche sentados juntos, haciendo anotaciones en su libro de oraciones, añadiendo páginas adicionales con instrucciones y lineamientos, y posteriormente se fueron a dormir.

A la mañana siguiente, el Baal Shem Tov se despidió y emprendió su camino. Al poco tiempo, Jacob estaba caminando con mucho entusiasmo y felicidad con su libro de oraciones en mano, y se tropezó con la pata de una mesa. Su libro de oraciones salió volando, las páginas se esparcieron por todos lados, las anotaciones quedaron desorganizadas y en el suelo.

¡Oh, no! —pensó angustiado—. ¿Cómo lograré deducir dónde iba cada página?

Sin rendirse, recogió las páginas esparcidas, lo que quedaba de su libro de oraciones, y corrió tras el Baal Shem Tov. A la distancia, vio que el Baal Shem Tov se detuvo ante un lago a las afueras del pueblo. Vio que el Baal Shem Tov puso un pañuelo en el suelo, se subió a él, y el pañuelo lo llevó cargado a través del lago. (Para desconocimiento de nuestro amigo simple, el Baal Shem Tov había invocado ángeles para que lo cargaran a través del lago gracias a su muy elevado estado espiritual. El Baal Shem Tov, maestro de los milagros, solo usaba a estos ángeles para ayudar a los demás y llegar a los destinos donde los demás necesitaban sus bendiciones y asistencia, nunca para beneficio personal).

Lo único que cruzaba la mente de Jacob era su intenso deseo de alcanzar al Baal Shem Tov y que lo ayudara a arreglar su libro de oraciones. Él sentía tanto deseo por conectarse con el Creador de la forma correcta y apropiada, que la lógica no entró en su cabeza. Él también puso un pañuelo en el suelo, se subió a él, y fue cargado por encima del agua.

Cuando alcanzó al Baal Shem Tov completamente falto de aliento, Jacob entregó las páginas desorganizadas y las notas en manos del Baal Shem Tov, y le rogó que las arreglara. El Baal Shem Tov lo vio con asombro. Ciertamente, alguien que ni siquiera conocía el orden de las páginas no habría conocido las meditaciones apropiadas y los nombres de los ángeles para invocar su ayuda.

“¿Cómo cruzaste el lago tan rápido exactamente?”.

“Ah —contestó Jacob, pensando al respecto—, simplemente… lo vi poner el pañuelo en el suelo, ¡así que hice lo que usted hizo! ¿Acaso no debía hacerlo? ¡Por favor, dígame que arreglará mis oraciones a pesar de haber cometido un error!”.

El Baal Shem sonrió y con el rostro radiante le dijo: “Me parece que tus oraciones están bien tal como están”.

El Baal Shem Tov es considerado como uno de los kabbalistas más importantes de los últimos siglos porque revolucionó la espiritualidad. Él enseñó que no importaba si decías todas las palabras correctamente o en el orden indicado. No importaba si te habías hundido en los abismos más profundos o si tenías una historia llena de acciones negativas.

Lo que importaba era tu deseo de conectarte con la Luz del Creador. Tu deseo de ser mejor y actuar mejor de lo que eras ayer. Lo que importaba era que hicieras espacio en tu corazón para el Creador, indistintamente de tu conocimiento, sabiduría o entendimiento. Desde luego, cuando de oraciones se trataba, no importaba si pronunciabas las cosas correctamente o en el momento exacto. Él enseñaba que la conciencia, el deseo y la simplicidad eran las claves para acceder a las bendiciones y los milagros.

Sí, existen ventanas en el tiempo en momentos específicos, y sí, hay meditaciones y oraciones detalladas prescritas por los kabbalistas y sabios. Pero el Creador no está esperando con un reloj para ver si las hiciste a tiempo, rechazando las oraciones tardías, incompletas o mal pronunciadas. Dios no necesita nuestras oraciones o meditaciones para conocer lo que verdaderamente hay en nuestros corazones. Al igual que Jacob cruzó el lago con su deseo simple de conectarse, nosotros también poseemos en nuestro interior el poder para la grandeza. Todo lo que tenemos que hacer para alcanzarla es soltar la perfección y permitir que entre Dios. Porque con un corazón puro, nos elevamos a los niveles altos de los grandes kabbalistas, donde los milagros son la norma.

Que el mérito del Baal Shem Tov despierte nuestro deseo simple de la Luz del Creador y permita que nuestras almas se eleven a niveles cada vez más excelsos.


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