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Centro de Kabbalah
Febrero 3, 2014
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Fred Levesque estaba preparándose para otro día ordinario. Era el mes de diciembre del año 2013. El aire estaba frío y fresco, nada fuera de lo común. Sin embargo, mientras manejaba hacia el gimnasio, notó que una casa se quemaba. Una niña de siete años de edad y su madre estaban atrapadas en el segundo piso y no podían escapar.

El departamento de bomberos no había llegado aún, pero para Levesque el curso de acción era claro. Después de romper una puerta trasera, gateó por debajo del humo y subió las escaleras para rescatar a la niña. Para el momento en el que sacó a la niña de la casa, los oficiales habían llegado y pudieron rescatar y revivir a su madre. Cuando los reporteros aparecieron, Levesque humildemente se retiró del foco de atención y declinó a ser entrevistado.

Notamos este tipo de heroísmo porque no es común. La mayoría de nosotros estaríamos conmocionados al ver la casa en llamas. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros puede decir de verdad que haríamos lo que Levesque hizo? Con los bomberos y los paramédicos a sólo una llamada de distancia, es sencillo declinar ante la responsabilidad y asumir que alguien más se alzará ante la ocasión. Y esto es exactamente lo que el Creador no quiere que hagamos.

Los kabbalistas enseñan que antes de la revelación en el Monte Sinaí, Moshé les preguntó a los israelitas si aceptarían la responsabilidad unos por otros y atenderían las necesidades de cada persona. La revelación en el Monte Sinaí estuvo supeditada a la aceptación del grupo de esta responsabilidad recíproca por cada miembro de la comunidad. Los kabbalistas creen que aceptar la responsabilidad por otros y la disposición a sacrificar lo que sea necesario para vivir de acuerdo a dicho acuerdo es primordial para nuestro crecimiento y nuestra realización.

Sin embargo, la mayoría de nosotros vivimos nuestra existencia diaria sin asociarnos a las necesidades de otros. Nos hemos condicionado a pensar que la vida de otros no es nuestra incumbencia. Incluso puede parecer como un instinto secundario el alejar la vista de las situaciones difíciles cuando no nos involucran a nosotros. De acuerdo a Michael Berg: “debemos aceptar la responsabilidad por nosotros mismos, por nuestras familias, por nuestros amigos, por nuestra comunidad y por nuestro mundo”. Esto significa decidir que tú eres la persona correcta para actuar cuando ves una necesidad y no pensar que alguien más se levantará y asumirá la responsabilidad.

El Talmud dice que existen almas gigantes que declaran: “Estoy dispuesto a perderlo todo para poder dar al mundo la oportunidad de alcanzar el Guemar HaTikún (la paz y la armonía final)”. Estas almas gigantescas saben muy bien que puede que no estén presentes en la Redención Final, o que quizás perderán todo lo físico y espiritual en el proceso, y aún así continúan dispuestas a arriesgarse y hacer lo que esté dentro de sus capacidades para crear un cambio.

Michael Berg señala: “La mayoría de nosotros trabaja duro, pero ¿cuántos de nosotros puede decir: aunque probablemente voy a fallar, estoy dispuesto a entregar mi vida por la oportunidad de poner fin al dolor, al sufrimiento y a la muerte en este mundo? Observa el trabajo que haces… No se trata de intentar encontrar formas para continuar cuando no se supone que lo hagamos. Se trata sobre ver lo que entregamos o sacrificamos”.

Ser un alma grande no significa responder al proverbial patriarca en el cielo mirando hacia el mundo, diciéndote que es tiempo de dar un paso al frente. Se trata acerca de olvidar lo que alguien más está haciendo o pensando, y enfocarte sólo en lo que eres capaz de alcanzar al decidir que eres aquél que puede marcar una diferencia.

El punto es el siguiente: “Si estamos allí cuando otros tienen necesidades, entonces cuando tenemos necesidad, somos escuchados”, dice Michael Berg. “Ésta aceptación de responsabilidad es la razón por la cual estamos en el mundo. Sólo cuando cada uno de nosotros tome para sí esta responsabilidad, nuestro mundo podrá cambiar y grandes tragedias podrán ser evitadas”.


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