Cuando mi hijo mayor tenía catorce años, se fue de campamento de verano. Había ido el año anterior y fue un éxito; hizo nuevos amigos, tuvo la oportunidad de practicar nuevos deportes y actividades, y en general se divirtió muchísimo. Por eso, cuando volvió el verano, estaba muy emocionado por ir. Apenas me abrazó para despedirse de mí y salió corriendo a juntarse con su grupo de viejos amigos.
"Hemos sido criados en una sociedad que suprime la emotividad masculina".
Al igual que el verano anterior, nos escribía cartas cada tanto para contarnos de su experiencia. ¿Puedo parar un segundo para admirar el arte antiguo de la correspondencia? Las cartas escritas a mano por tus hijos son un tesoro. Como decía, estaba ansiosa por recibir cada carta. Pero noté un cambio muy sutil en sus palabras. Habían comenzado bien —con emoción y ánimo—, pero con el tiempo algo sonaba raro. Hablé con él por teléfono para confirmar, y aunque él insistió en que todo marchaba bien, mi intuición de madre me decía lo contrario.
La historia finalmente se reveló cuando fuimos a buscarlo. Sin dar muchos detalles, puedo decir que hubo un incidente embarazoso que involucró lágrimas y burlas. Las lágrimas venían de parte de mi hijo. No ha de sorprenderles que para la etapa de la adolescencia, los jovencitos ya han asimilado la gran falacia de que los chicos no deben llorar o mostrar sus emociones.
Una serie de estudios recientes ha concluido que nuestra creencia de que las mujeres son más emocionales que los hombres es completamente retrógrada. Un estudio, conducido por MindLab, tomó grupos iguales de hombres y mujeres, les hizo sentarse y ver una serie de videos emotivos mientras monitoreaban la temperatura de su piel, ritmo cardíaco e incluso los niveles de sudoración. Se descubrió que los hombres, en general, tuvieron una reacción emocional más fuerte a los vídeos que las mujeres participantes. Específicamente ante el contenido categorizado como “enternecedor”. Otro estudio, de Mensline, un servicio telefónico de ayuda a hombres en Australia, señala que los hombres ocultan sus emociones porque es lo que ven mientras crecen. Por ejemplo, si un hombre crece con un padre impasible, inconscientemente esto se convertirá en el patrón sobre el cual él construya su vida. Otras investigaciones sobre el asunto de las lágrimas de los hombres pueden encontrarse en fuentes como la NPR (la Radio Nacional Pública de EE. UU.), que descubrió que el actor con el que los hombres más lloraban era Tom Hanks.
Toda la evidencia sugiere que los hombres claramente tienen sentimientos, solo han sido condicionados para no expresarlos. Como resultado, cuando demuestran sus sentimientos son considerados como débiles, incapaces y castrados. Por supuesto, como madre de dos varones, esta investigación no me sorprende. Estoy plenamente consciente de que los hombres tienen sentimientos. Sin embargo, sí me hizo detenerme a pensar en cómo reaccionamos ante los hombres en cuanto a sus emociones y vulnerabilidad.
"Podemos enviar un mensaje más positivo".
Carol Gilligan, la psicóloga americana que creó la ética del cuidado, es famosa por sus investigaciones sobre la psique de jovencitas; pero resulta que ella tiene tres hijos varones y ha hecho muchas investigaciones sobre la psique del hombre adolescente. Lo que ella descubrió es que las chicas tienden a perder su voz alrededor de los doce o trece años. La persona que expresan ser en el exterior comienza a cambiar y a ser bastante diferente de la persona que son interiormente y lo que sienten verdaderamente.
En los varones, esto ocurre a los cinco años.
Esto sucede cuando dejan por primera vez la comodidad de sus hogares y entran en la escuela pública. Sucede la primera vez que reciben el mensaje, directa o indirectamente, de que “se comporten como hombres”. No seas sensible. No seas tan niño mimado. No seas llorón. La bifurcación entre la persona pública y la vida privada comienza a los cinco años en los varones. Ocurre a una edad tan temprana que se considera como parte natural de la vida.
Hemos sido criados en una sociedad que suprime la emotividad masculina y estimula la sensibilidad femenina, lo cual crea un desequilibrio evidente. Las mujeres son consideradas como el más cariñoso y emocional de los dos géneros, mientras que se espera que los hombres sean guerreros, invulnerables a, pues, todo. Con excepción de la ira, a los hombres se les enseña a suprimir cualquier otra emoción y, como resultado, a esconder su verdadero ser. La verdad es que todos tenemos vidas igual de emotivas, así que ¿cómo podemos balancear nuestras relaciones? Kabbalísticamente, no hay distinción entre el masculino y el femenino celestiales; cada uno tiene la capacidad de generar Luz y tiene la misma oportunidad de alcanzar su verdadero potencial. Para aclarar más sobre este punto, todos los hombres tienen las mismas respuestas emocionales que tienen las mujeres. Quienes han criado a niños varones conocen esto inherentemente. Pero para el resto de nosotros que no hemos estado en presencia de un hombre emocionalmente abierto en nuestra vida, puede ser increíblemente fácil adoptar la creencia de que, cuando se trata de sensibilidad emocional, los hombres simplemente son inmunes. Esta creencia no solo es falsa, sino que es extremadamente perjudicial, ya que les enseña sistemáticamente a los hombres jóvenes a comportarse de la manera que “se espera” de ellos y, por tanto, reprimen su verdadero ser y a la larga reprimen su propia Luz inherente.
Como padres, podemos ayudar a cambiar esto por el bien de nuestros hijos varones. En efecto, es nuestra responsabilidad contrarrestar los mensajes negativos que reciben de sus compañeros, maestros y la sociedad en general. Pero esta no es una tarea para los padres de niños varones solamente. Si les enseñamos a nuestras hijas que expresar sus emociones de una manera sana y no defensiva es una fortaleza en los varones, habrá mayores posibilidades de que acepten esta cualidad cuando comiencen a tener relaciones en la adultez.
Piensen en las cosas que dice la gente cuando ellos lloran:
Podemos enviar un mensaje más positivo si respondemos de forma diferente. Intenta ofrecer apoyo con palabras como:
Estas frases pueden enviar el poderoso mensaje de que no solo es válido llorar, sino que es bueno llorar. Nuestras lágrimas demuestran que de verdad nos importa algo, tenemos empatía o que somos individuos compasivos; y eso es bueno. Nuestros hijos merecen la libertad de ser vulnerables para que puedan crear conexiones genuinas en sus relaciones ahora y en la adultez. Esto comienza con la empatía que nosotros demos como ejemplo cuando ellos experimenten emociones fuertes. Yo evito catalogar una emoción como buena o mala cuando hablo con mis hijos. En lugar de ello, simplemente la reconozco. Michael y yo hemos hecho un esfuerzo consciente de no ocultar nuestras lágrimas. Los niños necesitan ver que está bien sentir emociones por algo.
Cuando mi hijo regresó de su campamento, hablamos mucho sobre lo que le hizo llorar. Lo escuché e hice mi mejor esfuerzo para validar todo lo que él sentía. Él no necesitó un recordatorio de que está bien llorar; él lo sabe desde hace años. Pero es fácil olvidarlo cuando se está rodeado de adolescentes que están luchando con sus propias emociones. Nuestro trabajo es guiarlos a través de estas experiencias difíciles y ayudarlos a regresar a su verdadero ser: ese ser sincero, vulnerable, empático, emocional y auténtico.